Para un buen señor.

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Hoy es una de esas noches donde solo me encuentro en mi habitación recostada esperando a dormirme. No ha sido un gran día hoy.

Fuera de eso, está usted señor. Recuerdo que una vez nos encontramos y me dijo que de todas las jóvenes que veía de nuestro recinto siempre había notado que yo era la más extraña porque vestía de forma inusual, a veces colorida o toda de negro, que había notado que me gustaba mucho la música y leer, que simplemente me admiraba por ser quien yo quería ser sin importar lo que dijesen los demás.

A veces nos seguimos encontrando, señor, cada vez que sucede usted se empeña en saludarme diciendo «Buenos días doctora, ¿Cómo está hoy?» todo porque soy estudiante de pregrado de Psicología. Se me hace bastante cómico y curioso lo mucho que me admira y respeta señor, a mi, una muchacha joven que apenas es mayor de edad, que la mayoría del tiempo tiene su cuarto desordenado y que aún depende del dinero de sus padres para pagarse el bus.

Sin embargo, esta noche quisiera agradecerle por ello, porque aunque usted no lo crea, también es una persona bastante peculiar y especial. Es el único vecino que a estas horas de la noche se le podría ocurrir escuchar «We are the world» o «I'll be there» a todo volumen, el único vecino genial que escucha a Michael Jackson, un artista muy importante para mí y sobre todo en una noche tan desconsolada como esta.

Gracias señor, usted, desde su humilde hogar, con su acertado gusto musical, me ha dado la palmadita en la cabeza que necesitaba, al menos hoy, al menos esta noche.

Cartas a nadieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora