NO HAY MÁS QUE AMAR.
No podría importarme menos tu presencia en mi vida, y es increíble cuán agradecida estoy de que por fin hayas decidido de qué lado estás.
Mírate, tan arrogante y petulante.
¿Cómo llegaste a gustarme?
Aún no lo comprendo.Sólo admito que la danza de tus caderas me volvieron a hipnotizar... Mierda, entonces ahora entiendo todo.
Quizás fueron tus enormes pestañas que enredaron mis pensamientos, o tus ojos cafés que me miraron por unos microsegundos, quizás fueron tus labios al pronunciar mi nombre incorrecto, o tu risa al diculparte mientras corregías tu hermoso error.
No puedo evitar no florecer de amargo amor cuando te veo aunque tú ni siquiera lo notes.
Eres como ése amor detestable, el incomprendido, poco probable, desastroso y hasta asqueroso. Pues nuestras vidas no encajan de ninguna forma, por donde se mire, nosotras no encajamos...
Pero deseo poder rozar mi mano en tu abdomen mientras escucho tus suspiros acelerados y proclamas tus ansías de volverte mía por unos minutos.
Me gusta imaginar tu cuerpo sobre el mío.
Por más sucio que suene.
Por más asqueroso que sea al pensarse.
Pero no puedo evitarlo...
Tu cuerpo es tan deseable y tu mente tan detestable. ¿Lo ves? No tengo elección.
No puedo amar tu cerebro, porque no lo hay... Sin embargo tienes esas prominentes caderas y aquellos enormes pechos que tapan la dura verdad de tu bajo coeficiente intelectual.
¿Lo entendiste? ¿O te vuelvo a explicar?