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"Apuestas son apuestas"

- Robo en el Banco Central. Uno de los guardias fue lesionado de gravedad y actualmente se encuentra internado en el hospital. Las grabaciones mostraron que el criminal no tenía ni la mínima intención de esconderse y mantenerse en el anonimato, pues en ellas podemos ver como hace claros gestos de burla hacia el dispositivo. Por su vestimenta, las autoridades afirmaron que se trata de The Bubbler, uno de los miembros de la banda Los Akumatizados. La pregunta que todo París se hace en estos momentos es, ¿algún día recuperaremos nuestra seguridad?

Apagó la televisión mientras bebía un sorbo de su café. Soltó un suspiro y se levantó de su asiento. Como le gustaría no tener que ver las notificias cada mañana.

- Hoy volveré tarde, Tikki. Mamá tiene mucho trabajo. - se puso en cuclillas para acariciar la pequeña y suave cabecita de su cachorra a modo de despedida. - No rasguñes la puerta, ¿mhm? - se quedó admirando la paz y tranquilidad del animal por unos segundos, sintiéndose tonta por envidiarla. Ella no sabía de grupos asesinos y no tenía mayores preocupaciones, en todo caso. Era válido tener un poquito de celos.

Tomó sus cosas y abandonó el departamento en silencio. Escogió bajar por las escaleras como ya era costumbre y en un par de minutos se encontraba cruzando la recepción del bloque.

- ¡Marinette! Wow, impecable como siempre. - habló Claude, el conserje del mes. Ella rió suavemente y se despidió con la mano.

Cualquiera que la viera juraba que iba en un auto cuyos años eran del siglo pasado, pero eso estaba muy lejos de ser real. Una motocicleta y un automóvil de última generación para salir con sus amigas ocupaban dos espacios en el amplio estacionamiento del edificio. Subió a su transporte personal, peinó su cabello a un lado y se colocó el casco. Encendió el motor y aceleró sin pensarlo demasiado.

El viento fresco le movía los mechones sobre los hombros, despeinandola e incómodandola mínimamente. En serio quería que este fuera un buen día, pero después de ese boletín sería difícil mejorarlo.

Cuando llegó a su destino, se apresuró a acomodar correctamente su cabello azabache y las pertenencias que traía consigo para luego subir con rapidez las escaleras.

- Hola, Alya. ¿Aún de turno? - saludó con una sonrisa a su amiga, quien parecía aún no acostumbrarse a los trasnochos.

- Sí, maldición. Fue una loche noca. ¿No viste las noticias? -preguntó la morena con voz cargada en cansancio.

- Desgraciadamente, sí. ¿Te tocó hacer el informe? - murmuró con desgana, entendiendo un poco el agotamiento de su amiga.

- Mhm, está bien. No tengo quejas. Prefiero eso a tener que ir a terreno. Sé que estás aburrida de esto, de ellos, pero tengo fe en que los detendremos. No te preocupes. - sujetó su mano pálida con el fin de ahuyentar los claros malestares de la azabache. Ambas sonrieron e hicieron su típico saludo que no se había modificado desde la secundaria. - Ahora toma asiento que viene Damocles, y no tiene muy buen humor hoy. - Marinette hizo una mueca y se dirigió a un escritorio cercano desocupado.

Una, dos, tres, seis horas pasó encerrada en su oficina no haciendo más que mantener su cabeza entre sus manos y juguetear con un lápiz.

- ¡Dupain! - la inconfundible voz de Damocles la llamaba. Pegó un salto y caminó hasta su oficina. - Señorita Dupain... - su mano acolchadita se estiró en su dirección, como si esperara algo mientras levantaba y bajaba sus cejas continuamente. - Perdió una apuesta.

- Lo sé, pero... Señor, sin ofender, ¿usted no estaba a dieta? -lo último escapó de sus labios un tono más bajo, casi en un balbuceo en el vago intento de disimularlo.

- ¡Señorita Dupain! ¡Apuestas son apuestas! - añadió aquel hombre robusto.

- Está bien, Jefe. Pero... -dio una pausa dando énfasis en su negación. -... no haré más apuestas con usted. - sonrió y se dispuso a abandonar la oficina.

- ¡¿Y mis croissants?!

- ¡En el almuerzo! - un suspiro abandonó sus labios tras dar en respuesta, para luego apoyar las manos en el escritorio con una expresión abatida.- Necesito croissants urgentes.- suspiró y se tiró a la silla giratoria de Sabrina. - Dato: no hagas apuestas con Damocles. - la pelirroja rió tímida y asintió con la cabeza.

- Y... ¿Cómo era la apuesta? - cuestionó, curiosa, la muchacha. Marinette suspiró una vez más y se dispuso a contar la historia.


Había ocurrido hace unos días, aquella desgracia. Los informes habían sido redactados y aceptados, nadie llamaba ni se presentaban mayores emergencias.

Aún faltaban un par de horas para que se turno terminara, sin embargo no hacía más que observar como la punta del lápiz se escondía y exponía nuevamente al golpearlo una y otra vez contra el escritorio.

En medio de su aburrimiento, el señor Damocles le mandó a llamar, solicitando su presencia en la oficina rápidamente. Después de consultarle si se encontraba ocupada trabajando y recibir una negativa como respuesta, planteó una apuesta. Un juego de cartas en el que se peleaban unos deliciosos croissants.

Nadie podía decir que Marinette era mala para el juego. La verdad era bastante buena, pero siempre hay mejores que uno y Damocles era muchísimo mejor que ella, haciendole aceptar la nueva deuda que pesaba en sus manos.

- Wow, lo siento, Mari, pero me temo que has sido vencida por el jefe. Si te sirve de consuelo, estoy segura de que me ganarías. Soy pésima en ese tipo de juegos.

- ¡Pero nunca me ganarás a mi! - ambas escucharon la burla lejana del mayor, provocando risas entre ellas y demás colegas en la recepción.


Romance Asesino [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora