Capítulo 3 "La Primera Lección"

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Otabek, todavía dudaba.

¡Es que ese ruso lo tenía entre la espada y la pared!.

-¡Yo te enseño todo lo que sé de patinaje en hielo, y tú me enseñaras a jugar hockey!

Y Otabek aceptó.

Quizás es una locura, quizás más tarde se arrepentirá.

Pero valía la pena intentarlo.

Luego de aceptar el trato del ruso, se despidió y siguió su rumbo.

En el mundo de Otabek, no hay mejor forma de pasar una estresante tarde, que ayudar a los animalitos.

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-¿Yuratchka porque tan alegre?- el abuelito de Yuri lo vio entrar con una sonrisa poco habitual.

Si le contaba al abue que volvería intentar jugar hockey, probablemente lo regañaría como aquella vez. Y el abuelo no está para malos ratos.

-Nada abue, solo que conocí a alguien- soltó aquello sin pensarlo.

Maldiciéndose a sí mismo por su estupidez.

-¡Yura!- acariciándole el cabello- espero que no tardes en presentármela

-¡Abue!-Yuri ya se estaba empezando a sonrojar.

-Ajajaja mi Yura, lávate las manos y ven a comer!

Y Yuri, aunque pareciera una imprudencia, se preguntaba que diría su abuelito si le dijera que no es ella sino el.

Frente al espejo del baño, se cacheteó dos veces antes de salir.

-¡Pareces una quinceañera Yuri Plisetsky!- se dijo así mismo enojado.

-Casi lo eres- diría Víctor.

-Víctor ese idiota- acordándose de cierta cosa que lo incomodó.

-¡Yuraaa no te demores!

-¡Ya voy abue!

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-Beka, ¿Qué paso?, ¡llegas tarde!-
-Nada, es solo que tuve que pasar a llenar combustible y ya sabes cómo está la fila.

-Bueno, por favor, ¿te puedes quedar en mi puesto?

-Claro

Otabek, en el refugio, es el encargado de mantener la higiene de los animales.
Ama lavar perritos y cuidar caballos.

Los gatos no le agradan, cree que son unos manipuladores con sus ojos grandes que dan miedo.
Su mejor amigo Alex, es alérgico a la mayoría de los animales, aunque Otabek cree que lo dice para no acompañarlo.

El kazajo-ruso, ahora mismo, se encuentra en el mostrador para recibir a quienes llevaran animalitos en peligro, o que quisieran cuidar y adoptarlos para darles un nuevo hogar.

La persona que entró, se quitó los lentes de sol y observó con curiosidad a quien estába detrás del mostrador.

Le resultaba extrañamente conocido.

Otabek se percató por el sonido que hizo la puerta, que alguien había entrado.

-Buenas tardes, en que puedo ayudarle- levantó su cabeza para ver a quien saludaba -¡Víctor!-

-Woo Otabek, ¡Que sorpresa!- su sonrisa de corazón no se hizo esperar.

Le tendió la mano (sí esa misma mano que horas antes había apretado el rubio)

¿Patinemos? NO!!  ¡Juguemos!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora