Epílogo

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Cuatro años después

Luke se dejó caer en el sofá y cerró los ojos. Estaba agotado. Había sido un día particularmente largo y después del festejo del día anterior, no le parecía que esta noche fuera a tener las horas suficientes para recuperarse. ¿Acaso empezaba a sentirse viejo?

Frunció el ceño ante la idea y la desechó. No. A los 41 años, él era bastante joven y... ¡había pasado la temida edad! Sí, quizá ningún hombre de su familia había superado los 40 pero él, él sí lo había logrado. ¡Ah, todo un año memorable!

Sí, lo había sido. Y no podía imaginar que depararía este año. 41 años. Y su segundo hijo cumpliendo 1 año. El primer bebé varón de la familia desde el nacimiento de él. Un niño. Y después de la llegada de James Adler, dos de sus primas habían descubierto que estaban embarazadas... ¡y serían niños, también!

Al parecer la maldición se había terminado... si es que alguna vez había existido algo así. Él, por su parte, estaba abierto a creer en muchas cosas que no se le hubieran pasado por la cabeza antes. Como vidas pasadas, o la existencia de un amor que prevalecía a través del tiempo, o descubrir que la respuesta a cada una de las preguntas que valían la pena era el amor.

Negó lentamente, resignado a ser una persona absurdamente cursi. ¿Qué podía hacer? Desde que había llegado Giovanna a su vida, él no había vuelto a la normalidad. ¡Cuán agradecido estaba por eso!

–¡Llegó papá! –anunció Giovanna riendo y Luke sintió dos pares de bracitos cerrarse sobre él. Abrió los ojos y observó a sus dos hijos estrechándolo.

–¿Y tú, amor? ¿No vienes? –ofreció Luke soltándose una mano y extendiéndola.

–Creo que con Anne y James es suficiente ¿no te parece? ¿Acaso hay lugar para mí? –inquirió Giovanna con dramatismo y él sonrió asintiendo–. Bien.

Giovanna se sentó a su lado y tomó en brazos a James, quién se había tambaleado hasta su padre y amenazaba con perder el equilibrio de un momento a otro. Anne se aferró más a Luke. Él besó la frente de la pequeña niña.

–Llegaste temprano –señaló Luke clavando sus ojos oscuros en Giovanna. Ella se encogió de hombros.

–Quería ver a mis niños, así que decidí dejar temprano el trabajo. ¿Me despedirás?

–¿Yo? ¿Despedirte de la administración de las propiedades Burk? ¡Nunca! Eres lo mejor que nos sucedió... a todos. Especialmente a mí.

Giovanna sonrió y acarició el cabello de Luke con ternura, como hacía con su pequeño James. Luke arqueó una ceja, esperando.

–No voy a darte un beso con los niños en medio de nosotros.

–¿Por qué no? –se quejó, arrugando la nariz.

–¡Porque no hay espacio suficiente! –protestó Giovanna, pero Luke se inclinó y le demostró que era perfectamente posible–. Luke... –habló contra sus labios, él siguió besándola y Giovanna puso en blanco los ojos. Él rió–. No es gracioso.

–Sí, lo es. ¿Por qué te enfadas? ¡No ha sucedido nada! –dijo y acomodó a Anne en sus piernas. La abrazó con fuerza–. Cada vez se parece más a ti –señaló acariciando los mechones rojizos de su hija. Giovanna suspiró y asintió.

–Sí, así es. Aunque tiene tus ojos. Es una buena combinación ¿no?

–Es hermosa porque es nuestra –declaró Luke haciendo reír a Anne–. Estás muy callada, pequeña.

–¡Ah, seguramente está tramando algo nuevo! –lamentó Giovanna y sacudió el hombro de ella con suavidad–. ¿Anne? Fue suficiente por hoy, ¿de acuerdo?

Marcas del ayer (Sforza #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora