Y... ¿ahora qué?

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—¡Otra! 

Gritó la pelirroja al cantinero, quien atendió el llamado enseguida, retirando el envase vacío y dejándole enfrente una nueva cerveza.

—Esta es la última. Luego te vas a casa.

Ella frunció el ceño.

—No te metas en mis asuntos, panzón.

—Me importan un demonio tus asuntos. Yo hablo en serio, ya te acabaste todas mis cervezas.

La chica se encogió de hombros y llevó la boca de la botella a sus labios, saboreando la espuma, al tiempo que subía los pies a la barra.

Echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos con pesadumbre. No lograba alejar los recuerdos de las horas anteriores; así que se dedicó a repasar cada detalle en su mente...


En la enorme sala de audiencias del vaticano, Rin permanecía encadenado y con las rodillas bien apoyadas al suelo. A su lado, Yukio se mantenía de pie; al igual que Mephisto Pheles.

—Todo el mundo lo vio. Sus llamas no le hicieron daño a nadie —defendía Yukio con desesperación.

Shura, que permanecía a varios metros de los gemelos, y a su vez, bajo la atenta vigilancia de Arthur Angel, dio un respingo.

—Ese es el pecado, Okumura Yukio —dijo uno de los Grigori—, hay demasiados testigos. Permitir al hijo de Satanás dentro de la orden causará revueltas de los demás exorcistas. El Vaticano entrará en crisis y eso algo que, bajo ninguna circunstancia, permitiremos.

Mephisto se adelantó a hablar. 

—Ninguno de los exorcistas presentes en la contención del miasma del rey impuro, hablará. Todos están muy agradecidos con el muchacho. —Rin permanecía inamovible —. Sus llamas sanaron a los infectados y demostró un perfecto control de ellas... —Alardeaba y jugueteaba con su sombrilla—. Créanme: ¡Rin Okumura no representa ningún peligro! Sus espías pueden confirmarlo.

Finalizó, enarcando una ceja y mirando al rubio de reojo.

Los Grigori se miraron entre ellos y asintieron levemente con la cabeza.

—Por segunda ocasión, sus crímenes serán perdonados... —Todos sintieron como sus almas volvían a sus pechos. Y todo parecía ir por buen camino, pero...—. Por otro lado, estamos enterados de que Okumura Rin estuvo en una prisión diseñada por Mephisto y obviamente alguien se encargó de liberarlo. Ese alguien cometió alta desobediencia y es mucho más peligroso que las llamas azules del hijo de Satán...

El cuerpo de Shura tembló de escalofríos. Inmediatamente las acusaciones fueron rumbo al cuatro-ojos y aquel idiota estuvo a nada de declararse culpable. Entonces, ella lo tomó del hombro firmemente y lo detuvo.

—Pero qué gran confusión... —comenzó Shura, alzando el brazo libre sobre su cabello y luego su voz se volvió completamente seria—. Yo ordené a los chicos que liberasen a Rin. Ellos estaban siguiendo mis órdenes y se hallaban amenazados si no cumplían mi mandato. Yukio no tenía  conocimiento de mi decisión. —Hizo una pausa breve, dedicándole una mirada rápida a Yukio, quien estaba desconcertado y finalmente—:  Actué completamente sola.

Last chance (Ao no Exorcist)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora