Catorce

450 46 28
                                    

Evelin sin saber muy bien por qué, guardó para sí el haber recuperado aquel recuerdo de Max. Quizá por anticiparse a los hechos que acaecerían de tocar ese tema con él y a solas...

Adrián llegó el domingo por la mañana. Muy sonriente. Las bromas no tardaron en caer sobre él.

A mediodía, fueron los tres a casa de los Uriarte a comer y despedir a la tía Pili que volvía al pueblo.

Hacia el anochecer, después de quedar a primera hora para llevar a la tía a la estación de autobuses, dieron fin a su día en familia. Una familia con énfasis en la diversidad.

Max se puso en la labor de guardar sus cosas. Aún con la insistencia de Adrián de no tener prisa.

-Espera a tener todo en orden. ¿Para qué vas a meterte allí ahora? Debe de parecer una leonera con todo embalado -bjetaba Adrián.

Evelin no pronunció palabra al respecto, se limitaba a acatar y asentir a lo que su padre decía. Max presentía su cambio de ánimo. Quería achacarlo a su marcha de la casa. Pero algo le decía que los tiros iban para otro lado.

Recordó aquella inquietud vislumbrada hace unos días en ella, volvía a tener los ojos lejanos.
Pero esta vez, había algo más.

Tristeza.

Y lo más frustrante era su intento de ocultarlo. Tal vez funcionase con Adrián, aunque Max no estaba muy seguro. ¿Pero con él?... A él ya no lo engañaba.

Durante la cena estuvo más activa en la conversación. Lo que hizo a Max dudar de una cierta paranoia por su parte. Entonces, después de recoger la cocina, Evelin se excusó y fue a encerrarse a su habitación.

<< De paranoia nada. >>-Sentenció finalmente.

En toda la semana ella no había hecho algo semejante.

Pero Adrián lo encontró normal. Tenía la sensación de que Evelin sí, sabía engañarlo. O eso, o ambos sabían algo que no querían compartir.

<< ¿Pero qué le estaría afectando así? >>-Se preguntaba Max.

Al día siguiente; el lunes, lo mismo. Pero como nadie comentaba nada, él también fingía no darse cuenta.

Era el día uno de julio, primer día de trabajo y lo maldijo por no poder estar con Evelin y preguntarle lo que le ocurría. No empezaba bien la vida que según ella; sería el paraíso.

Ya desde el minuto uno estuvo atareado en la consulta. No había tiempo para ocupar en otro menester que no fueran los pacientes y sus historiales o escuchar las recomendaciones de su antecesor sobre los mismos.

A las once tuvo un descanso. Lo primero que hizo fue buscar su móvil. Encontró llamadas perdidas y mensajes, pero ninguno era de Evelin. Estaba decepcionado. Pero también tranquilo (de un modo menos enfatizado que la decepción), puesto que esto significaba que ella estaba bien.

Ignoró los demás mensajes y volvió al trabajo.

A las dos y media finalizaba su primera jornada, volvió a coger el móvil. Esta vez encontró una llamada de su padre. Cuando estaba mirando los mensajes insulsos de todo el día, de pronto se le iluminó el rostro al recibir un mensaje de Evelin en ese mismo instante:

"¿Cómo fue el primer día? Espero que bien, un beso".

No veía el momento de encontrarla, pero tenía cosas que hacer. Había quedado en su piso nuevo para recibir sus llaves. Pero oír su voz si que podía permitírselo. La llamó.

-Hola Max... -saludó su voz dulce y jovial.

-¿Has esperado hasta ahora para manifestarte y así mantenerme en vilo? -Ella río.

Maestro en el Silencio [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora