Grayson
¡Maldita sea! ¡¿Qué hice?!
No se supone que esto sucediera. No planeé que esto sucediera. Yo solo quería demostrarle que celebrar su cumpleaños no tenía nada de malo, pero me equivoqué. Ver el dolor en sus ojos me destrozó, y ella tenía razón. Qué hubiera avanzado un poco no quería decir que estuviera preparada para enfrentar una fiesta sorpresa.
Sin embargo, no debe conducir estando alterada. Podría sufrir un accidente y yo me moriría si algo le pasa por mi imprudencia.
Entro lo más rápido que puedo al bar y me dirijo rápidamente hacia Sam.
—Dame las llaves de tu coche—es una afirmación y no una pregunta. Espero lo entienda.
— ¿Qué? ¿Por qué?—al parecer no entendió mi afirmación.
— ¿Crees que dejaré a Jade en ese estado?—veo que abre su boca para decir algo pero no lo dejo. —Mejor no respondas. Eres tan idiota que no te das cuenta de la gravedad de lo que acaba de ocurrir, ¿cierto?
— ¡Grayson! —La voz estridente de mi padre me interrumpe.
Mi padre es un hombre enorme. Me sobrepasa por nueve centímetros, tiene los ojos grises y el cabello es negro como el azabache. Es un buen hombre, nos ama a mi madre, a mi hermana y a mí con todo su ser, y ama a Sam con la misma intensidad, para él es su otro hijo aunque no lleve su sangre.
—Discúlpate con tu hermano. Él no tiene la culpa de lo que está pasando.
Cómo me da miedo mi padre cuando saca este lado suyo, hago lo que me dice.
—Lo siento, Sam.
—No hay problema, hermano—al parecer a él también le ha asombrado el carácter de mi papá.
—Ahora—prosigue mi padre—. No creo que sea buena idea que la sigas. Ella quiere estar sola.
—Dime algo, papá—lo miro directamente a los ojos para que vea lo impotente que me siento—. Si vieras a mamá en ese estado, ¿te quedarías de brazos cruzados, o irías tras ella?—por lo que veo en sus ojos haría lo segundo—Eso creí—miro a Sam—. Por favor, dame las llaves de tu auto—gracias a Dios hace lo que le pido sin rechistar.
—Hijo—me llama mi madre—. Cuídate, ¿sí? No sé porque, pero tengo un mal presentimiento.
—Descuida, mamá, estaré bien. Lo prometo—me acerco a ella rápidamente y la beso en la frente.
Con la misma velocidad corro lo más rápido que puedo hacia la salida. Hacia el auto. Y arranco antes que sea demasiado tarde para ir tras Jade.
Algo me dice que debo tomar la autopista. Creo que conozco a Jade y puedo descifrarla un poco. Es el tipo de chica que, cuando algo la lastima, se encierra en sí misma, de esas que forma una muralla a su alrededor para que nadie se le acerque. Es obvio que lo menos que hará es ir a su casa, donde se puede topar con Liv, Ben, Angie, o conmigo. Por eso sospecho que tomó la autopista, quiere despejar su mente manejando, sin que nadie la moleste. Lástima que yo no haré caso de eso.
Y mis sospechas son ciertas, veo el auto de Jade cuando estoy a dos coches de ella, claro que trato de esquivar a estos para acercarme lo más que puedo. Anqué no tengo auto propio, y tomo de vez en cuando el coche de Sam, soy un muy buen conductor.
Mi teléfono comienza a sonar y, por instante, me siento tentado a lanzarlo por la ventana. Hasta que me percato de que es Jade. No espero que suene más de dos veces para contestar.
—Creo haberte dicho que no me siguieras—dice, impidiéndome hablar. Por su tono de voz sé que está muy molesta.
—Jade, admito que soy un idiota y cometí un gran error, pero estás nerviosa y no deberías conducir en ese estado—solo espero que me escuche y detenga el auto.
Pero, por supuesto, no es el caso. Jade me corta la llamada y sigue conduciendo sin la mínima intención de detenerse.
¡Maldita sea! Golpeo el volante con frustración. ¿Por qué tiene que ser tan terca?
Ja. Pero está muy equivocada si cree que la dejaré tranquila...
Mi línea de pensamiento se ve interrumpida cuando me percato del auto que viene en contravía. Directo hacia Jade.
Vamos, amor, puedes esquivarlo.
Por un segundo creo perderla, pues no sé que la distrae de actuar rápido. Sin embargo, al final logra esquivarlo. Sólo puedo ver hacia ella y conducir, pero el respiro de felicidad que siento es sustituido por un nudo en el fondo de mi estómago cuando me doy cuenta de que Jade colisiona contra un valla.
¡NO! ¡Dios, no!
No puedo apartar mi mirada de ella, y cuando me dispongo a ver hacia el frente para desviarme e ir lo más rápido que puedo hacia ella, es demasiado tarde.
El auto que venía en dirección contraria, ese que me preocupaba que Jade no pudiera esquivar, colisiona contra mí. Me percato de él cuando es muy tarde para esquívalo, así que choco contra él.
El auto comienza a girar y girar, mi bolsa de aire se activa pero es en vano. Mi cabeza golpea tan fuerte contra el vidrio de la puerta que el cristal se rompe. De inmediato explota en mi cabeza un dolor tan intenso que no creo poder soportarlo. Mis costillas también comienzan a doler pero no sé con exactitud qué lo habrá provocado. De repente, comienzo a sentir unas ganas enormes de cerrar los ojos, cerrarlos por un largo tiempo. Pero no puedo, primero debo saber si Jade está bien, necesito verla.
Con las pocas fuerzas que me quedan, logro desabrochar mi cinturón de seguridad y abrir la puerta. Me recargo de ella para no caer. El dolor que me atenaza las sienes es tan fuerte que no sé si pueda llegar hasta Jade, mi visión está borrosa y con cada paso que doy es como si me clavaran puñales en las costillas, un dolor tan fuerte que solo el hecho de respirar es insoportable.
Caigo de rodillas a mitad de camino.
A lo lejos, puedo escuchar sirenas, pero sólo puedo pensar en Jade, en mi amor. Espero me perdone, no puedo llegar a ella, no me alcanzan las fuerzas. Termino desplomado en el asfalto, las ganas de cerrar los ojos me superan, así que me rindo.
— ¡Graysonnn!—esa voz, esa hermosa voz. Espero no sea una alucinación, espero que de verdad sea Jade. Porque si lo es quiere decir que está bien, que puedo cerrar mis ojos en paz porque ella estará a salvo, y eso es lo único que importa.
Con ese último pensamiento me dejo llevar por un profundo agujero negro de inconsciencia.
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Fría como el hielo
Teen FictionHola, soy Jade Thompson. Una estudiante de segundo año de la universidad, que en cierta etapa de su adolescencia tuvo que vivir un evento que cambió su forma de pensar y de actuar. No creo ni confío en nadie, bueno en casi nadie. Sólo confío en tr...