El pelinegro caminaba de un lado a otro de la habitación. Mantenía entre sus labios una de sus manos, para así masticar con nerviosismo sus uñas. La razón de todo aquel escenario: Viktor.
Ya eran casi las doce de la noche, y el ojiazul todavía no hacía notar su presencia en el departamento que compartía hace un tiempo indefinido con Yuuri.
Cosas horrendas cruzaban de manera fugaz por la mente del menor; cosas que poco a poco mataban pequeñas pizcas de esperanza que trataba de mantener dentro de sí. Quizá le había sucedido algo: lo pudieron haber asaltado, o mucho peor, secuestrado. Cabe la opción de que solo se haya atrasado en sus prácticas, pero aquello lo veía tan lejano que dolía de manera incesante. O por más que le costara admitirlo, se fue a casa de alguien más, y ése alguien probablemente no tenía sólo la intención de tomar un café.
Por mucho que tratara de convencerse algo contrariando ésa imagen, le costaba; vaya que lo hacía. Y es que en varias ocasiones se lo planteó. Antes creía que solo eran suposiciones sin sentido, y que su imaginación le jugaba una que otra mala pasada.
Hasta que llegó ese día.
No le encantaba recordar aquella escena, pero siempre que algo como esto ocurría eso siempre estaba dentro de sus dudas.
Flashback.
La lluvia caía de manera salvaje. Un sonido atronador de gotas chocando contra el suelo inundaba la sala donde se hallaba el menor. Éste se mantenía sentado en uno de los sofás que había comprado hacía tiempo con Viktor, y su estado no era el más apropiado en esos momentos.
La noche había caído hace bastantes horas, y aquello le comenzaba a preocupar. Deseaba con todo su ser escuchar el cerrojo de la puerta; el pequeño y casi imperceptible crujido que hacía ésta al provocar cualquier movimiento y, mucho mejor que todo lo anterior, ver entrar por ahí al que alguna vez fue su entrenador en las mejores condiciones y con una sonrisa de oreja a oreja.
Y todas su suplicas fueron escuchadas, exceptuando algunas cosas. La puerta se abrió repentinamente; la sonrisa la portaba, pero su estado era algo que Yuuri hubiese preferido evitar presenciar: la entrada había dejado al descubierto a un Viktor alcoholizado de pies a cabeza, y producto de su borrachera, apenas se podía mantener en pie. Pero, lo que más sorprendió al menor, fue algo inusual que percibió –gracias a su camisa descotada– un poco más arriba de las clavículas del ojiazul: un beso marcado con labial puramente rojo.
Los ojos de Yuuri se abrieron de par en par. ¿Cómo era eso posible? Quizá pudo haber entendido el hecho de su tardanza, pero, ¿esto? Le costaba asimilarlo por más que pasara la mirada por aquella marca.
– ¿Qué miras tanto?– preguntó como pudo el mayor.
Las palabras se quedaban estancadas en su garganta. Su boca se encontraba entreabierta gracias a la impresión y obviamente el dolor que le había ocasionado ver esos desconocidos labios.– ¿No me vas a responder?– volvió a interrogar el peliblanco.
Se sentía traicionado. Las lágrimas amenazaban recorrer sus rojas mejillas de tal manera que por más que lo intentó, no logró controlarlas.
Las únicas palabras que logró articular en ése entonces fueron las más difíciles hasta el momento. Hizo una pregunta cargada de dudas y miedo a escuchar la respuesta que el chico frente a él pudiera otorgarle: – ¿Cómo pudiste?–.
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Hall of Fame [Viktuuri]
Fanfiction"- Viktor, la fama se te está subiendo a la cabeza. Piensa en tus inicios. No te dejes llevar por lo que ahora te rodea: los paparazzis; las entrevistas. Piensa en mí; en el 'nosotros' que forjaríamos. Recuerda que te amo."