Capítulo 11.

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Yuuri se levantó animado después de mucho tiempo. La razón, era porque hoy se juntaría con Phichit.

No cabía duda de que lo extrañaba, y es que él había sido quien más lo ayudó durante este “quiebre amoroso” por el cual estaba pasando.

Pero, por mucho que el moreno tratara de que su amigo entrara en razón y se alejara de una vez por todas de Viktor, siempre caía en el mismo error una y otra vez cuando estaba casi al borde de la superación.

El pelinegro se bañó; vistió con lo primero que encontró luego de su ducha y cogió las llaves del departamento junto con su celular. Se dirigió hacia la salida, pero antes de siquiera tocar el pomo, éste giró repentinamente a la vez que la puerta se abría con calma. El menor por instinto dio unos pasos hacia atrás para así evitar que su cara diera de lleno contra ésta.

Y, para su mala suerte, la apertura dejó ver a nada más y nada menos que al causante de sus desvelos.

– ¿Pretendías ir a algún lugar?– preguntó de repente el mayor, cerrando la puerta por atrás mientras su entrecejo se arrugaba levemente.

– S-sí.– tartamudeó el pelinegro lleno de inseguridad en sí mismo.

– ¿A dónde?– volvió a interrogar el chico de platinados cabellos.

– H-hoy quedé de juntarme con Phichit.–

Por si la confusión de Viktor ya no fuese mucha, a esta se le sumó el enojo. Sí, quizá por ahora le daba exactamente igual lo que Yuuri hiciera o no con su vida, pero el eterno odio hacia aquel alegre chico no desalojaba su interior, por muy infantil e inmaduro que aquello sonara.

– Me niego a que te vayas con ese idiota.– soltó Viktor alzando un poco la voz.

– ¡P-Phichit no es ningún idiota!– gritó el menor un poco asustado por su atrevimiento.

– ¡No me grites, mocoso! ¡Él sí es un idiota que desde el principio trató de alejarte de mí!– las palabras salían sin un grado de compasión por parte del peliblanco. Él decía lo que pensaba restándole importancia a la opinión de terceros.

– ¡No lo es! ¡Tú sí!– en menos de lo que él esperaba, el arrepentimiento floreció en cada parte de su cuerpo. Reaccionó sin pensarlo, y se golpeaba una y otra vez mentalmente por aquella frase que acababa de exclamar: " ".

El silencio inundó la habitación. Una oleada de incertidumbre recorrió a Yuuri de pies a cabeza. Ahora el único idiota en ese departamento era él.

– ¿Q-qué dijiste?– preguntó Viktor aún en un estado de estupor. Nunca, ni en sus más remotos pensamientos, se le pasó por la cabeza que en algún instante, escucharía aquellas palabras cargadas de desprecio salir de la boca de su pequeño –y sí, todavía tenía el descaro de etiquetarlo como parte de su propiedad–.

– Y-yo... Olvídalo.– dijo Yuuri, incapaz de articular otra frase.

– No. Repite lo que acabas de decir.– ordenó el peliblanco, retrayendo los dedos de tal forma que sus manos quedaron en unos firmes puños a cada lado de su cuerpo, haciendo que sus nudillos se volvieran blancos gracias a la fuerza ejercida.

– V-Viktor...–

– ¡Hazlo! ¡Repítelo!– gritó frunciendo más el ceño. Su pecho subía y bajaba rápidamente, y es que la rabia que comenzaba a arremolinarse en su interior hacía que su respiración se agitara poco a poco.

– ¡Dije que eres un idiota!– y así, sin esperar respuesta por parte del mayor, corrió a grandes zancadas hasta el baño.

Una vez ahí, se cubrió la boca con ambas manos, y soltando un sonoro sollozo, se deslizó por la puerta hasta quedar sentado por completo en el suelo. Sus pantalones se fueron mojando minuto a minuto gracias a las lágrimas que caían incesantemente de sus ojos. Los vidrios de sus gafas también estaban siendo testigos de su desgarrador llanto.

Mientras él seguía "lloriqueando como nena" como solía decirse a sí mismo, Viktor se hallaba estático en la sala con el semblante sin expresión alguna. No se sentía enojado, de hecho, la rabia que hace pocos minutos estuvo invadiéndolo desapareció luego de escuchar el grito de Yuuri.

La sensación que tenía consigo era amarga, y el corazón se le encogió al recordar el rostro colorado del menor antes de salir huyendo de la habitación. Era algo que hacía bastante tiempo no sentía; algo que por meses se rehusó a admitir. Un sentimiento que no quería traer en su interior cada vez que peleaba o ignoraba a Yuuri: tristeza.


Hall of Fame [Viktuuri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora