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Pasaron al menos cinco minutos y ya podía estar segura de que nadie se encontraba al otro lado de la puerta. Tampoco oía murmullos, por lo que se dispuso a salir. Observó a ambos lados para asegurarse y nada.

Suspiró aliviada, recordando vergonzosamente como fue que terminó allí, encerrada con Peter y besándose.

¡Demonios! No tenía tiempo para esas cosas teniendo en cuenta debía concentrarse al cien en sus pruebas si no quería terminar fuera de allí.

Giró por una esquina, siguiendo sus instintos ya que no podía asegurar del donde se encontraba exactamente, todo lo que veía no era más que paredes. Su sorpresa fue grande al chocar contra el pecho de un chico que le llevaba unos veinte centímetros más. Su cara no demostraba precisamente felicidad al verla mientras cruzaba los brazos.

—¡Oh, dios!, ¡Me has asustado Tobias! —llevó su mano a su corazón, sintiendo sus rápidas palpitaciones.

—Dime que no estabas encerrada con Peter en ese cuarto.

Ella lo miró intensamente y con sorpresa. Debió suponer que los había seguido, parecía ser que no le despegaba la mirada de encima. Por un momento vaciló ante su respuesta, sin embargo, terminó sonriendo con sorna. Cruzó sus brazos al igual que él, por debajo de su pecho.

El que calla, otorga, ¿no?

—No podéis escaparos cuando  queréis por un calentón. Eric no estará feliz con eso.

Rodó los ojos, sabiendo que simplemente él buscaba excusas al no tener un argumento concreto para evitar que se siguiera viendo con Peter. Algo estúpido, dado que ambos son iniciados y se ven en cada minuto del día. Además ella misma se había planteado rechazarlo si se presentaba otra situación así.

Pero claro, en cierto modo le gustaba ponerle los pelos de punta a su hermano mayor.

—Realmente no me conoces si crees que me importa algo de lo que Eric me diga.

—A ti tal vez no, pero ¿y Peter?

—Oh vamos, ¿Estás chantajeandome? Tú si que sabes como ganarte mi odio.

Ante su repentina respuesta suspiró con pesadez, llevándose una mano a su sien. ¿Qué era lo que hacía? Solo lograba que la chica le cogiera más rencor del que ya le tiene y eso no le convenía en nada si quería arreglar las cosas con ella.

—¿Sabes qué? Tienes razón —dijo, no teniendo muy claro si sus siguientes palabras serían las correctas—. A partir de ahora prometo dejarte en paz, eres libre de hacer lo que quieras. Me alejaré, si eso es lo que quieres.

Sin más se dio la media vuelta y se fue alejando de ella, la cual había quedado atontada por sus palabras en cuestión de segundos. Analizándolas para terminar de entender lo que acababa de pasar.

¿Alejarse..?

¿Irse..?

¿Otra vez..?

..Imbécil..

Divergente [Peter Hayes]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora