El regreso de Shiro

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Sé que les había prometido subir este capítulo hace dos días, pero como favor a uno de los primeros lectores, subí hasta este día. Espero que lo disfruten, así como sé que probablemente en este capítulo alcance los 1k lecturas, quiero aprovechar para celebrarlo con los 100 votos, pero primero aquí esta el capítulo.

Pidge abrió los ojos lentamente, no recordaba que había pasado, solo recordaba haber estado frente a Lance y Keith que discutían el uno con el otro como siempre, recordó que se preguntaba como volverían al castillo y de pronto ahí estaba ella. Flotando en la nada completamente sola, pero cuando intentó enderezarse se dio cuenta que había una superficie sobre la cual podía ponerse de pie, más no podía ver. Palpó el suelo tratando de descifrar de lo que se trataba, pero no podía tocar una superficie específica, era como si el suelo solo existiera para sus pies.

– ¡Keith! ¡Lance! – gritó con todas sus fuerzas, pero no esperaba ninguna respuesta, algo le decía que estaba sola ahí.

Caminó sin rumbo por un rato mirando alrededor, hasta que finalmente perdió el sentido, se sentó en la nada y abrazó sus rodillas. Tenía miedo y no había nadie ahí, dejó de luchar contra sus sentimientos y se dejó caer en la desesperación, lloró amargamente mientras llamaba en voz baja a sus amigos, a su familia y a su líder, por primera vez en su vida se había quedado sin respuestas, sin una solución, se encontraba completamente sola, indecisa e indefensa.

Pidge no tenía idea de cuánto pasó llorando un minuto, una hora, un día, era difícil medir el tiempo en medio de la nada, pero una muy conocida voz la sacó de sus pensamientos y la hizo ponerse de pie inmediatamente. Al principio pensó que había sido una alucinación y cuando estaba a punto de concluir que había sido producto de su imaginación volvió a escucharla.

No sabía si debía llamarla voz, pero era clara, inconfundible y la llamaba, era la voz del león verde. La chica empezó a correr en dirección de aquella voz, no podía saber si estaba avanzando o no, pero en ningún momento se sintió cansada ni le faltó el aire, simplemente siguió tanto como sus piernas lo permitían hasta que logró ver algo a la distancia. No estaba en dirección de donde escuchaba la voz del león verde y de hecho acercarse a aquello significaba, si es que era posible, alejarse de la voz de su león.

Dudó mientras miraba aquella figura a la distancia, al mismo tiempo que escuchaba los rugidos del león a sus espaldas, se quedó parada solo un momento antes de salir corriendo tras esa figura, no podía perder más tiempo, no quería perder más tiempo, las lágrimas salían de sus ojos al mismo tiempo que escuchaba distanciarse los rugidos de su león hasta que finalmente dejó de escucharlos. Sin embargo, ella no se detuvo y siguió avanzando sin titubear a lo que empezaba a distinguir como el león negro, estaba ahí frente a ella y cada vez se acercaba más y más.

Fue hasta que se encontraba casi a los pies del león que distinguió la otra figura a sus pies, era diminuta a comparación del enorme león a su espalda, recostado sobre el suelo era difícil reconocerlo, pero no para ella, sabía quién era porque nada ansiaba más que verlo.

– ¡Shiro! – gritó con lágrimas en los ojos a la vez que se dejaba caer y resbalaba hasta quedar justo a su lado.

Su cabello estaba mucho más largo de lo que recordaba, su cara lucía un poco más joven y no parecía responder a los incesantes llamados de la chica que lo sacudía y lo jalaba tanto como su pequeño cuerpo se lo permitía, finalmente una gota cayó sobre su rostro, seguida de otra y otra, la chica no se molestó en secar su rostro mientras sacudía a aquella persona y se dejó caer sobre su pecho llorando amargamente repitiendo el nombre del joven una y otra vez.

La joven sintió una mano posarse sobre su cabello y levantó su cabeza con la esperanza de ver el rostro de su líder sonriendo; pero no fue así, frente a ella se encontraba el último ser que deseaba ver en el universo: el emperador Zarkron, sonriéndole con extrema crueldad. Pidge abrazó a Shiro por los hombros y jaló de él intentando alejarlo del galra al mismo tiempo que había sacado su bayard, agradecía no haberlo perdido, pero sabía que no podría contra alguien a quien ni siquiera Keith había podido vencer, más aun así el cruel tirano ni se inmutó, la miraba de pies a cabeza con aquella sádica sonrisa que se burlaba de ella.

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