Le parecía todo demasiado irreal, como un sueño. Nunca en su vida, Justin se hubiera imaginado que la princesa Emma se encontrara sentada en su sala en estos mismos momentos. Justin vivía en un departamento, que él siempre lo había considerado grande para el solo, solamente lo había comprado porque sabía que no iba a conseguir ninguno otro en la zona. Todos los edificios ya eran antiguos, pero seguían conservando la clase y elegancia. El suelo era de mármol, el piso de la cocina era piedra negra y en la sala la pared de la chimenea era de ladrillo, eso fue lo que a Justin le gustó en primer lugar. No sabía que decirle a ella, Emma estaba sentada en silencio, con las manos entrelazadas en su regazo. Miraba por la ventana el movimiento que ocurría en las calles de Londres. Los coches pasaban a gran velocidad y personas esperaban su turno para poder cruzar la calle. Otra cosa que a Justin le gustaba de su departamento era que vivía en el último piso, su sala tenía un ventanal que desde el sillón podías alcanzar a ver hacia la calle y los demás edificios.
—Es increíble —dijo Emma una vez que se giró para verlo—. Esto solía ser el campo de los agricultores. Lo recuerdo bien. Este era el lugar que más visitábamos... ahora está tu casa. Muy acogedora —le hizo una leve reverencia con la cabeza que lo hizo sentir incómodo.
—Gracias —Justin realmente no sabía que lenguaje usar con ella—. Haré café.
—¿Café? —frunció el ceño y se enderezó—. ¿Qué es café?
—Ayuda a despertar. Creo que te gustará.
—Yo tomaba el té —le dijo lo obvio.
—El café es mejor. Ahora vuelvo.
Aquél hombre se levantó y desapareció detrás de la pared. Emma recorrió con sus ojos el gran hogar de Justin. Limpio y ordenado. Bajó la cabeza hacia la extraña ropa que estaba usando. Eran, ¿pantalones? Si, recordó que fue eso lo que Justin le dijo. Eran muy ajustados, pero tan cómodos. Emma se podía mover libremente. Saltar, alzar ambas piernas sentada, mientras que con sus vestidos ajustados, apenas y se podía mover. Lo mejor para ella eran aquellos zapatos bajos llamados Converse. Eran tan planos y cómodos que inmediatamente fue el calzado favorito de Emma. También tenía un suéter, que le quedaba demasiado grande, pero era cálido y cómodo para ella. A Emma le sorprendió como es que la vestimenta pudo cambiar en tres siglos.
—Listo —Justin volvió a hacer su aparición y le entregó un vaso con un líquido negro dentro.
Ella frunció el ceño. ¿Líquido negro?
—Como que agua negra.
—Así es el café —dijo divertido—. Pruébalo.
Ella indecisa se llevó el vaso a sus labios. Justin no pudo evitar verlos. Emma inspiró el humo que desprendía, tenía un olor fuerte. La necesidad que ella tenía de descubrir más era grande, que con un sorbo tomó de aquella sustancia negra.
Le pareció asqueroso.
Hizo mueca de disgusto. El sabor era amargo para ella. Demasiado amargo. No tenía ni una pizca de dulce en él. Miró a Justin con una mueca.
—¡Sabe mal! Esto no tiene azúcar —dejó el vaso en la mesita del centro sin ganas de probar nunca más aquél líquido negro—. Gracias por la ropa. Mucho más cómoda.
—Es mejor que te compre más. Solo tengo esto.
—¿Comprar? ¿Cómo que comprar?
Justin rió.
—Si. Hay lugares en donde compras lo que tienes puesto ahora.
—¿De verdad? A mi me la hacían a la medida.
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The Princess [j.b.]
Fanfic❖Tercer lugar en los Worthy Awards como mejor historia de Fantasía/Ciencia Ficción. ❝Sólo despertará si llega alguien con verdaderas intenciones de ayudarla❞. Decían todos sobre la leyenda de la princesa Emma Cow...