–Y lo dejaste hablando solo –concluyó Isabella al otro lado de la línea. Giovanna bufó con incredulidad–. ¿Qué?
–Pensé que eras mi amiga.
–Lo soy.
–¿Y por qué no estás de mi lado?
–No necesitas alguien que esté de tu lado, Giovanna. Eso sería buscar que alguien asegurara que está bien lo que haces y tú no necesitas eso.
–¿No?
–No. Tú necesitas alguien que te cuestione, que te haga preguntarte a ti misma si estás en lo correcto, si estás actuando de acuerdo a ti misma y no a otros.
–¿Otros? Jamás actúo con respecto a otros.
–Dos palabras. Vincenzo Sforza.
–¡Por favor! –puso en blanco los ojos irritada–. Eso no es cierto.
–La Corporación era en todo lo que podías pensar, ¿recuerdas?
–¿Y ya no?
–No, ya no –Isabella soltó una risita–. ¿Cómo es que no lo ves?
Giovanna estaba a punto de contestar cuando escuchó un murmullo del otro lado, seguido de otra risita de Isabella.
–¿Isabella?
–Sí, lo siento. Es que tengo compañía.
–¿Ah sí? ¿Quién será?
–No lo imaginas –Isabella parecía estar luchando por el control del teléfono–. Cielos, ya basta.
–¿Qué has dicho? –Giovanna frunció el ceño.
–Lo siento. Es Tristán. Le debo una salida y al parecer esperarme durante veinte minutos es inaceptable –escuchó una voz masculina al fondo–. Ah, no. Resulta que es descortés.
–Estoy de acuerdo con Tristán –dijo Giovanna de inmediato, ganándose un resoplido de Isabella–. ¿Lo ves? ¡Quieres alguien que esté de acuerdo contigo!
–De acuerdo, de acuerdo –aceptó Isabella en un suspiro–. ¿Estarás bien?
–Sí. Además debo ir con Luke.
–Suerte.
–¿Crees que la necesito?
–Creo que necesitas todo lo que pueda estar de tu lado para resolver esto.
–No hay nada que resolver –gruñó Giovanna.
–Precisamente –rió Isabella y enfatizó–: precisamente.
Giovanna tomó su abrigo y escuchó que llamaban a su puerta. Se extrañó que alguien la buscara en la habitación pero pudo imaginarse quién era antes de verlo.
–Luke.
–Hola, Giovanna –saludó él, mirándola largamente–. ¿Podemos hablar?
–Justamente pensaba... –su voz fue bajando de intensidad conforme Luke se acercaba–. ¿Luke? ¿Qué haces?
–Lo que debí hacer ayer. No podía pensar en nada que decir porque quería...
–¿Qué? –musitó Giovanna dejándose estrechar por Luke.
–Besarte –susurró él contra sus labios–. ¿Puedo besarte?
–¿Me estás pidiendo permiso?
Luke asintió con seriedad, concentrado en los labios de Giovanna. Ella esbozó una leve sonrisa y atrajo con firmeza la cabeza de Luke hacia sí.
–No necesitas pedir permiso –contestó Giovanna antes de posar sus labios en los de Luke. No había planeado besarlo, ni siquiera creía que él hubiera pensado hacerlo pero en cuanto lo hizo, no hubo nada más. Todo a su alrededor se desvaneció y le atravesó una sensación tan poderosa que hizo que se retirara de inmediato, alejándose como si se hubiera quemado.
–¿Giovanna? –inquirió Luke clavando sus ojos oscuros en ella.
–Por favor dime que tú también sentiste eso –suplicó desconcertada– ¡Dios!
–Lo sé. Te diría algo pero si lo hago, no podría explicarlo.
–¿Qué es?
–Siento que... –Luke vaciló y desvió la mirada– que siempre fue así –frunció el ceño–. ¿Eso tiene sentido para ti?
–Más de lo que te imaginas –respondió Giovanna, sorprendiéndolo– créeme.
Los dos se observaron por varios minutos, en silencio, como si fueran conscientes de que después de ese beso no podrían volver al estado anterior pues el rumbo de sus vidas había quedado entrelazado como algo irremediable que no lograrían combatir. El sentimiento que los embargaba era tan intenso que empezaba a asfixiarlos en su intento de ponerlo en palabras.
–Esto ha sido... –Luke se pasó una mano por el cabello, pensativo– diferente.
–Si con eso te refieres a inesperado y un tanto incómodo –replicó mordaz Giovanna.
–¿Te pareció incómodo? –inquirió ofendido. Giovanna sonrió un poco.
–¿A ti no? ¡Luke es la primera vez que nos besamos!
–Sí, estoy consciente de eso.
–Sí, y yo. Solo que, el problema es que, ¡no se sintió como si fuera la primera vez!
–¿Acaso está determinado en algún lugar como debe sentirse? –gruñó cruzando los brazos. Giovanna no pudo evitar acercarse.
–No creo, pero dudo que sea así. Fue mágico.
–¿Lo crees? –la actitud de Luke cambió un tanto.
–Sí, definitivamente. Nunca había sentido nada semejante. Fue increíble.
–Menos mal. Empezabas a preocuparme, Giovanna.
–¿Por qué?
–¡Porque pensé que era el único que lo había sentido y eso me estaba volviendo loco!
Giovanna soltó una carcajada y acarició la mejilla de Luke con suavidad. Él sonrió ante el gesto.
–No estás loco. O quizá si lo estás, lo estamos los dos.
–Giovanna, no planeaba nada de esto.
–Lo sé. Lo sentí –Giovanna se encogió de hombros–. Creo que ninguno de los dos imaginó que esto sucedería, ¿no?
–No. Ni en mil años.
–Es como una atracción inevitable –frunció los labios concentrada– si es que eso tiene sentido para ti.
–No lo sé. Quizás si me das otro beso para probar. ¿Qué opinas?
–¡Señor Adler! –exclamó Giovanna como si lo estuviera regañando y al intentar y fracasar en mantener un gesto serio, sonrió divertida– sí.
Luke no necesitó más estímulo para besar a Giovanna. Esta vez se aseguró de aprisionarla entre sus brazos para no dejarla escapar. No importaba que una ola de reconocimiento lo ahogara al tenerla en sus brazos o que su corazón pareciera latir eufórico con el solo tacto de la piel de ella en la yema de sus dedos. Todo valdría la pena, absolutamente todo, si podía aferrarse a Giovanna para siempre.
–Luke...
–¿Qué sucede?
–Tengo hambre –murmuró contra los labios de Luke. Él sonrió lentamente.
–¿De verdad? ¿No puedes esperar? –suspiró contrariado pero tomó su mano y se dirigieron al restaurante.
ESTÁS LEYENDO
Marcas del ayer (Sforza #1)
RomansaGiovanna inicia un proyecto particularmente ambicioso para la Corporación Sforza, empresa que representa el poder de su familia en Italia y a nivel mundial. Con grandes dotes emprendedoras, la primogénita de los Sforza no duda en que este será uno m...