Cuantas veces sea necesario

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(1)

Inhaló tan profundo como pudo por enésima vez en aquella tarde y después dejó salir el aire en un suspiro inaudible.

—¡Hey, viejo! —murmuró sin ganas—. Cómo me encantaría que estuvieses aquí, para decirnos lo idiotas que hemos sido; para arrojarnos cosas en la cabeza; para darnos de esa maldita sopa rancia... —rio para sí misma—. Cómo me gustaría que vieses lo loco que se ha vuelto este mundo y me dijeras lo idiota que soy por sentir tanto miedo... —sus ojos se enrojecieron levemente y se apresuró a limpiárselos antes de que cualquier persona pudiese verla—. Cómo me gustaría tenerte aquí para protegernos, Shiro. 

Shura se arrodilló frente a la lápida de su antiguo maestro y colocó, con temblor en las manos, aquella rosa que con tanta fuerza apretó conta su pecho. 

No supo exactamente cuánto tiempo pasó antes de dejar de sentir las piernas y decidir que era momento de irse. 

Los huesos de su columna tronaron con ganas cuando se hubo puesto de pie y no pudo evitar tener un pensamiento que inmediatamente la llevó a otro: Se estaba volviendo vieja, mucho más que Yukio.

Otro suspiro pesado se escapó de sus labios. 

La historia de cuento de hadas era agradable por unas horas, pero la realidad era diferente. Estaba en peligro. Estaban todos en peligro para ser exactos.

De una de sus botas tomó una pequeña daga que cargaba y la incrustó en su palma izquierda.  Cuando la sangre escurrió, dibujó con ella un triángulo acompañado de diversas grafías inentendibles para cualquier humano normal. 

—Ven y sírveme... —susurró y justo en la palma de su mano apareció una mariposa, de alas negras y antenas violáceas como sus ojos. 

—¿Sí, mi señora? —habló el demonio.

—Necesito que entregues un mensaje por mí. —pidió Shura. 

********

(2)

Yukio  dejó los lentes sobre el escritorio y se frotó los ojos. 

Por primera vez en su vida se preguntó qué tanto disfrutaba ser profesor. Calificar exámenes siempre, siempre sería la peor parte. 

Regularmente Shiemi le ayudaba con aquellas tareas, pero ella y Rin se habían desaparecido después de que se cruzaron con él y, para ser sinceros, se lo merecían.

Se levantó para dirigirse al baño de su habitación y arrojarse agua al rostro para despertar. 

Tras mirarse unos segundos en el espejo, realizó una suave mueca. Era casi una copia idéntica de su hermano. Pudo haber seguido burlándose de ello, pero un reflejo oscuro llamó su atención en el espejo. 

Corrió rápidamente por sus lentes y apuntó su arma al aire. Pudo sentir aquella presencia moverse nuevamente y volteó a buscarla. 

—Tranquilo, señor. —dijo la vocecilla proveniente de aquella mariposa—. La señora pelirroja quiere verlo esta noche en el lugar donde las tazas giran. 

Yukio frunció el ceño.

— ¿El lugar donde las tazas giran? ¿A qué diablos...?

Pero no pudo preguntar puesto que el demonio desapareció enseguida. 

Tomó su gabardina y se la colocó después de azotar la puerta al salir. Odiaba las adivinanzas. 

Last chance (Ao no Exorcist)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora