PARPADEO 8

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Tres meses después...

Cada noche miraba el mismo mensaje torturándome y preguntándome qué era aquello que no vi en ella que ahora me hacía tanto daño.

»No vuelvas a enviarme una carta nunca más en tu vida, tus excusas me dan igual y cuando acabes de escribir ese estúpido diario envíamelo. Te lo devolveré cuando lo termine, por cierto. Oh, y podrías haberme dicho que eres gay.«

Sabía que estaba herida, pero...yo creía que era distinta. Cuando alguien está enfadado no debería cargar mierda contra los que le importan, y ella había hecho eso conmigo. No volvimos a hablar desde mi mudanza, tampoco le envié ninguna carta más, en cierta parte por ese mensaje, y también porque no se la merecía.

Una parte que me dolió muchísimo fue que invalidara mi bisexualidad, o sea, yo me había desnudado hablándole del amor que sentía hacia Dom y ella en cambio me llamaba homosexual. Cuando era evidente que podía enamorarme de ambos.

¿Acaso se creía que todo lo que le había dicho era falso?

Era algo que no entendía. Cuando constatas que eres bisexual, solo por el hecho de que te guste tu género contrario te tachan de gay, claro, los ignorantes. Pero eso no quitaba que diera rabia.

Como si me llamaran señorita, que no tenía nada malo, pero era algo que yo no era. También podría compararse con que te cambiaran el nombre porque no se sabían el tuyo.

Nada más dejar el diario de Orion en correos me sentí vacío, como si estuviesen arrebatándome una parte de mí.

Podría hacerme el duro y decir que no me había servido de nada, pero la verdad es que escribir fue bastante como una terapia, y me sirvió para dejar inmortalizados en papel muchos de mis pensamientos que deberían conocer otros. También hablaba de mi lista de cosas que no aguanto, y sobre el gran amor hacia Enid.

Ni siquiera hacia mamá, solo hacia Enid.

Un amor que solo yo era capaz de sentir, nadie más. Porque nadie quería a Enid más que yo...y nadie me quería más que Enid.

Además, nadie la quería como yo, no sabían. Con el tiempo aprendí que no era como cocinar, no hay que aprender a amar, sino que tiene que salir de ti porque estamos programados para ello más o menos.

Esperaba que al menos no fuera tan impulsiva como para romper las páginas en las que yo había escrito, entonces no sé quién tendría que perdonar a quién.

Llamaron al timbre sacándome de mis pensamientos. No es por nada, pero tenía miedo de perderme a mí mismo. Mis calificaciones eran excelentes, el problema era mi actitud. Me estaba convirtiendo en eso que no quería ser jamás, un chico que se dejaba influenciar por modas estúpidas, un chico que se burlaba de otros. Y no me gustaba, creo que Enid estaría muy decepcionada de mí, como Dom.

Yo también lo estaba, el problema es que no podía dejar de hacerlo, ya sabes, eso de vivir bajo una identidad falsa.

Porque cuanto más tiempo pasaba más me introducía, más quedaba enterrado.

A este ritmo nunca podría volver a ser yo.

Aunque algo de lo que no me daba cuenta era de que ese antiguo yo era alguien roto, herido, alguien que mentalmente se encontraba mal. Lo bueno y lo que todos deberían desear de mí era lo que estaba viviendo ahora, no quien fui.

Había cierta toxicidad en desear que volviera a estar como antes.

–¡Voy! –exclamé.

Una de las cosas de las que más me arrepentía era de haber comenzado a salir con un grupo de gente de la cual la educación era bastante cuestionable. Al instante pillaban confianza aunque solo os hubierais visto 2 veces y ya te insultaban, además de que usaban unas palabras un poco ofensivas si no era recíproca dicha confianza.

Tempus imperfectumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora