Karma

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6 años después

Los casquillos caían al suelo a gran velocidad, casi a la misma que le tomó cambiar los cartuchos y seguir disparándole al demonio que se había atrincherado en uno de los tantos hospitales de Japón. 

Era un demonio extraño; tomaba la forma de una bella enfermera y al llegar la noche, cuando apagaban las luces, desaparecía a las otras enfermeras.

Era demasiado hábil, así que entre él,  Shiemi, Bon, Izumo y, por supuesto, Rin, la mantenían a raya.  

Pero Yukio... Yukio parecía estar en Gehenna. Sus balas eran implacables, precisas; sus movimientos eran ágiles, pero su rostro era inexpresivo. Parecía que estuviesen observando a una máquina.  

No tardaron demasiado en controlar la situación, así que dejó lo demás a los chicos y él se retiró sin despedirse de nadie. 

Aquello no fue imperceptible para su hermano gemelo. Rin lo siguió a paso tranquilo a lo largo de una interminable acera; oscura; sin ninguna otra luz más que la de la luna. 

Yukio sabía que su hermano lo seguía pero sus ganas de hablar eran nulas, así que caminó sin rumbo, esperando a que su gemelo se aburriera. 

Cuando se dio cuenta que Rin no dejaría de seguirlo, se dejó alcanzar por él.

—¿Qué sucede, Yukio? Llevas días actuando muy extraño —preguntó Rin, viéndolo por el rabillo del ojo.

—No es nada. — Se acomodó los lentes y siguió caminando sin mirarlo—.  Son imaginaciones tuyas.

—No son sólo mías, todo el mundo lo ha notado... Incluso Shiemi —Lo miró, esperando respuesta, pero no hubo una sola reacción—. ¿Hay algo de lo que quieras hablar?

—Yo... No es nada... Es sólo que... —Yukio quería hablar, en serio quería soltarlo, pero las palabras se atoraban en su garganta como si tuviesen espinas— Es la época. Me pone nostálgico.

—Es por Shura-san, ¿no es así? —Sus ojos se abrieron con sorpresa ante las palabras del mayor—. Hoy hace años que desapareció.

Yukio suspiró como respuesta. 

—Lo recuerdo bien...

—¿Por qué crees que se haya ido? Digo, sabemos que el vaticano la echó pero Mephisto pudo haber hecho algo; darle trabajo en la academia o algo así... 

La incomodidad comenzó a incrementarse conforme Rin hacía suposiciones y, a la vez, lo llevaba a las propias. Todo era un maldito caos.

No era la primera vez que Shura desaparecía. Era Shura; siempre volvía con esa maldita sonrisa llena de victoria que sólo te hacía sentir estúpido por haberte preocupado por ella.  Pero ésta vez era diferente. Desde aquella última noche no podía alejar una terrible sensación de vacío; de soledad. Comenzaba a creer que la extrañaba, lo cual era imposible o de eso trataba de convencerse. Pero siempre estaba ahí; su nombre taladrándose en su mente como un jodido mosquito que se negaba a irse...

—...Me pregunto dónde estará metida.

*****

Guardaba su espada dentro del sello que mantenía en su pecho y salía con gran discreción de aquel lugar.

Estaba en Verona. A algún idiota se le había ocurrido invocar al fantasma de Romeo Montesco y éste se la pasaba buscando a su Julieta, molestando a todas las chicas que pasaban por ahí.

Luego de su expulsión del Vaticano, y de varios meses alcoholismo, decidió que le importaba un carajo no tener una licencia. Ella era un exorcista y seguía su trabajo sin importarle nada. Era inteligente y  había logrado mantenerse oculta; al menos hasta ese día...

Una trampa para demonios rodó hasta sus pies y ella lo esquivó rápidamente.

— ¡Hey, idiota pudiste haberme matado! —reclamó, mirando una cabellera rubia ondearse con soberbia.

Inmediatamente lo reconoció. No había nadie capaz de mantener ese cabello de muñeca.

—Es una lástima que haya fallado, le habría hecho un favor al mundo —dijo saltando hasta ella—. Shura kirigakure, cuánto tiempo sin vernos.

—No tanto como quisiera Arthur. —Lo miró mal—. ¿Qué quieres conmigo?

—Oh —se lamió los labios—, definitivamente cosas que no me atrevería a decir públicamente,  pero por ahora sólo traigo un mensaje del Vaticano.

—Creí haber sido lo suficientemente clara la última vez.

—La situación es que,esta vez, no tienes opción. Quebrantado reglas tan importantes del Vaticano, no has hecho más que firmar tu sentencia de muerte. Sin juicios; sin nada. Como debió ser desde un principio. —Apuntó su espada a su cuello—. Aceptas  o mueres aquí y, después de ti, los gemelos Okumura. 

***

—Kirigakure Shura. Le han sentado bien los años —dijeron los Grigori.

—Hablen de una vez y dejen de hacerme perder el tiempo —gruñó.

—¿Qué tanto conoces al Capitán Okumura?

Apretó la mandíbula. 

—Lo suficiente.

—Bien. El vaticano le devolverá su licencia si acepta ésta misión. Si no lo hace...

—Ya sé —interrumpió—, acepto o muero. Podrán pasar los años pero siguen siendo unos malditos.

—Lo tomaremos como un halago —continuaron—. Entrará como profesora a la Academia de la Verdadera Cruz. Deberá mantenernos informados de cada paso que dé Mephisto y queremos que analice el comportamiento del capitán Okumura. Tenemos motivos para creer que su poder demoniaco está por ser liberado. —Su rostro palideció de pronto, ¿qué tanto había pasado en esos años? ¿Yukio era...?— Y para asegurarnos que no piense en alguna locura, Athur y usted fingirán estar casados. Él también será profesor, así que la acompañará a cada momento.

—Están jugando... —murmuró 

Los Grigori no se callaban: —Irá a las misiones del capitán pero con otro escuadrón. Será casi normal, sólo con ciertas restricciones debido a su historial...

—¡Es una maldita broma!  —gritó.

—Queremos resultados efectivos, Kirigakure. Como cuando estaba bajo la tutela de Shiro Fujimoto.

Pero Shura seguía en shock, negándose a creer lo que estaba pasando. Todos sus terrores estaban manifestándose justo en ese instante.

******

El vuelo hasta la Academia le pareció más rápido que un suspiro. 

La entrevista con Mephisto, luego de tanto tiempo, no fue realmente agradable. Arthur habló por ella todo el tiempo y, por si no fuese suficiente, en menos de lo que cantaba una invocación, ya se habían enterado de su matrimonio.

 Pero lo peor no había pasado aún... 

Mephisto daba un aburrido discurso desde la cabecera de la enorme mesa del comedor  y los profesores fingían prestar atención. No tenía interés de esforzarse en mirar a Mephisto, pero su oído agradeció cuando se calló. 

Alguien lo había interrumpido.

Mephisto amplió su sonrisa y anunció:  —¡Otra victoria al historial invicto de Okumura-kun y su equipo!

Hubieron aplausos y halagos. Ella cerró los ojos inmediatamente. 

El corazón se le desbocó cuando escuchó al castaño caminar detrás de ellos. De pronto ya no escuchó pasos y un escalofrío le recorrió la espalda. Trató de encogerse de hombros pero Arthur la tomó de la cintura y la pegó a su cuerpo posesivamente.

Estaba tan paralizada que no le importó. 

Entonces, lo escuchó: "¿Shura?".

Last chance (Ao no Exorcist)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora