Capítulo 34. (PENÚLTIMO)

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– Viktor, la fama se te está subiendo a la cabeza. Piensa en tus inicios. No te dejes llevar por lo que ahora te rodea: los paparazzis; las entrevistas. Piensa en mí; en el 'nosotros' que forjaríamos. Recuerda que te amo... –

De los ojos de aquel chico pelinegro rebosaba sutiles lágrimas, y a su vez, leves espasmos daban a relucir lo destrozado que se hallaba. Sus ya exageradamente delgadas piernas flaqueaban con el simple respirar de un segundo.

Por otra parte, Viktor solo soltaba risotadas ante las súplicas del menor. Por alguna descorazonada y desquiciada razón, le parecía divertido. Pero, vamos, últimamente todo iba de esa manera: en picada.

– Eres tan patético, ¿ya te lo había dicho? Pa-té-ti-co, Katsuki. –

¿Acaso era posible desmoronar a una persona con menos de veinte palabras? Bueno, sí. El menor era la clara respuesta a aquella pregunta. El amor duele como mil cuchillos en el pecho, quema como si de habitar en el mismísimo infierno se tratase, y juega vilmente con el azar. En este caso, Yuuri era el perdedor. Apostó todas sus fichas, y ahora en la pobreza ha quedado mendigando por un poco de misericordia.

– Me das lástima, y sólo por eso he preferido quedarme a tu lado simulando aún que somos una pareja feliz... Aunque bueno, no es tan así. Ya la mitad del jodido mundo sabe que me follo a Chris. –Viktor se encogió de hombros con tal naturalidad, restándole importancia al asunto de una forma impresionante.

La tartamudas palabras se quedaron en la boca de Yuuri debido a que unos golpeteos se oyeron a través del salón. El de claros cabellos sonrió ampliamente por arte de magia, para luego caminar con elegancia hacia la entrada. Gira el pomo de la puerta y deja a la vista a un imprudente visitante. El corazón del destrozado chico cayó nuevamente en mil pedazos: era nada más y nada menos que Christopher Giacometti.

¿Que qué hacía ahí? Ni por enterado se daba Yuuri. Solo sabía que estaba siendo el mal tercio en aquel cuarto.

Las manos de Viktor se dirigieron con delicadeza hacia la cintura del recién llegado, acercando con rapidez sus belfos hacia los ajenos, dando como resultado un salvaje ósculo. Sonidos inusualmente excitantes entre ambos pares de labios hicieron que el ceño del menor se arrugara. "Repugnante", pensó.

Secó con brusquedad la humedad de sus mejillas y sorbió su nariz. Miró una última vez aquella escena y corrió por el pasillo que daba directamente a su habitación. Abrió las cortinas de par en par al igual que las ventanas, dejando frente a sí el balcón. Caminó unos cuantos pasos y se ecaramó por sobre la baranda, sintiendo algo de vértigo al caer en la cuenta de lo alto que se hallaba. Mordisqueó sus labios con nerviosismo hasta dejarlos hinchados y suspiró, sacudiendo su cabeza. Poco a poco fue aflojando el agarre que lo mantenía aún "seguro", hasta que sintió el viento golpear con desafuero su blanquecino semblante. Terminales cosquilleos y corrientes eléctricas recorrían con frenesí su anatomía, y sus orbes se cerraron con tal potencia que su cabeza vibraba.

Tres metros sobre el pavimento y un recuerdo atraviesa ferozmente su mente; dos metros y una pequeña sonrisa se asoma tímida por las comisuras de sus labios; un metro y, antes de que siquiera alguien pudiera notar cómo perdía totalmente el conocimiento, uno de los tantos besos recibidos por parte de Viktor se mantuvo fijo en su cabeza: no sabía si interpretarlo como una impresión agradable o simplemente despiadada. Lo único que tenía en claro, era que lo amaba; lo amaba a pesar de todo. Lo amaba aunque se viera estancado en el llamativo salón de la fama.

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¡Hey, no me odien! Recuerden que este es el PENÚLTIMO CAPÍTULO.
Solo agradecer nuevamente la espera. Seguro que más de alguno se mantiene paciente a por alguna actualización.

¡Gracias por estar! Y espero de todo corazón que les haya gustado este capítulo. Quizá no me convence mucho, pero en cierto modo estoy conforme. Ah, suena bastante contradictorio ahora que lo pienso.

Los quiero. ♥️

Hall of Fame [Viktuuri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora