CAPÍTULO #17

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Después de que la gente rica adquirió su primer guardaespaldas inmortal la gente de calse media comenzó a alocarse con la idea de tener uno, por lo que comenzaron las imitaciones baratas que al poco tiempo se convirtieron en un dolor de cabeza, la vida para los ricos se complico tanto que el senor Ludge tuvo que comenzar a producir a más ejemplares para así acabar con esa estirpe de mala calidad.

Los ricos se hiceron más ricos y los pobres se hiceron más pobres, la clase media desapareció, el vandalismo se convirtió en una nueva profesión, los asesinatos se convirtieron en el pan de cada día.

Morgana se convirtió en la progenitora de toda esa creación. Fue condenada a cargar con el puesto de la inmortal pura que a su vez le traía un sin fin de placeres a su vida. Claro que se acordaba de todo, se acordaba de su hermano, de su madre, de su padre, de Carla y de Teresa.

Pero ese no era el problema que la aquejaba, la aquejaba que cada vez se iba cambiando de cuerpo por la constante experimentación para mejorar aquella espeicie inventada por el señor  Ludge.

La gente comenzó a protestar sobre la calidad de vida, por el vandalismo. Pero principal mente porque querían una probada de aquellos experimentos tan fantásticos.

Obviamente la gente estaba en contra de los métodos sanguinarios que el señor Ludge seguía para conseguir aquellos ejemplares. Así que supondran de donde sacaba tanto cuerpo y tanas vidas para que Morgana creará miles y miles de copias exactas a ella, pero de diferente contenedor.

Nadie se quejaba... Todo era miel sobre hojuelas. La gente pobre fue desapareciendo. La clase media regresó. El vandalismo era el cuneto viejo, pero los asesinatos seguían siendo el pan de cada día.

—¡¡Morgana!!... ¡¡Morgana!! — gritaba por toda la casa mientras abrochaba el saco negro.

—Digame señor... — ella apareció enfrente mío. Tan linda, tan inpecable, tan elegante.

—Tenemos un asunto pendiente... Quiero que vengas conmigo esta noche para que demuestres tus habilidades a la gente más poderosa...

—Sus ordenes serán mi trabajo. MI MAESTRO... —ella levanto aquella mirada tan desafiante y hermosa y yo Sonreí.

—Vamos querida...



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