II

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Laura

Los domingos siempre fueron mi día favorito de la semana. Ross no trabaja, yo tampoco y no había nadie más que nosotros dos. Este domingo fue la excepción, todo comenzó a las diez de la mañana cuando Ross me acompañó a llevar a mi madre a rehabilitación. Lucie se quedaría con Ross y conmigo hasta que ella se recuperara.

— ¡No necesito rehabilitación! — grita mi mamá llorando cuando llegamos al lugar. No, no le habíamos dicho que iba a ir a rehabilitación.

— Ellen, cerrarás tu maldita boca alcohólica y entraras a ese lugar. No harás de la vida de Lucie un infierno como la mia, no te lo permitiré. — contesto mientras le abro la puerta del auto y Ross la ayuda a bajar.

— ¡Tú! Desde que te follas a la mocosa la has cambiado. ¿Todavía no te has cansado de lo puta que es? ¡Estoy segura de que la abandonarás como hizo el imbecil de Damiano! — le grita a Ross ahora y él la mira enfurecido.

— Jamás me he acostado con Laura, no es una puta. No ha cambiado, usted ha olvidado como era su hija. No la abadonaré, estaré con ella en todo momento porque la quiero a mi lado y la necesito. Ahora, entre a la maldita rehabilitación y deje a Laura y a Lucie en paz. Yo me ocuparé de ambas y si tiene suerte, tal vez Laura venga a visitarla. Tal vez. — responde.

Ellen solo lo fulmina con la mirada y murmura insultos hacia él y hacia mi mientras una enfermera se la lleva.

— Me siento una mierda... — susurro sintiendo las lágrimas en mis ojos, al instante los brazos de mi mejor amigo me envuelven y yo me aferro a él.

Ross era mi ancla. Ross era lo que me mantenía fuerte.

— No eres una mierda. No la has abandonado, la has ayudado. Necesita rehabilitación, esto se le ha ido de las manos... Lucie estará mejor con nosotros y cuidaremos de ella. No estás sola, Laura. Siempre estaré contigo.

Sollozo y lo abrazo más fuerte. — Te quiero, Ross. Gracias por todo.

Él se aleja un poco de mi para repartir besos por mi cara y secar mis lágrimas, provocando una sonrisa en mi. ¿Cómo no podía enamorarme de él a los 17 años cuando era todo lo bueno que tenía, además de Lucie? Me hubiera encantado que lo nuestro hubiese sido diferente y que ahora estuviera besándome en los labios, no por toda mi cara menos ahí. Por suerte, ahora tenía a Adam y llenaba ese vacío que sentía.





— ¿Por qué tardaron tanto en llevar a mami al aeropuerto? — pregunta mi hermana menor en cuanto nos ve entrar. Ella se había quedado en la que ahora era su ex casa junto a una vecina que me hizo el favor de cuidarla. Todos en el barrio sabían lo que pasaba, por eso quería sacar a Lucie de ahí.

— Porque se retrasó el vuelo, cariño. — respondo sonriéndole.

— Sé que está mal lo que voy a decir... Pero me alegra quedarme con ustedes, me gusta más su casa que esta. ¡Y Ross y tú son muy tiernos!

Ruedo los ojos riendo. Otra fan de nuestra relación inexistente.

 — Lucie, vamos a casa. — manda Ross mientras agarra sus maletas y yo la mano de ella.

Visto así, mi día no podía ser tan malo. Lucie viviría con nosotros, mi madre empezaría rehabilitación y Ross no trabajaba. No, no podía ser tan malo. Lo superaría.





— ¡Me dejó! — exclamo llorando cuando llego a casa.

Ross estaba acostado en el sillón viendo televisión. Lucie ya se había ido a dormir cuando Adam me había citado para hablar.

Lies | Raura TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora