Capitulo 17

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Harry escuchó el suave chasquido, pero no colgó. No había bromeado acerca del bulto de sus pantalones y no había forma de que pudiera darse la vuelta todavía. Tenía que quitarse la imagen de ella con la flor sobre los senos o nunca podría abandonar aquella cabina. Desde luego, Pamela era sorprendente. Cuando se había propuesto a sí mismo como su amante del verano, no había imaginado que fuera a abrir tal caja de Pandora. Cuando por fin pudo, colgó.

Su padre lo esperaba a pocos metros.

-Hola, papá -se acercó con una sonrisa desenfadada-. Pensé que te pasarías la tarde discutiendo con Henderson acerca de ese semental-

-He decidido darme un descanso para que él piense en la última oferta que le he hecho-

Andy MacDougal era un hombre alto y fibroso que parecía más joven de su edad, igual que Norah, la madre de Harry.

-Apuesto a que es un lío de faldas -dijo Andy-. ¿Me equivoco?-

Harry sonrió.

-Podría decirse que sí-

-También me da la sensación de que esta vez podría ser una novia en serio-

A Harry no le gustó oír aquello.

-No. No estoy preparado para sentar la cabeza todavía-

-Pues yo creo que sí. Te he visto cómo miras a los Blakeley y a sus familias. Lo que creo es que eres muy selectivo y eso está bien. Pero nunca te había visto tan distraído. Así que, si la mujer a la que llevas todo el día llamando está preparada para formar un hogar y una familia, te sugiero que vayas adelante-

-No lo está-

-¡Oh! -miró a su hijo un largo momento-. ¿Quieres que vayamos a tomar un perrito caliente y una cerveza fría y hablamos de ello?-

-El perrito y la cerveza me parecen bien, pero no hay nada de que hablar-

-Si tú lo dices... pero la oferta queda abierta para cuando quieras-

-Ya lo sé, papá. Y te lo agradezco - Harry pasó el brazo por los hombros de su padre-. Vamos a comer. Me estoy muriendo de hambre-

La furgoneta de envíos llegó a la casa de Pamela a la mañana siguiente. Mientras firmaba el recibo, se fijó en el sello de Flagstaff. Bueno, al menos no le había mandado otro ramo de flores, la segunda vez le hubiera costado mucho explicarlo.

En cuanto se despidió del conductor, cerró la puerta y rasgó el papel del paquete. Dentro había un par de guantes de una piel increíblemente suave. Se los puso y notó que eran demasiado grandes para ella, pero dentro de uno de los guantes encontró una nota.

''Querida Pamela:

Los vi en unas rebajas. Podría haberlos llevado el sábado por la noche, pero he decidido mandártelos para que pases las próximas treinta y seis horas imaginando lo que sentirás cuando me los ponga y recorra todo tu cuerpo con mis manos. Mientras tanto, disfruta de las margaritas.

E.''

Con un grito de frustración, se los llevó al pecho. ¡Qué hombre tan diabólico! Qué maravilloso y provocador. Sonrió para sí misma. Aquello era por haberlo torturado por teléfono. Se puso un guante y lo deslizó por el brazo desnudo. Oh, Dios.

-Hola, hola. ¿Puedo pasar?-

-Pamela se levantó justo cuando su madre abrió la puerta principal, que siempre estaba abierta. Era una costumbre que no había tenido sentido cambiar. Hasta el momento... Con el corazón acelerado como si la hubieran sorprendido con el frasco de la mermelada, se metió la nota de Harry en el bolsillo y esbozó una sonrisa de bienvenida.

-Hola, mamá. ¿Cómo te va?-

-Hace días que no he sabido nada de ti, así que decidí pasarme para averiguar tras lo que andas. Hija, tienes una cara más culpable que un pecado. ¿Qué es lo que está pasando?-

-Nada, mamá-

Debbie Blakely era una mujer baja, regordeta y bonachona. Pamela no quería que perdiera ni un gramo de peso, pero sí un poco de su sagacidad. Debbie miró la mesa con los restos del paquete y después los guantes, uno en la mano de Pamela y otro contra su pecho.

-¿Qué es esto, una broma? ¿Guantes en medio de una ola de calor?-

Pamela pensó con rapidez.

-Eso es. Me los ha enviado Harry desde Flagstaff como para decirme: "mira qué frío pasamos aquí mientras ahí te estas asando".-

Debbie lanzó una carcajada.

-Muy típico de Harry. Y si no te conozco mal, ya estás planeando vengarte en este mismo instante. Sólo espero que no le vuelvas a meter hormigas en la cama. Norah se pasó una semana para sacarlas de la casa del rancho-

-No, no serán hormigas. Creo que le soldaré las botas a los estribos o algo así-

-Bueno, prometo no contarlo. ¿Quieres comer?-

-Sí, claro-

Había pensado pasar el día transformando la habitación, pero lo retrasaría para después del almuerzo.

-Bien, estaba pensando que dentro de poco ya no podré pasarme por aquí a invitarte a almorzar, así que aprovecharé el tiempo que te quede-

Pamela se acercó y le dio un abrazo a su madre.

-Volveré cada vez que pueda. Y papá y tú tenéis que ir a Nueva York a visitarme-

-Oh, lo haremos..., pero no será lo mismo. ¡Dios, qué suaves son esos guantes!-

Pamela se había olvidado de que todavía llevaba uno puesto.

-Hum, sí. Puede que los use en Nueva York-

-¿No son un poco grandes para ti?-

-Sí, bueno, pero es el detalle lo que cuenta-

-Sin duda, Harry quería torturarte mientras él disfrutaba del aire fresco de las montañas y ni se molestó en ver si te valían o no. ¡Hombres!-

-Son unas sanguijuelas todos ellos-

-Pero no podríamos vivir sin ellos-

-Supongo que no-

Proyecto de Verano (Harry Styles)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora