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Emma había pasado una de las noches más difíciles en su estadía en México, cuando había aceptado el trabajo en ese hospital realmente no había considerado que tarde o temprano terminaría atendiendo a bebés. Ella había pedido que la mantuvieran en los turnos nocturnos del área de urgencias y había logrado a toda costa evitar la zona de maternidad, pero el destino tenía un cruel sentido del humor. Por la madrugada había llegado un pequeño bebé de un año, había comenzado a asfixiarse luego de ingerir un pequeño juguete de su hermanita, otra pequeña de solo tres años. A Emma la poseyó una adrenalina que nunca había sentido, sin pensarlo hizo uso de todo lo que estuvo a su alcance para salvar la vida de ese pequeño y solo se atrevió a respirar cuando el pequeño estuvo fuera de peligro, había sido algo increíble al principio, había sido como estar fuera de ella, como si pudiera ver todo ese suceso fuera de su cuerpo y el control lo hubiera tenido alguien más , la joven madre de ese bebé la había abrazado varias veces con lagrimas en los ojos y un agradecimiento en sus labios y su corazón, pero Emma no pudo ver con claridad todo aquello pues de inmediato James llegó a su mente y el dolor la rebasó. Sabía que estaba a punto de colapsar y no quería que nadie fuera testigo de esas crisis que ella creyó haber superado, corriendo como si su peor enemigo estuviera tras ella llegó hasta el baño de damas y se encerró en uno de ellos, su cuerpo comenzó a temblar fuertemente, respirar era algo que le estaba costando demasiado debido al llanto que comenzó en ella, no pudo evitar pensar en su hijo y en que no había podido hacer nada por el, el había vivido solo unos días y desde su nacimiento las esperanzas por sobrevivir le fueron negadas y ni todos sus conocimientos, ni la experiencia de médicos como sus padres habían podido hacer una diferencia, la vida le había arrebatado a su hijo y ni siquiera le dio la oportunidad de pelear por el.

- Lo estoy intentando... de verdad lo estoy intentando...- Emma hablaba para si misma y para la vida que no se cansaba de intentar derrumbarla.- Lo intento pero duele mucho... no se si podré hacer esto yo sola, no soy tan fuerte...-

Emma tardó varios minutos en reponerse de esa crisis nerviosa y cuando se sintió capaz de volver a trabajar fingió que todo estaba bien, atendió a más personas con dedicación y paciencia, como nunca antes el tiempo pasó demasiado lento dejando que la herida que llevaba en el alma siguiera lastimándola como un dolor silencioso que nunca se iba, cuando por fin fue tiempo de marcharse supo que no podría dormir aunque quisiera, no soportaría que su mente trajera de nuevo todo a ella, no quería admitir que lo único que podría consolarla eran unos brazos que le habían negado ese consuelo meses atrás, no quería aceptar que necesitaba de ese amor para vivir, quería seguir creyendo que solo bastaba su fuerza de voluntad para salir adelante, la peor parte de esa mentira que ella luchaba por volver realidad era que aunque su soledad muchas veces le daba paz, otras tantas la hacía sentir demasiado vulnerable.

Fue en ese momento que decidió que no podía volver a su casa y su abuela llegó a su mente, recordó la labor que hacía en aquella fundación y se sorprendió de tener la dirección muy presente en su mente , así que sin mas remedio se dispuso a llegar hasta ese lugar.

Aquella mañana el sol estaba tardando un poco más en aparecer, sin embargo los colores naranjas y algo rojizos del alba ya comenzaban a teñir el azul profundo de la noche que terminaba para dar paso a otro día. Emma no se sorprendió de que al llegar al lugar no hubiera nadie pues apenas pasaban de las siete de la mañana, probablemente la mayoría de personas apenas estaría despertando para comenzar sus labores, lo que si la sorprendió fue lo imponente del recinto, dos plantas y muchos, muchos metros cuadrados la hacían ser una construcción enorme, podía ver incluso un pequeño campo para futbol y varias secciones de habitaciones que podían servir para muchas cosas, su abuela era increíble, ya quería escuchar la historia de a cuantos donadores y patrocinadores había logrado conseguir para construir aquella enorme fundación, así que sin otra cosa que pudiera hacer, se sentó en una jardinera que estaba cerca de la puerta de entrada a esperar a que su abuela llegara.

El camino de Emma.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora