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Prólogo

Otro día más.

Cinco de la madruga y una azabache arreglaba su tan preciado uniforme. Limpiaba su placa con esmero, la alegría exponiéndose junto a la sonrisa en su rostro mientras tarareaba una canción enérgicamente.

A veces se asustaba de sí misma. ¿Qué clase de ser humano puede estar tan feliz por ir a trabajar cada día? Ninguno, al menos en la ciudad. Pero ahí estaba, preparándose para el nuevo día que se aproximaba y dispuesta a hacerlo valer.

¿Qué mejor manera de aprovecharlo sino buscando a Los Akumatizados?

Un nombre un poco ridículo. “Los Akumatizados”. Le hacía gracia que una frase tan... Idiota fuera la que definía al grupo de criminales asesinos más grande y temido en París. Y Francia entera, para qué negarlo.

Las investigaciones en las que trabajaba día y noche desde hacia meses no le habían dejado demasiada información. Nada más que veintiséis bandidos, a cargo “Chat Noir”. Este un joven rubio de ojos verdes con instintos felinos, su traje criminal siendo una representación de lo mismo. Sus compañeros delincuentes poseían diversos poderes, prácticamente mágicos, los cuales se adaptaban a sus personalidades. Eran todos los datos que parecían tener, y en sus manos, parecían no llevar a ningún lado. Parecía un mal cuento de hadas distópico, pero las pruebas no dejaban más opciones.

Y quizás debería hacer como toda la policía de su país y dejarlo estar, pero no entendía como podían simplemente desviar la mirada cuando cada noche - o incluso día - se encontraba un nuevo cuerpo. Un cuerpo cuya vida había sido arrebatada con todo menos piedad.

A lo mejor para los demás era sencillo enfriar la cabeza y el corazón, pero para ella no. Lo intentó, después de todo eran órdenes del jefe, pero no pudo. Y jamás podría fingir que no tenía idea que veintiséis idiotas psicóticos estaban matando a su gente. Jamás.

Lluvia caía, ella sin su motocicleta por un pequeño accidente se hallaba corriendo por las calles. Un chico rubio corría de igual manera en las mismas condiciones que la joven, lanzando maldiciones al cielo por tener su convertible en la automotora.

La  azabache no paraba, sus pies dolían por los tacones que había escogido para la jornada. Vaya día para no ver el clima.

Por fin se detuvo bajo un techo, tratando de coger el aire que faltaba en sus pulmones. A su lado llegó el rubio, cansado y mirando asustado el cielo que acababa de soltar un trueno.

– Demonios. – maldijo él en voz baja. –Papá me matará. – Ella lo miraba de reojo, tenía el mismo problema. Resignada, soltó un suspiro y cerró los ojos. Él giró su vista, topándose con una azabache que portaba un vestido y tacones altísimos, carpeta en mano y sus párpados cerrados. Al sentir la mirada de su compañero, abrió un ojo para observarlo, obteniendo de respuesta un cambio repentino del chico, el cual sólo giró la mirada al frente. – ¿Tienes frío? – Que pregunta mas estúpida.

– S-sí. – contestó ella a duras penas. – No sabía que llovería. – suspiró y sonrió levemente antes de continuar. – Espero que pase pronto.

– Igual yo. – añadió el rubio. – Disculpa la pregunta, pero... ¿Trabajas en una empresa? – ella rió suave, lo cual dejó asombrado a su inesperado y desconocido acompañante.

– No, soy policía. – la cara del rubio cambió rápidamente, mostrando una mueca de verdadero temor.– Tenía una reunión y... Aquí me tienes. – señaló desde su cabeza a sus pies. – Toda empapada. Tengo muy mala suerte y comienzo a sospechar que tú un delito que esconder.

El tono bromista, su sonrisa y sus ojos hicieron que relajara su cuerpo, permitiéndose sonreír de igual manera y responder.

– De pasado criminal no conozco nada, pero dudo que seas la única con mala suerte aquí . – inclinó levemente su cabeza y estiró la mano en su dirección. – Adrien Agreste. – ella miró su palma pálida un segundo y volvió a sus ojos, tan verdes como nunca antes había visto unos. Simplemente hipnotizantes.

– Marinette Dupain Cheng.

Romance Asesino [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora