24. ''Nuestro hogar''

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Por una última vez, Justin y Emma entraron hacia el lugar turístico que más les había gustado. Ella aprovechó. Compró varios collares con cristales, pulseras de tela o de piedras obscuras y por primera vez en días, ella se sintió tan aliviada de no saber nada de Amelia. Emma creía que su hermana había dejado de seguirlos de una buena vez. Pero se estaba mintiendo a ella misma. Era Amelia de quien estaba hablando. Inteligente, hermosa, cruel y conservadora en cuanto a sus planes.

Pero aún así Emma siguió caminando de la mano de Justin. Sabía que él estaba aburrido, la había estado acompañando a puras tiendas de mujeres y ella se había dado cuenta de las miradas que las turistas le daban cada vez que entraban a un local. Aquello le molestaba y aún más al ver como una pelirroja entraba justo después de ellos. Ella no dejaba de mirarlo.

Emma era tan buena que no podía reprocharle nada. Lo último que quería era poder parecerse a Amelia en aquél aspecto. Porque a fin de cuentas, Justin estaba con ella y no con la pelirroja de mejillas sonrojadas.

—Como se te ocurra seguir estando pegada como un chicle... —murmuró Emma harta cuando la pelirroja volvió a entrar detrás de ellos.

—Emma —le dijo en un tono que pasó de ser uno cansado, a uno de reproche, sin escuchar su pequeña amenaza—. Llevas cientos de pulseras y collares. Estoy seguro que ni te pondrás la mitad de ellos para cuando volvamos hoy por la noche a Londres.

Ella arrugó la nariz. Puede que él tuviera razón. Tal vez ella se había emocionado. Tal vez ella quería llevarse todo lo que pudiera recordar de Venecia. Había sido su lugar favorito.

—Tienes razón —y con una mirada de reojo vio como la pelirroja lo veía—. Vámonos.

Justin alzó las cejas. Era la primera vez que Emma concordaba con él desde que empezó el día.

—De acuerdo. Vámonos pues.

Y Emma, al ver como la mujer los seguía afuera, pero a una distancia que no la veían, se inclinó a los labios de Justin y lo besó durante un rato.

—¿A qué va aquello?—se separó y lo miró con ojos turbios.

Emma se encogió de hombros.

—A nada. A lo mucho que te quiero.

Vio con éxito como la pelirroja se daba media vuelta y se alejaba en la dirección contraria. Justin le dio una mirada rápida. Sus mejillas estaban enrojecidas gracias al calor de los mil demonios que hacia aquél día. Era el último de ellos ahí. Pulseras. Se la pasó comprando pulseras para Emma todo el día. ¿Pero qué mas daba? Era su Emma.

***

Londres, Inglaterra.

Estaba de vuelta a lo que era su hogar. Sentir como la fría brisa pegaba a su piel bronceada era una sensación placentera para Emma. El clima en Londres era diferente. Más fresco. Más de su agrado. Para ambos.

Justin colgó su mochila y sacó las llaves de su Mercedes. Había extrañado a su hermoso auto deportivo. Los taxis en el otro lado eran pequeños, apestaban y hacía un calor tremendo dentro de ellos. Metió ambas maletas en la cajuela y se reunió con Emma dentro del auto.

—¿Estás feliz por volver a casa? —arrancó y sintió satisfacción al oír rugir al motor de su auto.

—Si. El sol estaba ya cansándome —admitió y se sujetó su cabello.

A Justin le encantaba lo nueva y preciosa que se veía con su nuevo bronceado. Verona y Venecia la habían cambiado para bien. Se veía más joven y encantadora.

—Estás hermosa, nena —su tono hizo que Emma dejara de hacer su coleta y lo mirara con ojos sonrientes y complacidos.

—Tú tampoco estás tan mal.

Su comentario lo hizo reír. Rara vez Emma le hacia aquellos cumplidos y cuando lo hacía, Justin se sentía un maldito bastardo con suerte.

Emma sintió la nueva sensación de calidez que el hogar de Justin brindaba. El lugar se veía tan limpio y cuidado. Todo estaba en su lugar, justo como ellos lo habían dejado antes de irse. Emma dejó su chaqueta en el sillón y se giró para Justin

—¿Te he dicho lo mucho que me encanta tu hogar?

—No, no. Nuestro hogar, Emma.

Emma sintió unas fuertes ganas de llorar.

—Si, nuestro hogar —lo rodeo por el cuello y lo besó de nuevo.

Y aunque fuera tarde, Emma quiso comenzar a planear en su habitación, lo que pensaba hacerle al álbum. Tomó la cámara, puso el primer rollo que decía en manuscrita 'Paris' en un pedazo de cinta que ella puso y comenzó a ver las fotografías. Sonrió al ver en la que Justin le daba el beso en la mejilla enfrente de la Torre Eiffel. Le parecía que aquello había pasado hace ya mucho tiempo, cuando en realidad, solo hace mes y medio que habían estado ahí.

Iría mañana por la mañana a revelar las fotos de Paris, no las revelaría todas de una sola vez, porque Emma sabía que iba a costar una pequeña fortuna, y le importaba un comino si Justin decía que se lo podía costear. Ya era bastante para ella que hubiera gastado el dinero en el increíble viaje del que acababan de regresar.

Emma supuso que tal vez Justin ya estaba dormido. Apagó las luces para poder dormir ella también. Mañana comenzaría a trabajar por primera vez en su vida. Y aunque no fuera algo tan formal, le gustaba que por fin tuviera que hacer algo para matar el tiempo. Cerró los ojos y se dejó llevar a la oscuridad.

The Princess [j.b.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora