Capitulo 6

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La mañana del día siguiente, tratando de mantenerse ocupado, Andrés se encontraba sumergido en el mayor papeleo que pudo abarcar. No dejaría que el tiempo libre le diera tiempo a pensar en su trágica infancia, no valía de nada recordar lo que ya no podía hacerle daño.

—Solo puede tener el poder de asustarme, si se lo permito— se dijo, soltando un largo suspiró, dejó por la paz los documentos en sus manos, para llevar una de ellas al rostro, apretó sus párpados con dos dedos; el índice y el pulgar tratando de controlar sus miedos. El recuerdo fugaz de sus días más oscuros lo llenó de ansiedad, mismo que lo hizo sentirse incapaz de seguir ahí, en aquel espacio que aunque era suyo, su oficina le resultó de pronto asfixiante, tenía que salir de ahí, necesitaba aire, necesitaba recuperar su paz. Así que se puso en pie tomó el saco que había dejado botado en el respaldo de su silla y se dirigió a la entrada, nada más salir Greta su asistente de confianza le lanzó una miradilla curiosa.

—iré a tomar un bocado, cancela mis dos citas siguientes, por favor— ordenó amable, forzando a llevar ese aire despreocupado que siempre lo caracterizaba.
La mujer asintió. 

Nada más llegar a la salida del edificio y disponer un pie fuera, algo golpeó contra su pecho.

No pudo evitar poner los ojos en blanco al ver que de nueva cuenta aquella chiquilla pecosa arremetió contra él. La exasperacion que aquella joven le causó desapareció tan pronto se dio cuenta de la forma tan poco grácil que ella tenía en el suelo; yacia en el suelo, sentada con las rodillas  juntas y las pantorrillas abriéndose en direcciones contrarias, una posición patosa, digna de alguien tan descoordinados como lo era ella. Tuvo que apretar los labios para no reír, no lograba decidir si lo divertía más de lo que lo exasperaba. 
—Comienza a preocuparme seriamente que me golpees cada que nos vemos—espeto divertido mientras  ofrecía su mano, para ayudarla a ponerse de pie. 

—Lo lamento, no lo vi—se disculpó sonrojándose totalmente avergonzada.

Andrés se preguntó si alguna vez en el día esas mejillas pecosas dejaban de teñirse de rojo.

—Has venido— señaló lo obvio, observando a Eli sacudirse las  posaderas del polvo del asfalto de una forma nada femenina, no reír delante de ella le estaba resultando un reto. 

—Ha dicho que me ayudaría— le recordó.

Andrés asintió, percatandose que la pobre muchacha le daba un nada disimulado vistazo. «Además de descoordinada no sabes disimular» se burló para sus adentros. Ella prácticamente le comía con la mirada. 

—y te ayudaré— agregó— pero justo ahora pienso ir a desayunar—señaló a una cafetería justo frente al edificio de su despacho, cruzando la calle, aquel sitio que no era su objetivo al salir de su oficina pero que le pareció el adecuado para hablar con aquella joven que pese a su afán de golpear contra él, estaba decidió a ayudar— puedes acompañarme si quieres— sugirió ladeando la cabeza un poco fijando sus achocolatados ojos en la figura de la chica envuelta en jeans desgastados por las lavadas y una camisa a cuadros, Ella parecía ignorar que a pesar de su vestir falto de feminidad era una mujer hermosa.
La observo hacer un gesto bobalicón, que le despertó ternura, Esbozó su sonrisa ladeada y estiró la mano hacia ella en señal de invitación. Ella parecía meditarlo pero antes de que declinara la oferta, Andrés se inclinó solo un poco, solo lo justo para que ella escuchara lo que decía. 

—Vamos a desayunar, a menos que quieras seguir viendome todo el día… si es así puedo pasarte una fotografía, duran mas—susurro a su oído en tono de fingido seductor, solo por molestarla. Cosa que logró, la vio abrir los ojos totalmente sorprendida y negar  de inmediato.

—Yo no...— quiso defenderse.

Solo que Andrés no se lo permitió, la haló con suavidad de un brazo haciendo que lo siguiera, sin dejarla replicar.

El gritó aterrado que ella trató de ahogar no pasó desapercibido a oídos de Andrés.

—¿Me vas a decir que nunca te han invitado a desayunar?— acusó en tono burlón.

Ella no respondió hasta después de tomar aire fuertemente, como si necesitara tomar valor.

—Es la primera vez que un chico que no es mi hermano o padre me lleva de la mano— confesó.

Al llegar a la otra acera, Andrés se giró al verla un tanto conmocionado de lo que escucho.

—¿Estás bromeando, no?— cuestionó.
Ella negó rápidamente— atender a dos niños me quita tiempo para insignificancias— apresuro— como sea, me ofreció trabajo ¿Recuerda? Le aseguro que soy adaptable, entusiasta y aprendo con rapidez— cambio el tema deprisa.

Al llegar al café, él abrió la puerta para ella,  aunque la compañía de aquella pecosa le pareció entretenida, recordar el porque huía de su oficina lo hizo tragar  saliva nervioso, sin prestar mucha atención a lo que Eli decía, podían ser sólo figuraciones suyas pero no pensaba bajar la guardia. 

Una vez dentro del local, Andrés examinó el lugar, nada sospechoso encontró y se permitió relajarse un poco. Guío a Eli a una mesa apartada en un pequeño rincón.

—¿entonces?—le pregunto Eli, que  evidentemente esperaba respuesta a lo que sea que le hubiese comentado.

No pudo evitar mirarla sin comprender. 

Ella lo miraba expectante aguardando una respuesta a algo que Andrés sin duda desconocía. 
—tendré que repetir todo ¿verdad?—suspiró frustrada al sentarse, —En fin —soltó dramáticamente. 
Aquel gesto lo hizo sonreír, aquella chiquilla parecía darle igual que él fuese el mejor abogado de la ciudad, simplemente parecía frustrada y nada atemorizada por él.
—lo explicaré todo de nuevo más lento— dijo ella—se lo que se dice de los rubios—al decir las últimas palabras Eli se tapó la boca apenada.

No pudo evitar arquear ambas cejas sorprendido de lo que escuchó él también sabía lo que se decía de los rubios.

—Lo siento, no quise decir eso, se que es rubio,pero eso no quiere decir que crea que sea idiota, ni mucho menos— escupio las palabras totalmente abochornada— mi padre dice que tengo conectada la boca con el trasero, suelo hablar sin pensar y termino cagando las cosas— soltó finalmente.

Andrés simplemente no podía creer que aquella chiquilla lo insultara, si bien él era joven y solía ir por la vida con un gesto permanente de desenfado era sin duda uno de los abogados más respetados y nadie se metía con él, ni de broma. Por eso, aquella situación le pareció extrañamente graciosa, así que fue incapaz de contener la risa y soltó una ronca carcajada.
—nadie salvó mi hermano se mete conmigo por rubio— confesó divertido, ganando una mirada atónita de la pecosa.

—lo siento—murmuro aún sonrojada pero sin duda con un deje de alivio al verlo reír. 

—en realidad no deberías sentirlo— respondió sentándose frente a ella, mirándola aún divertido— estaba teniendo un día de mierda y, me has hecho reír, nadie me había hecho reír así desde Mar...—no termino la frase, pensar en Marisa era lo que menos quería en ese instante, tamborileo los dedos en la mesa que ocupaban y desplazó hacia un rincón los recuerdos de los ojos negros, y la sonrisa amplia de la mujer que él había amado y ahora solo era su amiga. Aquella que le había roto el corazón.

—si ya no quiere ayudarme después de esto, comprenderé— susurro, Eli.
Andrés revoleo los ojos, ¿Cómo podía ser tan extremista?deslizó una mano por la superficie de la mesa hasta tomar una de las de ella, apretándole levemente en gesto de calma— prometí ayudarte, lo haré.

Cuando Eli levantó la vista a él, Andrés percibió sus ojos llorosos, ¿Qué tan mal la había tratado la vida como para esperar siempre lo peor? Quizá no en la misma forma que él, pero ella, aquella chiquilla conocía el dolor de sentirse abandonada, lo podía ver y reconocer porque él alguna vez también se sintió así.

—¿En serio?— quiso confirmar sorbiendo las lágrimas.

Andrés le sonrió— por supuesto, tranquila, Pidamos algo de desayunar y hablemos ¿Te parece?— ofreció.

Entonces de nuevo, sin que  lo viera venir, ella hizo algo que arremetió de nuevo contra él, Eli asintió soltando una risita dulce que a Andrés simplemente le aceleró el corazón.

Siempre una sonrisa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora