Veintiocho.

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Evelin hacía rodar su silla con el arco acoplado a las rueda

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Evelin hacía rodar su silla con el arco acoplado a las rueda. No dejó que nadie más la llevase.

A medida que avanzaba su corazón se encogía más. No sabía de dónde salía la determinación, solo sabía que la dominaba. Quería ver a su padre. Tenía que ver a su padre.

Los pasillos del hospital se le asemejaban a los senderos del infierno. ¿Cómo había podido llegar hasta este momento? ¿Hasta este acontecimiento tan macabro? No podía creerlo.

No podía ser verdad. Quería gritarlo ante todos, decirles con todas las fuerzas de sus pulmones que no era verdad y para eso debía ir hasta allí y verlo con sus propios ojos. No podía ser cierto. Su padre no puede haber...

Apretaba los labios por el esfuerzo de empujarse a sí misma en la silla y cerraba los párpados por momentos para obligar a las lágrimas a apartarse de sus ojos. Mas a pesar de su negación absoluta tenía miedo. Miedo a la escabrosa posibilidad de que lo que el médico dijo de su padre fuese cierto.

Finalmente Evelin, llegó ante la sala del quirófano.

Todos los médicos amigos de Adrián estaban ante la puerta donde él reposaba. De lejos parecían abatidos pero enseguida sus rostros reflejaron estupor al verla llegar. A medida que ella pasaba por delante de ellos, solo agachaban la mirada y se apartaban de su camino.

Evelin iba seguida por Isasi y el enfermero que la ayudó a sentarse y a quien prohibió empujarla.

Dos de los médicos abrieron la puerta doble de la sala operaciones desplegando ante ella la escena. Un mar de máquinas rodeaba la cama de su padre. Su cuerpo estaba conectado a cientos de cables y el tubo blanco que sobresalía de su boca estaba unido a un cilindro que contenía una bomba que subía y bajaba despacio.

Respira...

Evelin se acercó a la cama como estirada por una corriente de esperanza y sin dilación tomó su mano.

La tibieza de la piel la hizo estremecerse. Pero no fue capaz de sonreír. Una vez más ya sabía la respuesta antes de escucharla pero se negaba a aceptarlo.

-Su corazón sigue aquí -pronunció ella con los ojos cerrados.

El personal que había entrado tras ellos emprendió la marcha desolados de la sala de cirugía, dejando al doctor Isasi junto con Evelin y Adrián.

-Se ha producido muerte cerebral. -Informó Isasi.

-Qué lo ha provocado... Qué lo ha... -no podía decirlo.

-Tenía una herida muy severa en la nuca. En la zona del hipotálamo. La bala atravesó el tejido craneal. Provocó un desgarro fulminante en los nervios.

Fulminante.

-Pero él estaba consiente. Me habló... -dijo ahogada por su llanto. El doctor la miró sumamente apenado-. ¿No hay posibilidad de que despierte algún día?

Maestro en el Silencio [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora