13

1.7K 77 4
                                    

—Entonces se podría decir que se enamoró de ti—dijo marina sentándose a mi lado en el sofá mientras me entregaba una taza de las dos que traía en sus manos.

—Lo dudo—dije dando un sorbo y saboreando aquella mezcla de café y capuchino con pepitas de chocolate tan delicioso que preparaba Marina. Puse la taza entre mis manos, apolandola un poco en mis piernas y acariciando estas—es uno de los empresarios mas importantes de España, por no decir el que mas, yo soy una simple secretaría.

Ella suspiro indignada por mis palabras, dando un trago y dejando la taza sobre la mesa antes de levantarse y comenzar a hablar:—Puede que te parezca eso—dijo mientras cogía unas escaleras y acercándolas a un armario—pero eso solo es una faceta, aunque me cueste admitirlo ya que le tengo un cierto odio, tiene un corazón de piedra y llora por cualquier cosa—prosiguio diciendo mientras buscaba por encima del armario algún objeto—aquí—dijo elevando una caja y bajando de la escalera.

Se volvió a sentar a mi lado y abrió la caja que antes había apoyado en la mesa. Saco una especie de libreta, mas parecido a un álbum de fotos y fue casi a la mitad del álbum, sacando una noticia de un periódico y entregándomela. Deposité la taza en la mesa y la cogí.

El empresario Rubén Doblas salva a una mujer de una parada cardiaca en el centro de Gran Vía.

La mujer que se encontraba en el suelo sin poder decir nada fue ayudida por el empresario en un acto de humanidad salvándola de una muerte segura.

Sonreí ante tal noticia, no conocía esta faceta de Rubén, preocupado e interesado por algo que no fuera su trabajo.

—La verdad es que casi nadie conoce esta faceta de Rubén—dijo como si me leyera la mente—solo yo y Mangel la conocemos, y la verdad es que es la mejor imagen que tenemos de Rubén, o el Señor Doblas.

Sonreí y le devolví el gesto. Mi móvil comenzó a sonar, viendo en la pantalla el nombre de Rubén. Me levante disculpandome a Marina y accedí a la llamada.

Princesa—escuches por la otra línea—¿te apetece venir a casa? Hace mucho que no te veo...—dijo coqueto, casi adorable.

—No, no me apetece—no lo veía, pero sabía que se había sorprendido—me encantaría—mordí mi labio y sentí su risa.

—Te quiero—dijo sorprendiendome—te espero aquí. Hasta entonces pequeña.

Colgué el teléfono y me dirijo al salón levantando los brazos a Marina confundida, como pidiéndole permiso para kr a su casa. Ella asintió un yo sonreí diciéndole un »gracias« por lo bajito.

Salí de su casa, nunca estuve tan alegre que ir a casa de mi... Amor.




»Buenas noches. Espero que disfrutéis la lectura <3 os quiero.

...|rdgDonde viven las historias. Descúbrelo ahora