Capitulo 2

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Vago por las calles de Madrid cabizbajo por haber perdido la oportunidad de encontrarse con Marisa, furioso por qué una chiquilla le había robado. ¿Como podía ser tan idiota y dejarse estafar de aquella forma? ¿Cómo podía haber perdido la oportunidad de ver a Marisa de nuevo? Esto último era lo que más calaba, pues a pesar de todo, a pesar del tiempo aún la amaba... aún dolía.

Al llegar a un parquecillo un grito llamó su atención.
-¡Juan y Manuel más vale que vengan aquí! ¡Ahora!- entrecerró los ojos al ver que a la distancia una pecosa que le era familiar llamaba a gritó a dos chiquillos de no más de seis años que reían y se burlaban de ella.

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A ella la rabia le cegó siempre era lo mismo, ¿Cómo es que no entendían lo importante que era huir rápido de las cercanías? hecho a correr tras de los pequeños, sin darse cuenta que era observada y que una furia rubia se acercaba a ella, así que tropezó trastabillando hasta topar contra algo... en realidad contra alguien.

Escucho la risa de sus hermanos al momento de caer. Agradeció al cielo que lo que sea o quién fuera con quien choco amortiguar un poco su caída. Respiro profundo, Levantó la vista para disculparse dando su mejor sonrisa, al instante sintió claramente su rostro arder de vergüenza, estaba prácticamente encima de un rubio despeinado de camisa azul y pantalones deslavados que la miraba sin pizca de simpatía, no lo culpaba no después de tropezar con él dos veces y por supuesto haberle robado.

-¿Es costumbre tuya ir arrollando a las personas, raterilla?- gruñó frunciendo el ceño.

Ella abrió la boca impresionada de su suerte, y también aunque no le gustó darse cuenta de ello; de lo apuesto que era aquel rubio malhumorado.

-¿ahora no hablas?- Preguntó alzando una ceja,- devuélveme mi billetera y sal de encima de mi- resopló frustrado.

Ella ladeó la cabeza, miró los ojos chocolate que destellaban furiosos al verla. Si aquella era una petición muy seria, no sabía qué decir.

-Se que no has escuchado esto antes pero contrario a lo que te digan a los hombres nos molesta tener a las chicas encima- soltó sarcástico Andrés enarcando una ceja.

Solo entonces ella parpadeó saliendo de su embobamiento, trató de levantarse torpemente, pero resbaló cayendo de nuevo sobre el delgado rubio que cerró los ojos desesperado ante su falta de coordinación.

-Lo siento, de verdad lo siento- murmuró apenada y volvió a tratar levantarse esta vez con éxito.

-¿Por arremeter contra mi cada que me encuentras o por robarme?- acusó, Andrés levantándose y sacudiéndo el polvo de su pantalón, miró a la apenada chica que estaba roja hasta las orejas haciendo resaltar sus pecas... extrañamente, verla en aquel aprieto le pareció divertido.

-Eli, no puedo creer que lo hicieras- exclamó uno de los chiquillos.

Ella miró a su hermano, vio en él ese gesto de travesura que ponían justo cuando iba a hacerle una broma.

-De verdad dijo que se le tiraría encima a ese chico no pensé que lo haría literal- agregó el otro chiquillo en tono serio, dirigiéndose a su hermano como si Eli y Andrés no estuvieran justo frente a ellos, escuchando.

-Es de lo más atrevida- dijo el primero frotándose la barbilla con aire pensativo.

Las cejas de Andrés se arquearon, aquella era toda una sorpresa, aquellos niños evidentemente molestaban a la ratera, cosa que le dio gracia evaporando por completo su furia. Le dirigió una mirada a la chica, percatandose de cuán amplios tenía abiertos los ojos ante las acusaciones que recibía.

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