Capitulo 20

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Harry utilizó los dientes para apartar la margaritas. Cuando se metió un pezón en la boca, ella lanzó un gemido al comprender que estaba a punto del clímax. No le hacía falta mucho más. Parecía que esa vez, la fantasía que habían creado en aquella habitación la había convertido en una mujer salvaje. Esperaba que Harry estuviera preparado para aquello.

Durante tres días, Harry había estado soñando con el cuerpo de Pamela. Saborear y acariciar sus senos, besar y chupar hasta saciarse, era un paraíso. Cuando la respiración de ella empezó a acelerarse, aligeró la caricia para no llevarla al límite demasiado pronto. Y además, sabía dónde quería estar cuando ella llegara al clímax.

-Eres tan preciosa -murmuró.

-Tú también-

Pamela deslizó los dedos por su torso, frotándole los pezones hasta que se le pusieron tan duros como el resto del cuerpo. Entonces, bajó la mano.

-Todavía no-

Harry se apartó sabiendo que no podría tolerar sus manos sobre él hasta recuperar un poco el control. Jugueteó con la cadena de margaritas sobre sus senos, teñida de rosa por las luces rojas. El polen se derramó sobre sus senos y él lo lamió. Entonces tomó la perla entre sus dientes; sin dejar de acariciarle los senos, se metió la perla en la boca y jugueteó con ella en la lengua de forma sugerente, la alzó en la boca y la depositó, húmeda y brillante en el valle entre sus senos.

-¿Sabes lo que quiero ahora? -susurró contra su piel.

-Creo... que sí-

-¿Estás preparada, para eso?-

La respiración se le agitó más a Pamela.

-Si lo estás tú...-

-Quiero devorarte. Entera-

-Pero... puede que me vuelva loca-

-Eso es lo que pretendo-

Con el corazón desbocado, Harry empezó su viaje besándole la suave piel hasta llegar a su ombligo. El aroma a colonia se mezcló con el embriagador aroma de su excitación y el de las flores aplastadas cuando enterró la lengua en la suave depresión. Pamela gimió y se retorció bajo él.

Harry descendió más abajo. La seda de sus medias y los tacones altos lo excitaron más de lo que hubiera admitido y decidió no quitarle todavía nada. El trozo mojado de tela que cubría el objeto de su deseo fue apartado con facilidad. ¡Estaba tan bonita! Y tan saturada de deseo.

La tocó con suavidad con un dedo y ella gimió. Mantuvo la caricia sutil mientras le daba besos como plumas en la parte interior del muslo y deslizaba la lengua por el encaje de su media. El deseo lo asaltó mientras le dedicaba la misma atención al otro muslo, subiendo aún más, acercándose más a su objetivo.

Por fin, la besó en los rizos oscuros y ella gimió. Cuando por fin deslizó la lengua por la delicada perla allí albergada que esperaba por él Pamela gritó y se retorció. De repente impaciente por la fina tira de encaje que le negaba el acceso total, la agarró con los dedos y la arrancó con los dientes. Por fin.

Deslizando los hombros entre sus muslos vestidos de seda, buscó su recompensa. El sabor de ella le hizo gemir de delicia. Mientras sus femeninos gritos de placer llenaban la habitación, Harry se sumergió en la sensualidad de sus medias, sus sandalias, las sábanas de satén, la música erótica y, sobre todo, en la apasionada mujer que se estaba abriendo entre sus brazos.

El clímax le llegó con rapidez, demasiado rápido para él. Pamela alzó las caderas y él tomó todo lo que le ofreció hasta que ella se desplomó, temblando y gimiendo, y él se preparó para hacer una exploración más paciente. Ella intentó apartarse de sus manos, pero estaba débil del alivio. Harry la sujeto con facilidad y siguió el camino elegido. Al cabo de poco tiempo su ligera resistencia se desvaneció con un gesto de deseo que casi lo llevó al límite.

Y él estudió su cuerpo, aprendió la caricia que la hacía gemir, el lametón que la llevaba más lejos, el frotamiento que la volvía loca. Mientras la llevaba al precipicio por segunda vez, sintió una fiera oleada de posesión. Los pensamientos racionales se borraron cuando consiguió extraer de ella aquellos íntimos jadeos mientras se iba oleada a oleada en explosivas convulsiones.

Pamela la devolvió con suavidad a la tierra entre tiernos besos sobre los muslos y los rizos mojados antes de incorporarse a su altura y apartarle el pelo de la cara.

Pamela lo miró con los ojos grises nublados de asombro. Tenía los labios entreabiertos, pero no emitía ningún sonido. Harry sonrió. Estaba igual que él la noche de la furgoneta y le gratificó haber creado aquella expresión en su cara. Deslizó un dedo por la curva de su cuello y su caja torácica hasta encontrar la perla. La alzó, se la llevó a los labios y la besó antes de depositarla de nuevo entre sus senos.

La mirada de Pamela se nubló mientras se pasaba la lengua por los labios. Harry se alegró de ver retornar el deseo a aquellas profundidades grises, porque él estaba muy lejos de haber acabado. Y le encantaba saber que el colgante de perla se había convertido en un símbolo de la intimidad que acababan de compartir. Si fuera por él, se lo pondría siempre y, cada vez que se moviera sobre su piel, recordaría las sensaciones que él le había producido con su lengua.

-¿Cómo te sientes? -preguntó.

-Como una concubina. ¿Cómo te sientes tú?-

-Como el hombre más afortunado de la tierra-

Ella suspiró.

-Esto ha sido mucho mejor que como lo describían los libros-

Él le frotó el labio inferior con el dedo.

-Pero sigues siendo virgen-

La sonrisa de ella fue pura seducción.

-Tómate la libertad de encargarte de eso cuando gustes, vaquero. Por si no te has dado cuenta, soy una muñeca en tus manos-

La erección de él palpitó. Pamela hacía parecer que el siguiente paso fuera lo más natural del mundo y él intentó mantener el mismo tono de voz.

-¿Qué te parece ahora?-

-Ahora estaría bien -susurró ella con voz perezosa deslizando un dedo por su erección-. A menos que prefieras que yo...-

-Esta vez no-

Maldición, estaba más tenso que una ternera en un lazo y sólo conocía una forma de relajarse. Pero no quería que ella captara su agitación y se pusiera nerviosa. Todo lo que había hecho hasta el momento había sido para relajarla. Bueno, no era del todo cierto. Ella estaba tan lasciva, que no había podido evitarlo.

-¿Quieres que ponga la música?-

Había estado tan absorto en ella, que no se había dado cuenta de que la música había terminado.

-Déjalo. Creo que en este momento deberíamos escucharnos el uno al otro, lo que digamos, como respiremos y los gritos que lancemos...-

A ella se le nublaron los ojos de pasión.

-De acuerdo-

Proyecto de Verano (Harry Styles)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora