A Strange Tale 3 - Capítulo V

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Strange observaba a la entrada del centro de rehabilitación en donde alguna vez llevó tratamiento. Abrió y cerró sus manos en lo que un escalofrío danzaba en su cuerpo. Los recuerdos de aquellos días alcanzaron su mente, y atemorizado, sacudió su cabeza, tratando de abandonar esa sensación. Dio los primeros pasos y cruzó la entrada principal para llegar a la recepción, donde un par de enfermeros se mostraron con una peculiar actitud.

—Buenos días —saludó la señorita y regresó a ver a su compañero.

—Buen día. Vine a visitar a un paciente.

—¿A quién busca? —continuó el muchacho, un tanto entrometido, y quitándole la tapa a su vaso de café.

—Jonathan Pangborn.

El enfermero ni siquiera bebió, ambos se echaron un vistazo y ella revisó su agenda.

—Pangborn... —susurró—. Habitación 306.

—Sígame —pidió y Stephen, confundido por el actuar de ellos, obedeció.

El recorrido fue silencioso y de vuelta el Doctor trajo a su memoria esos días en los que él recorría estos pasillos y maldecía lo que le había sucedido. Sin darse cuenta del tiempo en el que pasó, el enfermero se detuvo y Strange fijó su vista a la habitación.

—306 —mencionó, forjando una plana línea en sus labios.

—Cuanta emoción —soltó sarcástico el hechicero.

El enfermero suspiró agotado, al igual que triste ante el comentario, llevó las manos a los bolsillos de su uniforme y miró a su acompañante.

—Casi nadie visita a los residentes; desmotiva ver como se desconectan de sus familiares, debido a alguna enfermedad o accidente. El señor Pangborn no es una excepción; nos sorprende que venga a verlo.

Strange suspiró a la par que asentía, cuando él pasó por este sitio jamás estuvo solo, y al final, se encargó de abrigarse en un terrible aislamiento.

—Entiendo...

—Perdone mi indiscreción, pero ¿es usted un familiar?

—Un conocido.

—Algo es algo, ¿no?

—Creo que sí.

El chico apretó sus labios y se aproximó a la puerta, tocó y cambiando su semblante se adentró.

—¡Buenos días, señor Pangborn! —exclamó—. Hoy tiene una visita.

—¿Visita? —preguntó con una adolorida voz. Strange cerró sus ojos y tragó saliva.

—Así es, dice ser un conocido suyo.

Él dejó escapar una burlesca risa, el joven giró sobre sus talones para ir por su visitante y notó que daba los primeros pasos a la habitación. La figura de Stephen Strange se hizo presente y descubrió a un inmóvil Pangborn, con sus manos volteadas y entumecidas, mientras que sus brazos parecían pegados a su delgado cuerpo. Por un momento, Jonathan frunció su ceño y dejó escapar una ligera carcajada.

—Vaya... eres la última persona que imaginé que me visitaría.

—Gusto en verte.

El débil hombre miró al enfermero y con un cerrar de sus párpados le pidió que se retirara. Strange sintió un piquete de pena por su condición, había leído su expediente tiempo atrás y sabía que no era curable, más aún, difícil de sobrellevar.

—Ahórrate la lástima —dijo, mirándole de pies a cabeza. El Doctor se sorprendió—. ¡Sí que has cambiado! Cuando fuiste a buscarme eras un completo desastre.

Las Extrañas Historias de una Joven Hechicera. 【E D I T A N D O】y【P A U S A D A】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora