Capítulo n°7

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Narra Laura.

Veinte por cuatro igual a ochenta, más la frecuencia relativa acumulada .... etc etc etc.

Matemáticas... ¡Cómo las odio! No veo la hora en que el profesor se vaya y pueda estar tranquila, aunque lo dudo ya que mis compañeros no paraban de hablar de un chisme reciente acerca de Romina. Ella era la popular de la escuela, conocida por estar en todos los talleres del colegio y por sus muchos novios, y sólo lleva dos meses en la escuela. La suerte de las rubias bonitas.

-Oye, Laura ¿Te enteraste?- Dijo una compañera que se sienta delante mío, y al ver que ladeé mi cabeza un poco y que mi rostro reflejaba confusión, siguió hablando. -Vieron a Romina, la chica de último año, con un nuevo chico la semana pasada, y me pasaron una foto de ellos besándose.- Y me entregó su teléfono sin preguntarme al menos si la quería ver, lo cual mi respuesta es bastante obvia. 

-Yo había escuchado que estaban juntos y había pasado algo más que un simple beso.- Comentó otro compañero, iniciando una "discusión" sobre que rumor era el correcto y cuál era el que había llegado más allá de un beso.

Vuelvo a ver la imagen y se aprecia a Romina de lado con su mano en uno de los hombros de David siendo bastante obvia la foto, no hay ningún "puede ser otro chico", no, era él y no se podía negar eso, se veía en la foto. Él tenía los ojos abiertos con sorpresa, pero la imagen está más clara que el agua, no le molesta, sus manos están en su cintura y parece cómodo. Dejo de ver la foto por un comentario que me llama la atención.

- Esperen...¿Una semana?- Pregunté y mis compañeros asintieron. Hace una semana, David y Romina salieron y no se si seguirán haciéndolo.

Me sentía tan defraudada. Tan.. Pequeña. Quizás ella si es para él y yo debería dar vuelta a la página y tratar de verlo como él siempre me vio a mi. Como un amigo.

Ese día me fuí de inmediato a mi casa, ni siquiera esperé a mis amigos, aunque sé que después me preguntarían donde estaba y cosas por el estilo. Ya en mi casa, estuve hablando toda la tarde con Cristóbal, de cómo le había ido, de cómo me había ido a mi, me hacía reír con algunos mensajes que mandaba. Se sentía raro hablar con el primo de mis mejores amigos. Más si uno en específico estaba en mi mente como una peste que no quería irse.

Ya después de muchas horas hablando me llamaron a cenar y tuve que dar acabada la conversación hasta que volviera.

Yo: Disculpa, me llamaron a comer, hablamos otro día ¿si?

Cristóbal: Espera, antes que te vayas necesito saber algo.

Yo: Sí, dime.

Cristóbal: Tú.. ¿Saldrías conmigo?

Quedé mirando el mensaje quizás algunos segundos bastante eternos. Podría.

Puedo.

Quizás sí quiero.

Yo: Iré a comer y te respondo.

Bloquee mi teléfono y salí prácticamente corriendo de mi habitación con unos nervios que no me explicaba. ¿No puedo tener unos malditos 14 años normales? Esto lo tendría que vivir alguien de 16 o alguien que sepa, no yo.

Me senté en la mesa entre Javier y mi padre y frente a mi estaba mi mamá.

-Cariño, no has comido nada ¿estas bien?- Preguntó mi padre al ver que sólo jugaba con la comida, usando mi tenedor. Quizás cuanto tiempo llevaba así, pero en mi mente daba vueltas el que le diría a Cristóbal.

-Estoy bien, Don Antonio.- Respondí a mi padre, saliendo de mis pensamientos.- No tengo hambre, ¿Puedo ir a mi habitación?- Esperé a que asintiera y subí lo más rápido que pude. Cerré la puerta y salté a mi cama desbloqueando mi teléfono.

S I X T E E N.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora