El polvo en el suelo le picaba, pero eso en realidad no importaba, no lo hacía mientras no lo encontraran, Andrés cerró sus ojos rezando por que su tío dejara de buscarlo. Escondido bajo la cama permanecía tan quieto como podia, acompañado de basura, zapatos pestilentes y una cucaracha que se paseaba como burlándose de que el pequeño no podía hacerle nada, pues tenía tanto miedo de que al moverse un poco, su tío pudiera encontrarlo.
—¿Dónde estás mierdecilla?— la voz burlona que lo llamaba cantando las palabras lo hizo temblar. —Andrés voy a encontrarte— insistió.
Andrés esa vez como tantas otras rezo. Pidio a Dios ayuda, y si no podía ayudarlo, que se lo llevará, como lo había hecho con sus padres. Cerró los ojos un instante dejando que un par de lagrimones abandonaran sus ojos chocolate, al abrirlos unos pies se pararon justo frente a su escondite, sus manitas taparon su boca para ahogar un grito aterrado. Reconocía aquellos zapatos; negros desgastados del frente, llenos de barro, también sabía lo que tenerlos al frente de su escondite significa. Suplico que se alejaran… pero no fue así, tan pronto vio que su tío se inclino para verlo bajo la cama, el resto del llanto que contenía le inundó los ojos y las mejillas.
—¡No, por favor!— suplicó aterrado el chiquillo, tratando de hacerse a un más pequeño de lo que era, como si así, pudiera evitar que lo sacará.
Una sonrisa drogada fue la respuesta que obtuvo, mientras una mano tatuada lo jalo para sacarlo de si escondite, Andrés chilló y pataleo… de repente sus ojos achocolatados se abrieron.
respiro agitado, bajo las sábanas negras que envolvían su cama, su cuerpo empapado en sudor se removio preso de la agitación de sus ya acostumbradas pesadillas.
—¡coño!—gruño frustado.aparto las sábanas dejando su cuerpo al descubierto, permaneció unos minutos en silencio tragando la ansiedad que le producía siempre que tenía esos malos sueños llenos de sus peores recuerdos.
Después de varios minutos, el sueño volvió a él, sus párpados pesaron, estaba apunto de dormir, cuando la puerta de su habitación se abrió. Andrés resoplo frustrado tapándose completamente con las sabanas.—¡vamos hermano! ¡es hora!— lo apresuraba Aitor, su hermano adoptivo que además era su mejor amigo.
—he cambiado de opinión— refunfuño debajo de la sábanas.
—¡Y una mierda si no vas! ¡Andrés levántate! ¡ahora!— exigió arrancándole las sábanas.
—¡Coño! ¡ no se como te soporta Ariana! — gruñó cubriéndose la cara con una almohada.
—No lo hace, por eso me envía a por ti, para ella seguir dormida . — soltó entre risas, el ojiazul, arrancando la almohada de las manos de Andrés.
—Juro por dios, que te odio por las mañanas— gruñó Andrés, sentándose y estirándose de brazos para desperezarse.
La risa de su hermano se escuchó.
—¡ oh vamos! En el fondo sabes que me amas— bromeo aventandole la almohada al rubio soñoliento, a la vez que se dirigia a la puerta.
—¿ que te amo? — preguntó burlón a su hermano.
—¡Lo haces!— aseguró Aitor antes de salir de la habitación.
—Aitor te amo tanto, que vendería tu alma al diablo a cambio de un gazpacho— dijo seriamente tratando de no reír.
—Lo que digas, te espero abajo, en diez ¡si no volveré!— respondió entre risas su hermano dejandolo solo en su cuarto.
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Cuando Andrés bajó se encontró con su padre Esteban que se trataba de anudar la corbata, los ojos achocolatados de él miraron con emoción infantil como su madre se acercaba para ayudarle, pequeños detalles tan simples, que demostraban lo mucho de su amor, penso el rubio. Al no encontrar a su hermano dentro, salió, sabía exactamente dónde encontrarlo.

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Siempre una sonrisa
RomanceAndrés sabido, es un exitoso abogado, con un pasado tormentoso. Tras vivir el dolor y la crueldad en su niñez, fue llevado a la luz al encontrar a un amigo sincero que se volvió su hermano, tras ser adoptado e iniciar una vida llena de amor, dejó a...