Dentro... otra vez.

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Ignoró el llamado a sus espaldas. Tenía las piernas petrificadas. Esa voz era inconfundible.

Cuando Yukio le puso la mano en el brazo, volviendo llamarla con una mezcla entre sorpresa e ira en la voz, sintió como la respiración se le cortaba. 

Arthur volvió a apretar el agarre en su cintura y risa de Mephisto rompió el silencio. 

— ¡Parece que los recién casados no quieren soltarse el uno al otro! 

Shura se negaba a abrir los ojos pero casi pudo verlo, con el rostro blanco a causa de la sorpresa y al mismo tiempo, de la negación.

Él la conocía. Había una jodida mentira. Pero ella no lo miraba y eso estaba asustándolo. 

— ¿Shura? —Dijo de nuevo, ocultando la desesperación de la situación.

De nuevo, no hubo respuesta. Así que, en un arrebato, jaló del brazo a Shura y la sujetó por los hombros; arrancándola del lado de aquel rubio odioso.

Ella tenía los ojos completamente cerrados, pero fue tomando valor y los abrió en lo que le pareció una eternidad a más de uno. 

Frente a ella estaba Yukio; con gestos más maduros; más alto; ya no parecía un adolescente a pesar de seguir siendo muy joven.

Exhaló casi imperceptiblemente.

—Ha pasado tiempo, cuatro-ojos.

Hasta ese momento, Yukio se percató de la escena que estaban armando para los demás exorcistas, quienes los miraban con sonrisas burlonas y gestos de fastidio. 

Mephisto parecía, particularmente, fascinado. 

— ¿Está todo bien, querida? —preguntó Arthur demasiado cerca de la cabellera de la pelirroja y ella asintió con la cabeza.

Yukio ahogó un gruñido. Estaba sorprendido, pero de más en más comenzaba a sentirse molesto.

—Okumura-kun —le gritó Mephisto—. Por favor, únetenos. La cena estaba por comenzar.

El pelinegro terminó por dejar salir todo el aire que había contenido en sus pulmones y soltó a Shura. 

Se acomodó los lentes antes de volver a su lugar, que, para variar, estaba justo frente a la pelirroja y compañía.

2

Shura sintió que estaba a punto de desmayarse y de no haber sido porque Yukio la sostenía, seguramente lo hubiese hecho. 

El nerviosismo que la invadió cuando él la sujetó, bajó todas sus defensas; pero el hueco que se hizo en su estómago cuando sus manos la soltaron y se alejaron, la hizo añicos.

Para su maldita suerte, él se sentó justo enfrente y maldijo internamente a todos los demonios de Gehenna.

Sentía su mirada clavada en ella y apenas podía sujetar el tenedor sin temblar.  Así que se dedicó a mirar su plato sin emitir ni una sola palabra. 

— ¿Qué diablos te pasa, Shura? —le susurró Arthur al oído y ella pasó saliva. Miró de reojo a Okumura y se mordió el labio—. No has visto otra cosa que no sea la mesa durante esta última hora.

—Yo, no me siento bien —dijo y se puso de pie, alejándose a toda velocidad de aquel lugar.

Agradeció que algunos comenzaban a retirarse y que nadie le prestó demasiada atención. 

O, al menos, eso pensó.

Last chance (Ao no Exorcist)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora