• Cap 9 •

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Marinette estaba en el balcón de su apartamento ordenando algunas cosas mientras tarareaba una canción. Al terminar, bajó a la cocina y tomó un bote de helado junto a una cuchara. Volvió a subir y se sentó al aire libre. Estaba quedándose dormida hasta que su sueño se vio interrumpido con un jovial y alegre grito.

— ¡Hola! — la azabache saltó en su lugar. Abrió los ojos y ahí estaba él, colgando de cabeza en frente de ella.

— Chat Noir, ¿qué haces aquí?

— Lo que hago todos los días, Pinky, ¡tratar de conquistar el mundo! — respondió él.

— Sí, ya, supongamos que lo tomé en serio.

— ¿Vamos a dar una vuelta?

— Nop.

— ¿A un restaurante? Me sale gratis.

— ¡No!

— ¿A un parque? Amo los parques, vamos a ese que tiene colinas. Me gusta rodar por ahí. Ya vamos Mari ¿sí~? — rodó los ojos y suspiró.

— Pasa. ¡No rompas ni toques nada!

— Oh, claro. — dijo mientras dejaba un chocolate mordido en el escritorio. — Delecioso. — habló con la boca llena. Marinette lo fulminó con la mirada y bajó las escaleras.

—  Bien, toma. — Chat extendió sus brazos mientras sonreía como niño pequeño. Ella colocó una manta encima y tomó una canasta — ¿Te gusta la fruta?

— Prrrr supuesto, mi Lady.

— No me digas "Mi Lady".

— Bien, bien, no te enojes. ¿Me preparas un sándwich?

— ¿Qué ? No, hácelo tú.

— P-pero...

— ¿Pero qué?

— Y-yo no sé pr-preparar un san-sándwich.

— ¡¿Qué?! Chat, ¡es colocar jamón y queso en un pan!

— A mi no me gusta así. — rodó los ojos y suspiró rendida.

—  Bien, ¿cómo quieres el sándwich?

— ¡Chat, ya déjalo!

— ¡Este es el mejor día de mi vida!! Auch. ¡Amo la piña! — el supermercado estaba vacío. Al ver entrar a Chat Noir todos salieron corriendo. Para Marinette no era problema que no hubiera cajera, ya que ella sabía como sacar la cuenta y ese tipo de cosas.

— ¡Chat Noir, ven aquí!

— ¿Por qué?

— ¿Acaso no viste toda la gente que se fue sólo porque estabas aquí? Podrían llamar a la policía y...

— Tú eres policía.

— Pero no tengo mi placa aquí. Apuremos y... ¡Aaah! ¡Bajame! ¡Bajame! — Chat la levantó por la cintura y la sentó en la baranda del carro. — ¿Qué crees que haces, gato tonto?

— Divertirme un poco. Sujetate.

— ¡No! ¡Bajame de aquí! Soy muy chiquita. No toco el suelo,  ¡no toco el suelo!

— Relájate ¿sí? — ella asintió mientras respiraba agitadamente. — Bien, vamos por bebidas, pan, papitas, más comida, más bebida, más comida y...

— No quiero engordar.

— ¡Pero si no engordas!

— Eso es una total... — comenzó a pensar, en verdad no mentía. Era de esas persona que come y come y no engorda. —-Verdad.

Romance Asesino [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora