11. ''Cena''

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Un giro. Dos giros. Emma no pudo evitar mirarse en el espejo mas de una vez. Y tenía el derecho. Aquél vestido color ciruela hacía que sus ojos resaltaran más, su cintura se acentuaba gracias a lo ajustado que estaba en esa parte. Se puso unas mallas transparentes negras, para que el frío no le pegara tan duro. Emma no sabía maquillarse muy bien y ella agradecía a los videos que enseñaban como hacerlo. El smokey eye negro no le había quedado tan mal como ella hubiera esperado. Emma estaba guapa, muy guapa. ¿Pero no era aquello lo que se había propuesto? Mil veces si. Aquél abrigo que se encontraba colgado en su armario era lo último que faltaba. Ahora ella podía bajar.

Un respiro. Dos respiros. Una vuelta mas y listo.

Lo que era un infierno para todas la mujeres era poder bajar escaleras, sobretodo a Emma que estuvo a punto de caerse a mitad de camino. ¿Cómo es que podían caminar con estos monstruos? Ella apretaba mas su mano al barandal color madera oscuro. Escuchó como Justin caminaba en el piso de abajo. Respira, Emma, respira se dijo a si misma una vez que había bajado por completo el reto de la escalera. Se pasó ambas manos en aquél hermoso vestido, sintiendo lo suave que era la tela.

—Las mujeres se tardan tanto—dijo Justin refunfuñando mientras se acomodaba los botones de su saco. Levantó la vista y la vio. Madre mía. Se sentía un verdadero bastardo con suerte. Enfrente de sus ojos se encontraba lo más hermoso que había visto hasta ahora. Sus ojos resaltaban mas que nunca, eran incluso mejores que la pintura que apenas recordaba, ya no era necesario verla, porque justo ahora tenía lago mucho mejor que una pintura.

Emma se llevó una mano a la cadera.

—¿Nos tardamos? Estuve lista antes que tú.

Y Emma no pudo evitar sentirse satisfecha al ver la cara de estúpido que tenía en su rostro en estos momentos. Al parecer el trabajo que ella sola se había hecho había salido incluso mejor de lo que ella esperaba. Y no hablemos de Justin. Aquél saco negro brilloso y de calidad hacía que sus hombros se vieran mas anchos y musculosos. Y oh Dios Mío, tenía la camisa de botones desabrochada hasta el pecho. Ambos se miraban como si fuera lo único que querían hacer. Verse.

—Emma... estás...increíble —carraspeó—. ¿Estás lista?

Por supuesto que estaba lista.

***

El lugar era algo que a simple vista podía decirse que era de etiqueta, pero aquélla palabra le pareció a Emma muy falsa y artificial. Mas bien a ella le parecía un lugar demasiado... caro. Y otra vez estaba el asunto de gastar mucho dinero. Pero al momento en el que Emma entró en aquél lugar todo se disipó. Cualquier pensamiento que le molestó se desvaneció. El lugar era como un sueño; Emma sintió como si regresara al momento de los bailes en su palacio. La iluminación, baja pero lo suficiente buena como para ver los detalles medievales de aquél lugar, fue como si ella regresara al tiempo del banquete y bailes con los príncipes y duques. Se sintió de nuevo en su época y no sabía si aquello se sentía bien o incómodo, ya que Emma había decidido dejar atrás aquélla vida y concentrarse en el presente y por supuesto Justin estaba incluido en aquello.

—¿Y bien? ¿Qué te parece?—Justin preguntó al ver como Emma se quedaba varada viendo hacia el interior.

—Esto... es como volver a mi época de la realeza.

—¿Es bueno o malo?—se hizo a un lado al ver que un par de personas ingresaban. Fijó sus ojos mieles en ella.

—Es bueno, Justin, muy bueno. Gracias—ella enroscó su brazo con el suyo y apoyo la cabeza en su hombro. Justin sonrió al ver sus largas pestañas. Él se sentía feliz. Muy feliz. Nunca llegó a pensar como es que una mujer pudiera afectarle tanto. Recordó todas las veces en las que sus citas habían sido un total fracaso gracias a que ninguno de los dos estaban de acuerdo a lo que hablaban y aunque Emma fuera así algunas veces, Justin pudo notar como era la primera vez que aquellos detalles le parecían ahora estúpidos. ¿Qué importaba si ambos tenían una opinión diferente? Al diablo con ser compatibles. Esto era lo que Justin deseaba hoy. Pero Emma era bueno... Emma.

El puso su mano en su cintura para caminar hacia su mesa. Él había ido un par de veces al restaurante, pero solamente por negocios.

—Es como regresar en el tiempo—le dijo una vez que se sentaron—. Los platos, la iluminación, todo es muy parecido.

—¿Lo extrañas? Me refiero a ser princesa.

Emma dudó. Era algo a lo que nunca había pensado desde que había despertado. Es decir, ella extrañaba las comodidades que ser una princesa implicaba, por ejemplo: los vestidos preciosos hechos a tu medida, los zapatos enviados, la comida deliciosa, el placer de tener un hogar en dónde te puedes llegar a perder fácilmente, los carruajes, los jardines, pero también todo tenía desventajas; seguir órdenes, aprender las costumbres, saber hablar, saludar, caminar, hablar, responder, saber tratar al pueblo, etc.

—No. No lo extraño —Emma se impresionó al decirlo—. Es decir, a mis padres por supuesto que si. Y ojalá pudiera decir lo mismo que Amelia. Además, estos meses han sido los mejores.

Justin estaba complacido. Claro que si. Tal vez y solo tal vez, Justin se daría la oportunidad de una relación con Emma, aquella mujer que tenía algo especial que hacía que Justin perdiera lo que pensaba, porque a pesar de que Emma era realmente una princesa de dos siglos de antigüedad, aquella mujer seguía siendo algo a lo que Justin se mantenía aferrado y él no estaba seguro de poder soltarla. De ninguna maldita manera.

—Esto está... Dios. Lo mas delicioso que he probado —básicamente Emma había devorado su plato en un tiempo récord.

—El estofado aquí es el mejor de todo Londres.

—Oh, vaya que sí. Ya no puedo mas —arrastró el plato hacia delante.

—Eso es obvio. Te lo acabaste todo —río.

—Mira quien habla. Tu terminaste primero.

—Los hombres siempre terminamos primero —aclaró mientras pagaba la cuenta con una de sus muchas tarjetas de crédito.

Emma frunció el ceño

—Ok, lo digo en serio, trabajaré.

Justin le dio una mirada impasible. Al parecer aquella mujer no se rendía nunca. Sacudió su cabeza

—De ninguna manera. No, Emma. Ya dije no. No me hagas enojar.

—Tienes problemas de emociones. Solamente digo lo que quiero hacer.

—Y yo te digo lo que no quiero que hagas. Cuando digo no, lo digo en serio Emma. Ya.

Emma trató de poder mantener la postura serena. Pero Justin estaba siendo tan testarudo y gruñón que no le pareció muy agradable. Pero la voz de Justin sonó tan autoritaria y seria que mejor decidió callarse la boca

—Esta bien, pues. Tu ganas.

—Por fin.

Le encantaba todo de aquella mujer. Le encantaba laforma en la que sus ojos brillaban cada vez que sonreía, la forma en la que sufrente formaba aquella pequeña arruga cada vez que no le parecía algo, cuando susojos se abrían cuando estaba impresionada. Le encantaba aquella sonrisa. Le encantaba cuando estaban solos. Pero sobretodo, a Justin le encantaba EmmaCowel.

The Princess [j.b.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora