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Capítulo 7

EDITADO 

AMBERLEIGH 

AGOSTO, 2007

Después de que Jace mencionara eso, nos sumergimos en un silencio incómodo, el suave choque de mi cuchara con la taza, mantuvo un equilibrio, muy poco estable.

Jace miraba a la anciana sin pestañear, a la espera de que se decidiese a hablar.

Madame Dorothea depositó con calma la tetera en la mesa.

—Puedes llamarme mentirosa todo lo que quieras. Es cierto, no soy una bruja. Pero mi madre lo era—dijo la anciana con toda la calma que pudo.

—Eso es imposible—exclamó Jace, atragantándose con su té.

— ¿Por qué es imposible? —pregunté enarcando las cejas. Resoplé cuando tuve que, una vez más, aparentar inocencia. Lentamente tomé un sorbo de mi té, y fruncí los labios al saborear aquel amargo sabor—. ¡Puaj!

Jace soltó una bocanada de aire, parecía que esto se le hacía estúpido.

—Porque son un medio humanas, medio demonios. Todas las brujas, y todos los brujos. Son cruces de razas. Y puesto que son cruces, no pueden tener hijos. Son estériles. Todos los subterráneos son, en cierta medida, demonios, pero únicamente los brujos son los hijos de progenitores demonios. Es por eso que sus poderes son los más fuertes.

—Los vampiros y los hombres lobo... ¿son también demonios en parte? ¿Y las hadas? —pregunté.

—Los vampiros y los hombres lobo son el resultado de enfermedades traídas por los demonios desde sus dimensiones de residencia. La mayoría de las enfermedades de los demonios son mortales para los humanos, pero en esos casos causaron cambios extraños en los infectados, sin matarlos en realidad. Y las hadas...

—Las hadas son ángeles caídos—dijo Dorothea—, expulsadas de los cielos por su orgullo.

—Ésa es la leyenda—repuso Jace—. También se dice que son la progenie de los demonios, y los ángeles, lo que siempre me ha parecido más probable. El bien y el mal, mezclándose. Las hadas son tan hermosas como se supone que son los ángeles, pero tienen una gran cantidad de malicia y crueldad en su interior. Y habrás reparado en que la mayoría evita el sol al mediodía...