Capítulo 8: Mensajes de texto.

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Jade

Desde que salimos de la universidad Angie ha tenido una actitud extraña. Está como esperando a que pase algo. En el auto no dijo ni una sola palabra y pues eso es muy raro, es decir, es Angie, ella siempre habla hasta por los codos. No sé qué le pasa, ni si debo preocuparme, pero más vale que no tenga nada que ver con Sam porque si no...

De repente mis pensamientos se ven interrumpidos por el sonido de mi teléfono. Es un mensaje.

Desconocido: Hola, ¿Qué tal? 

Yo: ehm... creo que estas equivoco.

Desconocido: No, no lo estoy. Eres Jade ¿cierto?

¿Quién rayos, es esta persona? ¿Y cómo demonios tiene mi número? Decido no responder aún, por lo menos no hasta que entre a mi casa. Veo a Angie, y ella está viendo hacia mí y mi teléfono, parece nerviosa. Definitivamente me estoy preocupando.

Antes de que murieran mis padres vivíamos en el centro de la cuidad. En una casa grande, pero no tanto como para ser una mansión. Angie vivía, y vive aun, en los suburbios de la ciudad, claro como nuestros padres trabajaban juntos y eran amigos nosotras prácticamente crecimos juntas. Aparte de conocernos en el jardín de niños, ella pasaba todas las tardes en mi casa.

Tras la muerte de mis padres Liv y yo no le vimos sentido el seguir viviendo en esa casa. Primero nos traía demasiados recuerdos y eso era doloroso, y segundo era demasiado grande para nosotras dos solas; así que decidimos que lo mejor sería venderla. Afortunadamente, y como cosa del destino, los vecinos de la casa junto a la de Angie decidieron venderla y mudarse a otro lugar. Así que Liv decidió venir a verla conmigo y nos encanto. Y aunque tenemos dinero suficiente para una casa mejor, esta era—y es— sencillamente hermosa. Es pequeña y hogareña. Supongo que eso fue lo que nos atrajo.

— ¿Vas a quedarte allí parada como estatua, o vas a entrar, Angie?—le pregunto a mi ahora silenciosa amiga.

Angie menea la cabeza como si estuviera saliendo de un trance. Raro.

—Ehm...si...entrar...claro—balbucea. Bueno creo que ahora si la perdimos, y se volvió completamente loca.

Mi casa es pequeña, de dos pisos. En la planta baja queda la cocina, el comedor, la sala y un baño para invitados. Los cuartos están en el piso superior, tres en total, con baño incluido. En el interior la pintura es de un color marfil. En la parte exterior la casa es de color gris plano, con detalles en algunas partes en blanco, con uno hermoso jardín, en el cual están sembradas las flores y plantas preferidas de mamá. Nuestros padres hubieran amado esta casa.

—Jade—me saca Angie de mis pensamientos. Tiene la puerta de la casa abierta, esperando por mí—. ¿Entras?

—Sí, lo siento, sólo estaba pensando—digo entrando a la casa.

— ¿En qué pensabas? —pregunta Angie curiosa. ¿O debería de decir chismosa?

—En la mortalidad del cangrejo—ruedo los ojos—. No seas chismosa Angie.

— ¿Sabes qué? Mejor voy a buscar a mi hermana. La que sí me quiere y es dulce conmigo—finge molestarse y se gira—. ¡Liiiiiiv! ¡Tu hermana favorita, o sea yo, ya llego!—Dios, Angie de verdad que puede ser dramática.

—Pues bien quédate aquí. Liv debe estar en la cocina, preparando alguna nueva receta que haya visto en la televisión. Yo me voy a mi habitación—Angie se encoje de hombros y finge ignorarme.

Doy media vuelta y voy a mi habitación. Liv se encargó de decorarla con mi color favorito, el azul, y combinarlos con otros para hacer que el cuarto se vea hermoso. El azul fue combinado con el blanco y el gris. En la mesita de noche del lado derecho, hay una foto de Angie, Liv y mía. En la mesita de noche del lado izquierdo, hay una foto de mis padres con Liv y conmigo.

Fría como el hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora