Capítulo Dieciocho

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Ethan entró en mi habitación y yo instintivamente di un paso hacia atrás.

—¿Me tienes miedo?— preguntó con una sonrisa sardónica.

—Yo... no lo sé,— dije en voz baja, cuando el cabello se me erizó en la parte trasera de mi cuello. Obviamente, yo estaba mintiendo. Él me mataba de miedo.

Dio un paso hacia mí, con los ojos penetrantes. —Nikki, en serio, no tienes nada que temer.

—Uh, ¿por qué yo?— chillé, sorprendida que yo fuera capaz de hacer alguna pregunta cuándo lo que realmente quería hacer era correr como loca.

Los labios de Ethan se curvaron. —¿Por qué no?

—Yo...— Lo miré cuando mi pánico comenzó a cambiar en algo completamente distinto, necesitaba estar más cerca de él, para tocarlo y ser tocada por él. ¿Qué tengo de malo?

Se acercó a la cama y se sentó. —Ven aquí.— Me acerqué a él y me agarró las dos manos, besándolas con sus suaves labios. —¿Por qué? Porque debemos estar juntos,— murmuró. Su piel se sentía fría al tacto. Había sido la única cosa que me había sorprendido. Ahora, sus mejillas estaban calientes y me sujetó las manos contra ellas, acariciándolas, con amor.

—Pero yo no te conozco,— le dije. —¿Cómo puedes decir eso?

Él se encogió de hombros. —Si me conoces. Simplemente no lo recuerdas.

—Eso no tiene sentido. Me acabo de mudar aquí,— le dije.

Miró a mis ojos. —Digamos que nos conocimos en otra vida.

Mis ojos se abrieron. —¿Qué... cómo la reencarnación?

Sus manos se apretaron en mis muñecas y me tiró hacia su regazo. —Algo por el estilo.

—¿En serio?

En vez de contestarme, se inclinó hacia delante y atrajo mis labios hasta los suyos. Cerré los ojos, abandonando toda lógica y prudencia. Pronto nos besamos con más calor y pasión que antes, pero esta vez sin temor a ser interrumpidos. Cuando sus dedos abrieron mi bata y empezó a tocar mi cuerpo desnudo, yo jadeaba de placer.

—Ethan,— yo susurré, con el corazón latiendo en mi pecho.

—Eres mía,— susurró en mi cuello, haciéndome temblar. —Por siempre.

—Claro,— le susurré mientras su lengua se deslizaba hasta mi pezón y comenzó a juguetear con él. —Lo... que... tú digas.— Sus manos acariciaron mis pechos y yo cerré los ojos mientras su boca caliente seguía haciéndome temblar. Pronto, yo estaba haciendo sollozos y él respiraba tan fuerte como yo.

—¿Qué?— le susurré cuando de repente me alejó.

—Ven conmigo,— dijo con voz entrecortada. —No puedo hacerte el amor aquí. No es seguro.

—No, está bien. Nadie lo sabrá,— le susurré, sorprendiéndome a mí misma con mi propio deseo de entregarme a él.

Cerró los ojos. —Eres virgen y yo...

¿Cómo lo sabía? Obviamente, no por mis acciones. —¿Qué? Está bien.

—Ven conmigo ahora, Miranda,— dijo, abriendo los ojos y tirándome hacia él. —Es hora de dejar todo lo demás, atrás.

Me aparté. —¿Miranda?

Él parpadeó. —Nikki, ven conmigo y estaremos juntos para siempre. Yo nunca te dejaré ir, nuevamente.

—¿Qué? No puedo dejar a mi familia,— le dije.

Claro, él estaba caliente y yo quería que me tocara y me besara de nuevo, pero yo no iba a dejar a mi familia. Me miró a los ojos, y pronto estaba dispuesta a ir a donde sea con él. Sólo quería perderme entre sus brazos para siempre.

Confusión *Vagabundos De La Noche 1*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora