¡VIVA LA REINA!

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Caracas, 5 de mayo del 2017.

Hoy me enteré de tu noticia. Sabía que algo así llegaría tarde o temprano, sabía que pasaría, siempre lo supe, lo asimilé, me preparé. Dije que a mi casi ni me afectaban las cosas de parientes lejanos, pero toda esa mentira se cayó hoy. La verdad no lo esperaba, no se si estaré preparada.

Te guardo en mi memoria como pequeños pedazos borrosos de mi infancia. Siempre adoré ir a tu casa.

Recuerdo el viaje en carretera por toda una noche y como te despertabamos en la madrugada con la corneta del carro, emocionados por haber llegado.

Nunca olvidaré las llamadas "cuchibacoas" o "chibacoas" que me picaban a montones por jugar entre el monte alto. Tampoco olvidaré ese calor sofocante que me obligaba a bañarme con agua helada de la poza. De hecho, visitarte me hizo amar el calor mucho más que el frío, porque el calor significaba "cero zapatos", pies descalzos que terminaban sucios de tanto jugar en la tierra, solo camiseta y short, el calor significaba libertad.

Por si fuera poco amaba alimentar a tus pollitos, siempre tan bonitos, no se dejaban agarrar.

Siempre me causó curiosidad tu amor por las flores. A veces me quedaba embelesada viendo como le echabas agua, le arrancabas las hojas secas, las cuidabas, siempre estaban con esos colores tan brillantes.

Sin embargo, también fui testigo de tus momentos más salvajes, esos donde torcias el cuello de los patos, pollos, pavos y gallinas. Ni hablar de cuando los picabas, no, nunca fuiste sutil. Yo solo veía tu brazo elevado que con fuerza bajaba y terminaba dando machetazos al pobre animal. Lo que no puedo negar, es que no se como, siempre terminaste haciendo los mejores guisos.

¿Sabes que tampoco olvidaré? Cómo recolectabas agua de lluvia que caía directo en un enorme contenedor, lo bonito era ver como caía justo del techo hasta él mismo, podía pasar toda una tarde alli.

No creas que todo es bueno, mi miedo a los perros jamás me fue de ayuda para llevarme bien con cada perro que tuviste. Tener que lidiar con los ladridos de cada uno de ellos cada vez que llegaba a visitarte era una tortura para mi.

Y de último lo mejor. Nunca olvidaré tu poesía, ni tu nombre y tengo razones muy especiales para ello.

Ese día que me mostraste una de tus poesías mi alma se sintió tan en paz. De toda la familia, creí ser la única con la tendencia a ser artísta, me había llegado a sentir aislada por ello, pero cuando me leíste tus pequeñas obras con pulso torcido mi corazón supo que en mi sangre había algo de ti, algo de ti más allá de lo biológico.

En último lugar, tu nombre, ese mismo nombre que de toda la familia solo tengo yo. Ese nombre que lleva consigo la tolerancia, la rebeldía, la valentía, el jamás rendirse y además la calma, la paz, la humildad, la honestidad y la justicia. Nunca olvides que llevaré tu nombre siempre con orgullo, que lo valoraré tanto como valoré tus matas de cerezas, jobo y jobito.

Nunca olvidaré ese nombre que en latín significa "Reina" y que si tú eres la Reina de ese precioso mundo en el que vives y algún día te vas, yo reinaré en tu nombre querida abuela, para darle felicidad a la infancia de mis nietos, como hiciste tú.

Cartas a nadieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora