Cuatro

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Cuatro

—Hola Evelin —saludó el doctor Zubiaga—. ¿Qué tal va todo? —ella fue pensando la respuesta mientras se sentaba.

—Hola Doctor. Bien, pero empiezo a sentir la ansiedad otra vez.

—Siempre te pasa a estas alturas del mes. Estás aprendiendo a esperarlo.

—La verdad es que estoy nerviosa, y algo asustada —suspiró.

—Pero no de mal humor. ¿Eso no ha vuelto no?

—No —rió—. Creo que he controlado eso.

—¿Cómo te han ido estos días?

—He estado aprovechando los días. A mi manera —añadió.

—A tu manera —repitió el doctor sopesando su respuesta—. Evelin, sabes que valoro tu gusto tranquilo por la vida. Pero eres joven, no te limites —aconsejó—. Es la única manera de saber hasta dónde eres capaz de llegar. Puedes vivir todo lo que te propongas. Ahora, sé que no has aprovechado bien el tiempo —afirmó. Evelin lo observó interrogante—. Me lo ha chivado tú padre.

—¿Chivado? Ahora entiendo de dónde saca Laila sus palabras —comentó irónica.

—Te pondré deberes.

—Eso tiene gracia.

—Hablo enserio. Tengo muchas fuentes y sabré si los has hecho.

—¿Es una amenaza?

—En cuanto superes la próxima crisis de cefalea —Evelin se estremeció al recordarlo—, saldrás con tus amigos, irás de fiesta y te divertirás.

—¡Oh! ¡Qué difícil me será hacer eso! —exclamó con una mano en su pecho.

—Para ti, desde luego lo es —aseguró.

—Solo por curiosidad. ¿Cuál sería mi castigo si no lo cumplo? —estaba burlándose de su psicólogo.

El doctor la observó impasible unos segundos.

—Yo mismo me pondré a la labor de encontrarte un novio —manifestó seriamente.

Evelin lo observó con los ojos bien abiertos. Sabía lo que eran capaces de hacer todos juntos contra ella; su padre, Laila y el doctor Zubiaga. Ya estaba viendo su nombre inscrito en páginas de búsqueda de pareja por Internet.


Media hora después Evelin cerró la puerta tras de sí al salir de la consulta pensando en la reciente conversación con su psicólogo.

El doctor le habló de que la ansiedad, el miedo o la desesperanza pueden causar estragos emocionales, mentales o hasta físicos, tan fuertes e importantes como las que causan las fuerzas implacables de la naturaleza cuando se desata su ira sobre la tierra. Por eso; el no hablar de ello a tiempo o no intentar buscar una salida convierte a uno en una víctima potencial de esas fuerzas devastadoras, que una vez hayan empezado, la víctima no tiene escapatoria y  cae en la adicción a los medicamentos fuertes o directamente en las sucias drogas.

—Evelin si uno llega a afirmar y defender que nadie más salvo uno mismo sabe y conoce su verdad como si la suya fuese la única es el primer paso para iniciar el descenso por una empinada cuesta abajo, porque ese es el punto justo donde ya nadie acepta ayuda alguna —señalaba Zubiaga—. No llegues a ese punto Evelin, te lo imploro —oraba el doctor—. No obstante cabe mencionar que también nadie más salvo uno mismo puede obligarse a tomar las riendas de su estado emocional. Pero recuerda esto siempre Evelin: Debes mantener los oídos abiertos para escuchar consejos y el entendimiento activo para saber emplearlos. Uno jamás llega a saberlo todo.

Maestro en el Silencio [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora