40. ''Confianza perdida''

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Justin no podía tener la certeza de en qué punto de la tarde se había quedado dormido, abrió los ojos para encontrar su habitación a obscuras, su cama hecha un desorden porque él solía moverse mientras dormía y agudizó su oído por si escuchaba las voces de Emma y Jean. Se había comportado como un verdadero desgraciado, con ambas, y no lo podía negar, pero no sabía si debía de disculparse porque lo que él sintió cuando volvió a ver a su madre, sería una sensación que no podría borrar por mucho tiempo. 

Gruñendo se bajó de la cama, sus píes descalzos recibieron lo frío del piso y aún sintiéndose cansado Justin se colocó unos calcetines. Abrió la puerta con cuidado, Emma tenía el oído muy bien desarrollado y escuchaba cada detalle por más mínimo que fuera. Las luces del pasillo estaban encendidas, la puerta de la habitación de Emma estaba entreabierta y con sigilo se acercó para ver. Emma no estaba ahí, su cama estaba ordenada y retomó su camino hacia la parte de abajo. 

Al llegar el ambiente se le hizo horrorosamente silencioso, las carcajadas de Jean no se escuchaban, la voz de Emma tampoco y al entrar en la cocina, se encontró con una nota sobre la barra. Era la letra de Emma, su caligrafría era perfecta e indistinguible. 

Salimos a cenar. Nos vemos. 

Justin frunció el ceño ante tal nota. Era poca información, ni un te amo, nada. Justin podía sentir el enojo de Emma o hasta incluso decepción hacia él por como la había tratado. Le frustraba no saber desde cuando ambas se habían ido porque conociendo a Jean, Justin sabía que su hermana era fan de los clubes nocturnos y Emma nunca ha ido a uno porque él estaba seguro que no sería su ambiente favorito. 

Abrió el refrigerado cuando su estómago rugió, habían sobras de pollo y pasta, así que se calentó ambos. Sentía una soledad que hace tiempo no experimentaba, Emma no estaba, Jean tampoco y hace mucho que no se sentía así de desolado. Este día fue una menuda mierda, pensó él mientras cenaba solo, nada había salido como lo planeó desde que supo que volvería a ver a su madre, la confianza en sí mismo se había desvanecido y de nuevo la odió, con intensidad, con rencor, con todo el coraje que llevaba cargando desde que tenía 13 años. 

Justin quería mandarle un mensaje a Jean pero no quería quedar como el hermano que rogaba perdón o como un hombre desesperado que no le gustaba estar sin compañía. Su cena solitaria ni siquiera la disfrutó, lavó los platos y subió hasta su habitación para lavarse los dientes. Ya aseado fue cuando escuchó voces provenientes del piso de abajo, bajó con pasos lentos aunque se quedó a mitad de camino porque quería escuchar la conversación de ambas. 

—Jean has cometido un grave error. Estás muerta —dijo Emma con voz ronca, preocupada. 

Justin frunció el ceño y se aferró al barandal. 

—Él tiene que entender, Emma, por eso la traje aquí —contestó Jean muy decidida. 

El corazón de Justin se aceleró por ello, su hermana era tan inoportuna y siempre hacía lo que se le daba la gana, sin importarle lo que él pensara sobre el tema. El principal ejemplo eran todas las veces que llegaba a su hogar sin avisar pidiendo hospedaje. ¿Qué es lo que Jean hizo esta vez? 

Un silencio insoportable se escucho en seguida hasta que escuchó su voz. 

—Creo que... fue un error venir aquí. 

Era su madre. Estaba aquí. En su casa. Y sin su maldito permiso.

Furioso y sin poder contenerse, Justin bajó corriendo las escaleras, sentía sus orejas ardiendo y comenzó a respirar aceleradamente. Las tres mujeres al verlo enfrente suyo, abrieron los ojos, sobretodo Jean, quien no se atrevió a verlo por más tiempo. En cambio Emma se mordió el labio y negó con la cabeza, retirando su mirada después. Stella sonrió incómoda, su labio temblaba y Justin estaba seguro que se echaría a llorar enfrente suyo. 

—Qué demonios estás haciendo en mi casa —gritó con furia y sus ojos se enfocaron en Jean, quien cerró los suyos con expresión dolorosa—. ¡Es mi casa, Jean, joder! ¡No tenías ningún maldito derecho!

Jean de nuevo estaba llorando y a Justin no pudo importarle menos ser el causante de su dolor y angustia. 

—¡Te he abierto las puertas millón de veces, Jean, esta vez te has pasado! Lárgate —finalizó ahora dirigiéndose a Stella. 

Emma se interpuso cuando él dio un paso hacia la mujer que le dio la vida, lo detuvo solamente por aquella mirada tan fría y seria. 

—No te atrevas, Justin. 

—Mi casa —puntualizó él rojo de furia—. Es el único lugar en el que pudo estar en paz y... ¡a la mierda! 

—Justin —susurró Stella—, lo siento mucho... yo... quería volver a verte. Por favor... 

—¡No, joder, no! Te lo he dejado en claro, Stella, no quiero saber nada de ti. 

—¡Justin! —gritó Jean. 

—Cállate —rugió—. ¡Cállate de una buena vez y deja de querer controlar mi vida! Creo haber dicho que te largues. 

—No me iré a ninguna parte —Stella se plantó en el piso con valentía. 

—Entonces me iré yo. 

Dirigiéndoles una mirada a las tres, se digirió hacia la entrada dando grandes zancadas, las llaves de su auto estaban colgadas en donde mismo y las tomó de un sólo movimiento. Una mano se posó en la suya, aquella suavidad sólo la tenía Emma y con ojos desafiantes él la miró. 

—Justin... no te vayas por favor. 

Él la miró de arriba abajo con decepción y negó con la cabeza mientras retiraba lentamente su mano. 

—No puedo creer que me hayas hecho esto, Emma... la confianza que te he tenido... Dios, no puedo verte... déjame. 

Los ojos de ella se aguadaron en cuanto dijo eso, lo miró dolida y sus hombros se dejaron caer a forma de derrota. Justin abrió la puerta y se quedó un momento de espaldas. 

—¡Lo siento, lo siento tanto! —imploró ella a sus espaldas. 

—No quiero hacer una maldita escena ahorita... 

—Quédate, no me dejes. 

Justin la miró por encima de su hombro y se obligó a retirar la mirada cuando la vio llorar. Cada que Emma lloraba Justin no podía contener el impulso de abrazarla con fuerza. 

—Has hecho algo... imperdonable. ¿Cómo pudiste traerla aquí? Joder, Emma, no tenías ningún maldito derecho. 

—¡Mírame! —rogó pero Justin la ignoró—. Lo siento... es sólo que no soporto verte así, tan lleno de odio, el rencor no es bueno en ti, Justin, has cambiado y odio eso. 

—¿Y crees que trayendo a mi madre haría todo mejor? —rugió girando su cuerpo para verla—. Qué equivocada estás. 

—Si yo tuviera esta oportunidad... la tomaría sin dudarlo. 

Justin puso los ojos en blanco. 

—He dicho que no quiero hacer una escena —miró hacia Jean, quien mantenía su boca tapada y no dejaba de verlo con exagerado arrepentimiento—. No pienso cambiar, ella me dejó, me convirtió en un niño roto y aquello nunca se lo perdonaré. 

Lo dijo en voz alta con el propósito de que Stella escuchara. 

—¡No seas pesado, Justin! 

Él la ignoró porque simplemente ya no tenía las fuerzas para seguir discutiendo, su estado emocional estaba agotado, quería alejarse de ahí y eso hizo. Emma gritó su nombre desesperada pero Justin no se giró. Había roto su confianza y la comodidad que tenía en su propia casa. 


The Princess [j.b.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora