PARPADEO 6

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Cuando terminamos de descargar la Pick Up, por fin nos tomamos un descanso para beber un refresco en la cocina, bajo los fluorescentes nada naturales que solo podrían ser de Hattusa, la ciudad de las estrellas. Una ciudad cargada de gente fumadora por el estrés del trabajo, cientos de coches a todas horas y personas de mal humor casi por lo mismo que lo de fumar.

La verdad es que no le veía la gracia a eso, pero supongo que era como una serpiente que se muerde su propia cola, primero unos pocos vienen, consiguen fama y luego lo intentan otros porque ven que surte efecto, entonces cada vez hay más y todavía no lo entendía, porque podía asegurar que el clima de una pequeña ciudad escondida entre la niebla era mucho mejor que ese, que te hacía sudar como un cerdo y desear llegar a casa para encender el aire acondicionado.

–¿Ocurre algo, mamá?

–¿No te preguntas por qué tardé tanto tiempo en contarte todo esto? ¿Por qué no antes? Merecías saberlo porque es tu vida.

–Me pregunto muchas cosas, pero esas no son mi mayor prioridad. ¿Por?

Suspiró.

–Todo esto es surrealista, lo sé y siento que tengas que vivirlo. Pero con Thomas a nuestro lado tenía miedo de que moviese ficha si te enterabas de todo –dejó caer la mano en picado hasta su pierna, sacudió la cabeza–. Es una estupidez. Pero en aquellos instantes me pareció lo mejor. Nunca he sido una madre muy buena, así que todavía no estaba preparada. Creo que el chip ese todavía no se me ha activado, y eso que han transcurrido ya unos cuantos años...

La cogí del hombro y tiré un poco para que me mirase a los ojos.

–Eh, no. Eres una buena madre, lo que pasa es que eso es lo que hace el miedo. Nos distorsiona la vista para tomar elecciones erróneas porque si no, el miedo moriría. ¿Y qué sería de él?

–A veces me recuerdas tanto a él de joven... –acarició mi mejilla y se retiró.

No dijo nada, solo sé que desapareció de la cocina, así que cogí mis cosas y las metí en una pequeña mochila. ¿Dónde estaba el parque? No tenía ni idea, pero sabía que necesitaba ir allí, y lo iba a conseguir, el problema era que todavía no sabía ni cómo.

Pero ya vería, porque no se puede cruzar un puente si no se ha llegado a la mitad ¿no?

[...]

»Tengo una duda que siempre carcome mi mente. ¿Qué es lo que hace que las nubes estén siempre tan tristes? Ya sabes, de colores grisáceos, hasta que terminan por descargar su torrente de lágrimas sobre nosotros, quienes somos más miserables que ellas.

Creo que esto se debe a que están enfadadas entre sí, vienen en grupos pero las unas a las otras no se soportan. Porque mira en cambio al Sol. Siempre tan radiante cubierto por su manto de rayos de luz, y eso que está tan solo.

Supongo que aquí se puede aprender algo que toda la vida nos han dicho: Mejor solo que mal acompañado ¿y no lo crees así? «

¿Verdad que dicen que nada más te trasladas conocerás gente nueva? Pues para mí era mentira, vamos, no se me aplicaba el cuento ni de coña. Porque yo me sentaba en un banco, y escribía en el diario, y escribía, y escribía hasta que terminaba por dolerme la mano. Pero no, nadie me daba con la pelota por error, o nadie se atrevía a decirme un simple hola.

No sé, creo que estaba rodeado de clichés, pero yo tenía un escudo contra ellos. Y una parte de mí querría vivirlos, pero la otra los veía como algo estúpido.

Cerré el diario con más brusquedad de la intencionada, de veras que no lo había hecho a posta, pero a veces no controlaba mi fuerza cuando comenzaba a enfadarme.

Quizá nadie se me acercaba porque era un bicho raro, o porque no tenía pinta de accesible, todavía no lo tenía muy claro.

Pero había tanta gente acercándose a otros peores que yo, que me hacía sentir demasiado impotente.

Negué con la cabeza y me fijé en un punto mirando hacia el frente, mi vista se nubló, y pude viajar hasta donde estaba Enid. Seguro que ella ya mantenía una relación con algún chico, sí, y eran felices. Y...demonios.

A quién quería engañar.

El último día se veía destruida, de verdad. Recomponerse le llevaría un tiempo, olvidarme y todo eso. Porque las personas rotas tienden a hacer sufrir a las de su alrededor, y eso me había ocurrido a mí, yo le hice sufrir.

Ahora yo estaba reparado, pero ¿ella?

Esperaba que también, aunque no se sintiese así.

Eso era una estupidez. Me puse en pie y volví al apartamento. Ese traslado era estúpido, me estaba pasando lo mismo que a Mildried. Ella cuando se fue pensó que sería para ir a mejor, pero no tardó mucho en darse cuenta de que si en Moonlight Falls no era mucho, en Hattusa no era nadie.

En aquellos instantes no era nadie. Antes al menos era el amigo de Enid, la persona de la que Enid se enamoró, ahora solo era el hijo enfermo de Samantha DeLauren.

El nuevo que nunca llegaría a ser...alguien.

Tempus imperfectumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora