Capitulo 12

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Llevaban más de cuatro horas allí, era sorprendente que en ese tiempo no escuchará quejarse ni una sola vez a la pecosa que yacía sentada a su lado. Ni por la espera, ni por la dureza y frialdad de aquellas tristes sillas que ocupaban en la sala de espera de aquel hospital. Consideraba seriamente irse, aunque no lograba explicarse ¿Que coño hacía ahí? sus dudas se alejaron al instante, justo cuando sintió un toque tibio sobre su hombro, ahí donde la desesperante chiquilla apoyó el rostro al quedarse dormida.
«por supuesto que se durmió» pensó un tanto divertido, aquella era la única forma en que esa chica estaría callada y tranquila.
Se encorvo un poco de manera, que le fuese más fácil a ella estar apoyada en él y así facilitarle un poco el escaso descanso que tenía.
La familiaridad con qué tanto ella como sus hermanos mostraban al estar en el hospital le decía que estaban acostumbrados a ese tipo de sustos. Inevitablemente cuando sus ojos se desviaron a los dos chiquillos que dormían en las duras sillas hechos ovillos, se vio a él mismo, aunque en su niñez dormir en sillas duras hubiera sido el paraíso. «demasiado melodramático, Andres» se riño mentalmente. Decidió que era hora de salir de ahí.

Se movió solo un poco, de forma que no asustara a Eli, solo para acariciarle suavemente la mejilla, primero porque no quería sacarla de golpe de su plácido sueño, segundo porque así podía satisfacer ese cosquilleo incesante que le picaba en los dedos que querían acariciar aquellas mejillas pecosas casi desde el instante en qué la conocieron.

-Eli, debes despertar- susurró tan cerca de su oído, que el olor corporal de la chica le llegó. Lo que causó un leve brinco en su corazón.
La sintió removerse, lento, pesarosa, para después dar un respingo al darse cuenta que lo había utilizado como almohada, apretó los labios para ahogar la risa que las reacciones de ella le causaba.-debemos irnos- pidió con firmeza.

-No puedo, tengo que estar aquí, es mi padre- alegó, Eli.

-Tienes razón es tu padre-cedió-, pero aquellos chiquitos son tus hermanos y no pueden pasar la noche aquí- refuto señalando a los niños con la mirada.

Eli asintió con pesar.

***

Andres se puso en pie y fue en busca de una enfermera, un médico alguien que les brindará información antes de retirarse, Eli aprovechó para despertar a sus hermanos quienes molestos y llorosos se quejaron por el hambre y el sueño.

-Tengo hambre- chilló uno.

-Y yo quiero cenar- gruñó el otro.

-Camino a casa compraré galletas y leche, lo prometo- trató de serenarlos.

-Quiero comida Eli- volvió a insistir uno y los ojillos se le llenaron de lágrimas.

-De acuerdo Manuel, ahora no llores aquí te lo ruego- suplicó, pensando en si quedaba algo en casa que pudiera preparar para sus hermanos.

-¿ papá se vendrá con nosotros?- preguntó el otro chiquillo.

Eli desvió la mirada sin saber qué responder, su padre había recibido un golpe tan fuerte en la cabeza que había sufrido un derrame, lo tenían sedado aguardando los resultados de los estudios que le habían hecho.

-No, tu padre se quedará aquí otra noche, pero ustedes vendrán a casa conmigo, tengo una play station y comeremos pizza- respondió Andrés que había vuelto al lado de ellos, le revolvió el cabello a uno de los niños, que lo miro emocionado por la idea de jugar videojuegos y llenarse con pizza, Eli solo les compraba pizza cuando cumplían años y para eso faltaba cerca de cinco meses.

- ¿Podemos pedir pizza mitad hawaiana y mitad pepperoni?- Preguntaron al unísono los gemelos.

-¿ hawaiana?- soltó con horror Andrés-. Es un sacrilegio ponerle piña a la pizza- terminó de decir, y el comentario hizo gracias a los niños.

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