13 de noviembre, 2016.
No debí quedarme hablando con Summer anoche hasta las dos de la mañana sabiendo que tendría que levantarme a las cinco para estar lista para cuando Sean venga a buscarme. Pero lo hecho ya está hecho, sólo espero no quedarme dormida en el Servicio de hoy, le daría una mala impresión a la madre y abuela de Sean y es lo menos que quiero ahora.
Me di una ducha de agua fría para quitarme la pereza de encima y duré diez minutos frente a mi guardarropa tratando de elegir qué ponerme. Debo confesar que tengo ya bastante tiempo que no voy a una iglesia y no tengo ropa para ir a una por eso mismo. Cuando comenzaba a desesperarme recordé que Summer dejó un vestido de algodón holgado tipo playero color rojo la última vez que se quedó a dormir, busqué el vestido por todas partes hasta que di con él y me lo puse. Le di gracias a Dios de que ella y yo seamos de la misma talla. Complementé el vestido con un cinturón blanco alrededor de mi cintura y unas zapatillas bajas negras.
Gasté otros diez minutos mirándome en el espejo, pensando cómo debía peinarme. Después de quemarme el cerebro debatiéndome entre una trenza de cola de pez y un moño suelto, opté por lo primero dejando un par de delgados mechones de cabello sueltos sobre mi cara. Tomé el collar que me había regalado mi padre a los trece años y me lo puse ya que era sencillo y hacía juego con el conjunto. No me maquillé en exceso ni tampoco me puse tantos accesorios a los que estoy acostumbrada, me vestí lo más sencilla que pude y a pesar de que me veía completamente diferente ha como siempre voy vestida, siento que me veo bien.
— ¿Quién eres y qué le has hecho a mi sobrina? —Soltó Amelia sin dejar de sonreír al verme cuando decidí ir a la cocina por algo de desayunar.
—Esta es la Faith que desapareció en cuanto llegué al Bronx. —Bromeé pero era verdad. Antes yo me solía vestir así y usaba el mínimo en maquillaje, ah y era castaña. Antes era una niña tierna e inocente.
—Te ves muy bien, déjame decirte.
—Gracias. —Me senté frente al mesón y comencé a comer de mi plato de cereal—. Extrañamente me siento cómoda con esto.
—Antes te vestías así, por eso te sientes cómoda.
—Sí, antes de volverme fan del cuero y la mezclilla. —Ambas reímos.
—Recuerdo que cuando eras pequeña lo único que usabas eran vestidos, muchos vestidos.
—Sí, lo sé. Aún no lo olvido, creo que mi madre me obligó a utilizarlos cuando era un bebé y el hábito quedó en mí. —Me encogí de hombros y me metí otra cucharada de cereal a la boca.
— ¿Qué crees que dirá Sean cuando te vea así?
—Seguro hará bromas al respecto.
—O se quedará sin palabras.
—Lo dudo, pero esperemos a ver qué sucede.
Cuando terminé de desayunar me fui hasta la sala a esperar que se hicieran las siete con quince minutos para que Sean llegara. El tiempo pasaba de manera lenta a mi alrededor, me tomé un par de selfies con Amelia y otro par sola para tratar de no aburrirme.
En el momento en el que el reloj de la cocina dio las siete y quince el timbre del apartamento resonó haciendo que me pusiera de pie al instante. Intercambié una mirada con Amelia y esta, con un movimiento de cabeza, me instó a que fuera a abrir la puerta; respiré profundo y eso hice encontrándome a Sean vestido con una camisa de botones color gris oscuro, una corbata azul marino, un pantalón de vestir de un color negro casi llegando a gris, y unos zapatos formales.
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Mala Combinación. (Saga L.A. #1)
Teen FictionÉl: calmado cual río después de una fuerte tormenta. Ella: una furia hecha mujer. Él: paciente cual pereza. Ella: El día que se repartió la paciencia como virtud, Faith hizo la fila para la impaciencia. Él: Optimista. Ella: Pesimista. Aunque se lla...