Capítulo 29

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Giovanna tomó aire profundamente antes de tocar la puerta y entrar. Vincenzo Sforza estaba detrás de su escritorio, con un sinnúmero de documentos pulcramente ordenados y totalmente concentrado. Por un momento, a Giovanna le dio la impresión de encontrarse en el despacho de su padre en la Corporación, y no en el que mantenía en la Mansión Sforza.

–Como si hubiera alguna diferencia –murmuró Giovanna para sí misma, esperando que Vincenzo notara su presencia. En general, su padre era así. Odiaba que lo interrumpieran; por lo que a menos que él te mirara, no podías hablarle.

Al recordar el motivo de su visita, torció el gesto y soltó el aire lentamente. No sería algo agradable ratificar su renuncia al tiempo que anunciaba su inminente boda. Oh no, Vincenzo no tomaría nada bien ninguna de aquellas perspectivas. Estaría decepcionado. Ojalá no tuviera que decepcionarlo... pero no había otra manera.

Sonrió un poco cuando la imagen de Luke apareció en su mente. Él había querido acompañarla, estaba dispuesto a enfrentar a un Sforza más, quizás al más temible de todos. Solo que ella no podía dejarlo. Era algo que tenía que hacer por su cuenta. Únicamente los dos.

–¿Qué sucede, Giovanna? –inquirió Vincenzo señalando la silla frente a él–. Supongo que has recapacitado y quieres volver a la Corporación.

–No –negó y la sonrisa de suficiencia de Vincenzo se congeló. Giovanna se sentó–. Padre, mi decisión es irrevocable. Estoy aquí para ratificarla.

–Ah, así que sigues empeñada en eso. ¿Por qué, Giovanna? ¿Es necesario algo tan drástico para demostrar tu enfado por mi inicial negativa a apoyar tu proyecto?

–Ya te dije que no se trata de eso –cruzó los brazos con impaciencia, irritada ante el tono condescendiente que él estaba usando–. Y no es necesario que me hables como a una niña. Porque ya no lo soy.

–Pero te estás comportando como tal. Una niña caprichosa.

–¡Padre! –protestó indignada. Vincenzo arqueó una ceja.

–Giovanna, sé qué te sucede. Lo supe desde que te resististe a regresar a Italia pero... –bufó incrédulo– me negaba a creerlo.

–¿A qué te refieres?

–Tú, mi hija más sensata. La Sforza que hasta el momento se parecía más a mí, que había valido la pena. Mi orgullo... ¿cómo te convertiste en una persona inconsecuente y emocional?

Giovanna abrió los ojos desmesuradamente ante las palabras de su padre y, a su pesar, enrojeció levemente por lo que implicaban. Él gruñó por lo bajo.

–¿Por qué, Giovanna? ¡Y de alguien como él, nada menos! –rió secamente–. Esperaba mucho más de ti.

–¿De quién, padre? ¿Esperabas más de tu hija o de tu empleada?

–No seas absurda, Giovanna –Vincenzo dijo contrariado y la miró displicente–. ¿Mi heredera está manteniendo una relación con un alcalde de un pueblo perdido en quién sabe dónde? ¡Perdón si estoy indignado!

–¿Cómo lo has sabido? ¿Tú... me vigilabas?

–Yo lo sé todo, Giovanna. Deberías preguntárselo a Elisa –culminó entre dientes y Giovanna se preguntó por qué mencionaba a su otra hermana menor, ausente por largo tiempo de Italia–. Entonces, ¿qué harás? ¿Dejarás todo por perseguir a un hombre que no vale nada?

–Tú no tienes la menor idea de él, padre. Ninguna, en absoluto –Giovanna habló con frialdad–. Luke Adler vale todo. Y lo que yo pudiera hacer no sería suficiente para merecer su amor. ¿Cómo pude estar equivocada todo este tiempo? ¡Pensé que eras el mejor hombre del mundo! Soñaba con una vida junto a un hombre que siguiera tu ejemplo... sin darme cuenta que no era necesario, yo ya era una copia femenina de ti –cerró los ojos por un segundo, para retomar el control de sus emociones–. Dos cosas he venido a decir y serán dichas antes de que me marche. Primero, mi renuncia a la Corporación Sforza es irrevocable. Mantendré mis acciones, porque son parte de mis derechos como una Sforza pero no trabajaré más para ti. Segundo, no estoy saliendo con Luke, estoy comprometida con él y nos casaremos dentro de un mes. Eres bienvenido a asistir a la boda, así como madre y todos mis hermanos. Les enviaré la invitación.

–Gracias, pero no será necesario. No te molestes, Giovanna.

Ella abrió la boca pero lo pensó mejor y la cerró. No, no iba a decir nada más de lo que ya había sido dicho. Dolía. Probablemente le dolía a su padre también, pero él volvió su mirada a los documentos y la ignoró, en clara señal de que debía irse. Suspiró y buscó una manera en que la situación no quedara así, pero a menos que cediera, no había ninguna. Y ella no iba a ceder.

Quería a su padre, lo había admirado toda su vida. Pero a Luke... a Luke lo amaba por sobre todas las cosas.


***


–¿Cómo ha ido, cariño? –Luke la estrechó entre sus brazos y besó su cabello–. ¿Así de mal, eh? –Giovanna se aferró a él–. Parece que hubieras luchado una batalla.

–Sí, contra un dragón –contestó contra su pecho, con voz ahogada. Él sonrió.

–¿Un dragón? ¡Ah, entonces ha sido una batalla épica! ¿No te parece que habría sido una buena idea llevarme contigo?

–No, ha sido mejor así –respondió elevando la cabeza para mirarlo–. Ha sido horrible, Luke. No tienes idea de lo que dije.

–¿Estás arrepentida?

–Quizá las palabras no fueran las mejores pero sentía lo que dije. Cada sílaba.

–Entonces no fue tan mal.

Giovanna suspiró y se dejó caer en el sofá. Luke se sentó a su lado y ella apoyó la cabeza en su hombro.

–Fue tal como lo esperaba. No podría haber sido diferente... excepto si hubiera estado dispuesta a ceder –reflexionó Giovanna y Luke se tensó– pero no lo estaba.

–Menos mal. No me asustes así, ¿quieres?

–Deja de ser paranoico, Luke. ¿Si nos casamos dejarás eso de lado?

–Probablemente.

–Siendo así, creo que en dos meses estaremos casándonos.

–¿Dos meses? –se quejó arrugando la nariz. Giovanna sonrió y lo abrazó.

–Si tú ayudas, será uno.

–¿Es un chantaje?

–No, claro que no –respondió con sus ojos brillantes de diversión. Él sonrió.

–Pues aunque lo fuera, has logrado convencerme.

–¿Lo dices en serio?

–Muy en serio. Si nos casamos en un mes, yo te ayudaré en todo lo que quieras.

–Pero, ¿qué hay con la alcaldía? ¿Y las propiedades Burk? ¿Y...?

–Solo porque limite mi interferencia a lo mínimo durante un mes no se acabará el mundo. Seguirán ahí después de la boda.

–¡Oh, Luke! –Giovanna exclamó emocionada. A Luke le encantó el cambio que había logrado en ella. No le gustaba verla disgustada o triste. Él solo quería que fuera feliz, muy feliz.


***


–¡Esto sí que no me lo esperaba! –exclamó Giovanna después de saludar con un abrazo a Christabel–. ¡¿Cayden Sforza en mi boda?!

–Sí. ¿Estaba invitado, no? –contestó Cayden encogiéndose de hombros. Christabel soltó una risita incrédula.

–Tú debes hacerte una idea de por qué esta aquí, Giovanna –intervino Christabel divertida. Giovanna arqueó una ceja–. ¡Se enteró de quién es Luke Adler!

–¿Y quién es? –inquirió Giovanna confusa–. Además del novio, claro está.

–Es el dueño de una extensa propiedad perteneciente a una familia muy tradicional y con gran fortuna. Ese es tu futuro esposo –respondió Cayden indiferente. Giovanna y Christabel pusieron los ojos en blanco, al mismo tiempo.

–¡Gracias por el retrato tan preciso de mi prometido, Cayden! ¿Qué haría sin tu resumen de las ventajas financieras de Luke? –ironizó Giovanna.

–Precisamente. Espero que tu decisión haya sido tan acertada como parece ahora –soltó Cayden, ignorando el tono mordaz de su hermana mayor.

–Yo solo espero que seas feliz, Giovanna –terció Christabel diplomática y sonrió.

Marcas del ayer (Sforza #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora