Al momento de regresar a su auto, Justin se sentía exhausto de manera emocional, su corazón se sentía pesado, él se sentía pesado y todo por haber accedido ver a la mujer que lo hizo sentir desgraciado durante la mayor parte de su vida. Mantendría sus palabras en cuenta, no la quería volver a ver por más desgraciado que se diera a ver, no quería volver a sentirse así de nuevo por lo poco acostumbrado que estaba. Emma, pensó de pronto, la necesitaba a ella.
Manejó con precaución porque no quería que sus pensamientos y su mente distraída lo hicieran ocasionar un accidente. Amaba su coche y no planeaba estropearlo, así que se calmó en semáforo en rojo, respiró hondo y aferró sus manos al volante. Sabía que al momento de llegar al departamento las preguntas comenzarían a llegar como una bomba y no estaba preparado para ver a su hermana con ojos esperanzados, queriendo escuchar que por fin había hecho las pases con su madre. La iba a decepcionar pero por el coraje que sentía hacia Jean por haberlo convencido, le importó poco.
Caminó con sus piernas temblando por el pasillo, insertó la llave de su departamento y entró. Las voces femeninas dejaron de escucharse y sus pasos se hicieron escuchar conforme se acercaban hacia la sala. Emma y Jean llevaban una taza de té humeante entre sus manos, Emma le sonrió con debilidad e hizo espacio para que Jean pudiera acercarse a él. Justin no se había equivocado en aquello de la mirada esperanzada.
—¿Cómo fue? ¿De qué hablaron? ¿La viste débil o fuerte? ¿Comieron algo? ¿Te portaste bien con ella? ¡Justin por qué no estás respondiendo!
Justin la miró serio y cuando Jean por fin se calló alzó las cejas pidiendo su permiso para hablar.
—¿Ya finalizaste?
—Justin —soltó en un quejido impaciente.
Él suspiró mientras se dejaba caer con pesadez en el sillón.
—¿Quieres que te diga que todo salió bien, Jean? Porque no, no fue así —comenzó a decir con brusquedad—. Le dije lo que pensaba de ella y que no quería volver a verla. No me fijé en su aspecto si te soy sincero, sigue siendo la misma mujer egoísta que nos dejó.
—¡Justin! —escandalizó Jean con lágrimas acumuladas.
—¡Qué esperabas, Jean! No soy como tú, mi capacidad de perdón tiene sus límites y yo no perdono fácil, si alguien pierde mi respeto es para siempre.
—¡Suenas como Amelia!
Justin sintió su pecho encogerse al escuchar la comparación, pero no provenía de Jean, sino de Emma. Se sentía sofocado por tanta expectación hacia él, no le causaba nada de gracia y sus sentimientos molestos no dejaban que pensara con claridad.
—Tú no te metas —le gruñó en respuesta e ignoró el dolor en las facciones de Emma. Se concentró en su hermana—. No me iba a portar bien ni con empatía hacia ella, Jean, no se lo merece, por lo menos no de mi parte. Tengo odio hacia nuestra madre, Jean, no estoy bromeando. Fue demasiado verla después de tanto tiempo, fue demasiado porque yo ya la había olvidado ¡y te culpo a ti por haberme convencido! ¡Todo iba tan bien en mi vida sin recordarla!
—¿Cómo puedes decir eso, Justin? ¡Está enferma!
—Lo siento por eso, de verdad que si —no estaba mintiendo, en verdad se sentía mal por ello—. Y se lo dije. Pero no esperes más, Jean, llegué a mi límite con ella porque por fin pude sacar lo que llevaba conteniendo por años.
—Te arrepentirás de esto, Justin —sentenció su hermana con decepción—. Espero y no sea tarde cuando lo hagas.
Jean se retiró con aspecto derrotado, sus pasos subiendo las escaleras se escucharon y después un portazo. Justin miró a Emma con ojos molestos, respiraba con irregularidad y cuando la vio abrir la boca, él alzó la mano para que no hablara.
—No necesito tu regaño también, Emma. Ya tuve suficiente por hoy. Hago lo que quiera con mis decisiones y si yo no quiero a mi madre en mi vida, lo digo en serio.
Emma también se veía decepcionada, pero Justin siempre iba a odiar que intentaran controlarlo, que le hicieran ir para un lado cuando lo que en realidad quería era tomar otra dirección.
—No sé por qué te empeñas en ser tan terco.
—Así soy —Emma gruñó algo por lo bajo y Justin apretó los labios—. No te he oído.
—¡No estás usando la razón!
—Si lo hago —exclamó—. Mi razón siempre me ha dicho que no confíe en mi madre, Emma. La apartaré de mi vida así como ella lo hizo cuando más la necesité.
—Deja de ser un niño rencoroso porque como has dicho, eres un adulto.
—Eso no tiene nada que ver.
—¡Por supuesto que si! —musitó desesperada—. ¿No puedes ni siquiera intentarlo?
—No.
Emma lo miró con resignación.
—¿Por qué?
—¿Quieres que te repita lo que hizo aquella mujer? Nos abandonó. Puede que Jean la haya perdonado, pero yo nunca. El respeto que tenía hacia ella desapareció.
Emma volvió a decir algo entre dientes.
—Habla y que yo te escuche.
—¡Es como si tuviera a mi hermana enfrente mío! —le exclamó.
Justin sintió como si le dieran una bofetada y lo miró ofendido.
—No te atrevas a compararme con la psicópata de Amelia, Emma. ¡No te atrevas!
—¿Te estás escuchando? Tanto rencor en ti no es nada bueno y no quiero estar aquí para cuando aquello tome cuentas.
—¿Qué me quieres decir? —dijo Justin sin aire y perdiendo su sentimiento de enojo—. ¿Me vas a dejar?
—¡No! Nunca dije eso...
—No quiero escuchar lo que dices. Me iré a dormir.
No intentó rozar su cuerpo con el de ella cuando pasó por su lado. Subió las escaleras de dos en dos y se encerró en su habitación. Le puso seguro para que ninguna de las dos mujeres lo molestaran. Se tumbó en su cama y no pasó mucho tiempo para que se quedara dormido. Que día de menuda mierda, aseguró antes de dejarse llevar por el cansancio.
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The Princess [j.b.]
Fanfic❖Tercer lugar en los Worthy Awards como mejor historia de Fantasía/Ciencia Ficción. ❝Sólo despertará si llega alguien con verdaderas intenciones de ayudarla❞. Decían todos sobre la leyenda de la princesa Emma Cow...