Capítulo 32: ¿Qué te hice para que me odies tanto?

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Jade

—Maldita sea, Jade, no es la hora de dormir. Ya estoy harta. Levántate—dice Angie furiosa, tirando de la cobija en la que me encontraba enrollada. Y de verdad está enojada porque ella sólo dice malas palabras cuando está reventando de rabia.

—Déjame en paz, Angie.

—Gigi, deja tranquila a tu hermana—le reprende la Nona desde la puerta de la habitación.

Pero su exigencia cae en los oídos sordos de Angie, pues ella me quita por completo mi cobija y como no me queda de otra me siento en la cama.

—¿Hermana? ¡¿Hermana?! Esa chica sentada allí no es ni la sombra de lo que era mi hermana, mi mejor amiga, mi cómplice—dice apuntándome con su dedo índice—. Mi hermana, Nona, es una mujer fuerte, valiente, que sabe sobreponerse a cualquier cosa. Pero esta... Esta mujer de aquí es una extraña. Así que deja de tenerla bajo tu ala como mamá gallina.

—¡Gigi!—le grita la abuela. Pero aunque la verdad duela sé que lo que está diciendo Angie es completamente cierto.

—No, Nona. Angie tiene razón—reconozco al fin. Y, al parecer, no se lo veían venir, porque ambas están con la boca abierta.

—¿Sacarás tu trasero de esa estúpida cama? Ya ha pasado casi un mes y creo que es hora de que salgas de nuevo y veas algo de luz solar.

—He salido. ¿Olvidas que fui a presentar mis evaluaciones a la universidad?

—Jade, eso no cuenta. Estás viendo todas las clases virtualmente, y sólo has ido a la universidad como tres veces. No sales de casa, no quieres ver a nadie y te la pasas con un humor más tétrico que el de Igor de Winnie The Poo.

—¿Me culpas por ello?

—¡Sí! Te culpo mil veces por ello. Ya es hora que te pongas tus pantalones de mujer y salgas al exterior a vivir tu vida. No es el fin del mundo que terminaras con Grayson. Además, te recuerdo que fuiste tú quien lo dejó.

—Lo sé y me arrepiento, pero no hay nada que pueda hacer. No es tan fácil como ir, buscar a Grayson, decirle toda la verdad, y esperar que me perdone.

—Sí, es así de fácil—dicen la Nona y Angie al unísono.

—Bien. Supongamos que tienen razón—digo—. No sé dónde pueda encontrar a Grayson, tal vez no está en casa.

—No lo está. Sam y yo ideamos un plan para sacarlos a ambos de su mundo de autocompasión, porque tal parece Grayson está tan del asco como tú—dice rodando los ojos de manera dramática—. Se supone que los íbamos a acorralar en una fiesta que está dando Holden Lane en su casa. Hace un momento terminé de hablar con Sam y me dijo que Grayson se estaba alistando y no sospecha nada. Así que tienes quince minutos para alistarte e ir a recuperar a ese hombre, recuerda que es media hora de viaje y el tiempo es oro. Así que muévete.

—¿Grayson también la está pasando mal?—Eso me hace doler el corazón.

—Por supuesto, idiota. El aún te ama. A pesar de sus lesiones fue a buscarte a tu casa y a la mía, y también fue a la universidad, por si aparecías algún día. Se está recuperando de sus lesiones pero aun quiere verte. No te lo dije antes porque no quería que rompieras a llorar otra vez como María Magdalena.

—Yo...

—¡Por todos los cielos, Jade, cámbiate de una vez!—Cuando Angie está a punto de salir de la habitación con la abuela se gira nuevamente hacia mí—. Y más te vale que te cambies, porque si no, soy capaz de volver y cambiarte yo misma.

Fría como el hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora