El frío se hizo mas presente. La piel de Justin y de Emma comenzaba a enfriarse a tal punto en donde ambos no podían mover los dedos, si lo hacían les provocaba dolor. Emma miraba con ojos llenos de terror hacia Amelia. Sus manos cruzadas y su sonrisa de a lado, demostraba que se estaba burlando de ambos. Esto era lo que a ella le gustaba. Provocar terror y dolor a todos, su sadismo no conocía límites.
—Aléjate de ella —la voz ronca de Justin sonó en aquella habitación tan vacía. Emma quería hablar también, pero su garganta estaba tan seca que no creía ser capaz de poder hacerlo.
Una risa se escapó de los labios de Amelia y se acercó tres pasos mas, y de nuevo, el frío aumentó.
—Tú —el dedo de Amelia apuntó hacia Justin. Por la forma en la que se movía en la habitación, Emma supo que el frío solo les afectaba a Justin y a ella—. Tú hiciste que despertara —prosiguió, su voz pasó de ser de burla, a una llena de desprecio y odio.
—Es lo mejor que he hecho en mi vida —Emma quedó muda, ¿por qué Justin si podía hablar y ella no? ¿por qué no hacia el intento? ¿por miedo? ¿miedo a Amelia? Comprendió que de alguna forma Amelia la estaba controlando y le pareció de lo más enfermo.
Su hermana soltó una carcajada. Falsa. Sin emoción. Ni alegría.
—Si bueno, no lo creo —con pasos rápidos, Amelia tomó el antebrazo de Justin. Él soltó un quejido, sintió como el hueso se retorcía y cómo la piel entumecida soltaba punzadas que se esparcían por todo su brazo, era algo incómodo y doloroso. Emma abrió los ojos al ver como el cuerpo de Justin caía al otro lado de la habitación. Los ojos verdes de Amelia miraron con victoria el verlo tirado, inerte y sin hacer nada.
—Emma —dijo su voz llena de dolor y angustia, Emma sacó las fuerzas suficientes y corrió hacia él, ignorando las punzadas que su cuerpo daba.
Se puso de rodillas y sus frías manos tocaron su rostro acunándolo.
—Justin—sus lagrimas comenzaron a caer, sin embargo, no las sentía, su rostro estaba congelado como para sentir.
—Emma —volvió a repetir con voz débil.
—Miren nada más —la voz de su hermana sonó a espaldas de ellos. Emma nunca había visto aquella expresión en su rostro. Amelia había perdido la cordura y la cabeza, el odio la había consumido—. Les contaré una historia.
—Amelia... por favor —suplicó Emma en un hilo de voz, el clima era insoportable.
—Cállate —ordenó dura—. Cuando cumplí los diecisiete años, Emma, este palacio comenzó a ser insoportable. Un día, entré a la recamara de nuestros padres —Emma abrió los ojos sorprendida. Nadie, ni siquiera ellas, podían entrar a la habitación de los reyes sin permiso o sin ningún motivo—. No te muestres tan sorprendida, Emma, tenía mis formas de hacerlo. Bueno, el caso es, que encontré entre las cosas de Elara ciertas hojas, parecía un diario. ¿De qué? De su época antes de ser reina, sobre su familia.
Emma frunció el ceño. Elara siempre había mostrado cierto aire taciturno y nunca hablaba sobre su familia anterior, la única que conoció por poco tiempo fue a su abuela. Justin volvió a quejarse por el dolor en su brazo y Emma lo tomó entre las suyas, esperando en un intento inútil, que se sintiera mejor.
—Comencé a leerlo o más bien lo robé. Durante ese día no salí de mi habitación y quien se dignara a entrar los sacaba por la fuerza. ¿Sabías que nuestra querida madre tenía una hermana?
Emma abrió los ojos. Según lo que su madre les había contado, solamente había tenido un hermano menor, pero que había muerto gracias a la plaga.
—¿Por qué tendría que creerte?
—Porque yo soy lo que su hermana era —explicó orgullosa—. Se llamaba Cassandra. Cuando fueron mayores, Cassandra se enojó tanto con Elara que terminó lastimándola sin siquiera tocarla. Así —demostrando su punto, Amelia alzó su mano, sus ojos verdes nunca se despegaron de Emma y poco a poco su larga mano comenzó a cerrarse haciendo que al mismo tiempo Emma sintiera como su garganta comenzó a cerrarse.
—¡Basta! —gritó Justin desesperado al ver como los ojos de Emma pedían ayuda a gritos. De mala gana, Amelia la soltó.
—Por lo que Elara describió, había quedado malherida. Nuestra abuela, Cornelia, fue la única testigo. Despreció a Cassandra, la mandó lejos porque según ella, su hija era una abominación. Sin preocuparse por su primogénita, Cornelia y Elara vinieron a Londres. Fue cuando conoció a Dominic, futuro rey de Inglaterra. Cornelia nunca miró atrás, al igual que nuestra madre. Vivieron con lujos en este palacio y después nací yo —sus ojos verdes flameaban como nunca antes y comenzó a acercarse más a Justin y Emma, como vil depredadora acorralando a sus víctimas—. Desde que nací, nuestra abuela le dijo a Elara que era idéntica a Cassandra. Un día que compartimos la abuela y yo, sin ser consciente, la lastimé, ¿y sabes qué fue lo interesante? Que tampoco la toqué. Lo primero que hizo fue a avisarle a la Reina, había resultado como su hija exiliada y desde ese punto, Elara comenzó a preocuparse por mí, trató de contener lo que yo era desde un principio. Cuando leí el diario, me decidí a encontrar a Cassandra.
—Amelia —Emma susurró consternada. Todo lo que creía saber de su madre lo veía ahora como una mentira. ¿Por qué no fue sincera? ¿Por qué simplemente Amelia no pudo conversar con ella?
—No necesito tu lástima, porque desde que le hice aquello a la abuela, lo disfruté. Encontré a nuestra tía más pronto de lo que quise y con los años me reunía con ella y con personas que eran como nosotras. Poderosas, superiores e inteligentes. Así que, heme aquí.
—Emma —Justin la llamó, su brazo comenzaba a tornarse púrpura por la lesión. Emma lo miró con ojos preocupados, no había nada que pudiera hacer, no sabía como detener su dolor, como hacerlo desaparecer. Seguía mareada por todo lo que su hermana le había confesado. Había tenido una tía y su madre nunca se lo dijo.
Unas manos la tomaron por detrás, sus cabellos se enredaron en las manos de Amelia y la comenzó a arrastrar lejos de Justin. Lejos del hombre que la había ayudado desde el inicio. Lejos del hombre a quien mas apreciaba y amaba del mundo.
—¡Emma! —dijo con voz asustada, estiró las manos, tratando de poder tomar su píe y Amelia forcejeó con mas fuerza.
—¡No! ¡No! ¡No! —gritó pataleando, le dolía la cabeza, sentía como unos cabellos se desprendían, haciendo que el dolor fuera aún mas fuerte. Sus jeans se rasgaron y cortaron su piel.
Emma estaba aterrada, había visto tantas facetas de Amelia, pero nunca pensó que ella hubiera podido hacer algo como aquello. La quería fuera de su vida, y esta vez Emma estaba segura que lo estaba logrando. Dejó de luchar, sólo vio con ojos tristes a Justin que se arrastraba por el piso. No lo iba a lograr y Emma lo sabía. Le sonrió débil por última vez. Giró la cabeza hacia un costado, viendo como la puerta se abría y como Amelia la internaba en la oscuridad.
—¡No, Emma! —dijo la voz de Justin presa de miedo.
Por última vez, ella lo vio, acercarse hacia la entrada de aquella puerta, sin embargo, no fue lo suficiente rápido. La oscuridad se hizo presente en los ojos de Emma. Lo único que escuchaba eran los golpes de las manos de Justin a través de las paredes. Apretó sus labios con fuerza, obligándose a no llorar.
Amelia había ganado y Emma lo sabía.
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The Princess [j.b.]
Fanfic❖Tercer lugar en los Worthy Awards como mejor historia de Fantasía/Ciencia Ficción. ❝Sólo despertará si llega alguien con verdaderas intenciones de ayudarla❞. Decían todos sobre la leyenda de la princesa Emma Cow...