Diecinueve

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Al día siguiente, Evelin llamó a Laila. Después de hablar largo y tendido colgó y llamó a sus amigos de la banda.

—Gracias.

—Siempre es un honor poder ayudarte Evi. —Se despidió Joan.

Al medio día Adrián hizo un hueco en su apretada agenda para comer con León Basterra, el recién llegado. Evelin participó de la comida, pero Max no se presentó, aunque no dejó que ese detalle la afectara.

El tema de conversación durante la reunión giró en torno al trasplante de corazón de Evelin, sus riesgos y sus ventajas.

Con el corazón nuevo se tomaría en consideración, de ser este necesario; la implantación de un marcapasos y con esta parte del problema solucionado, podrían pasar a centrarse en las cefaleas, pudiendo así usar finalmente los triptanes para su tratamiento. Todo eran buenas noticias.

Aunque también habría de considerar los riesgos supuestos en el rechazo del corazón nuevo. O aún más difícil, encontrar a un donante adecuado en primera instancia, todos sabían que el factor tiempo no jugaba a su favor. Evelin tenía un tipo de sangre raro. Lo compartía únicamente con su padre y con el abuelo Belmonte. Aun así, ambos ardían en esperanzas.

Después de la comida Evelin fue a encontrarse con sus amigos de la banda. Volvió a tocar una guitarra después de muchos años. Pero lo hizo sonar como si hubiera estado tocando hasta el día anterior.

Tenía mucho en lo que pensar. Reflexionar y luego hacer. La música ayudaba en la tarea.

Sobre las ocho, una vez llena de coraje, abandonó su guitarra. Tenía que ir. Debía hacerlo.

No estaba muy lejos así que caminó decidida pero con el corazón hecho un ovillo.

Encontró el portal abierto, un mal menos. Subió las escaleras, ignorando el peligro potencial supuesto en ello debido a su estado nervioso, pero necesitaba tiempo para terminar de practicar su discurso.

Paró delante de la puerta. Levantó la mano para darle al timbre pero la detuvo un estruendo de risas que venía desde dentro.

Max no estaba solo.

¿Se iba… se quedaba? ¿Qué podría hacer?...

Dejó de pensar, cerró los ojos y le dió al timbre, al cabo de unos segundos abrió Max en pijama y descalzo pero igual de guapo que vestido de traje y corbata.

La miró fijamente primero.

—Evelin... —Ella no entendía su expresión.

Aunque por lo menos no lo leía como repelencia. Suspiró y habló a su vez.

—Hola Max. Necesito hablar contigo. —Él permaneció pensando unos tensos segundos. Luego cerró la puerta tras de sí.

—Lo siento, dentro hay un montón de gente. —Evelin tuvo que reprimir las ganas de darle un abrazo.

—No importa. Yo he venido sin avisar —sonrió. Max se retraía.

—¿Cómo estás? —preguntó interesado.

—Muy bien.

—¿Has hablado ya con mi padre?

—Sí… hoy. ¿Te ha contado algo?

—No.

<< Claro. ¿Porque él iba a preguntar por mí? >>

—Toca esperar ahora —musitó nerviosa.

—Te noto positiva.

—No tiene mucho que ver con eso. Es más euforia nerviosa.

—¿Estás nerviosa? —hizo una mueca de sorpresa. No parecía notarlo.

Maestro en el Silencio [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora