Dos

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Adrián Belmonte, conoció a su hija cuando esta ya tuvo seis meses. Antes de esta fecha, nunca supo de su existencia.

Él tenía solo dieciocho años cuando la madre de Evelin la dejó en la puerta de la casa de los padres de Adrián en un cuco con un sobre sujeto a la manta del bebé.

El estupor del joven era inmedible al leer la carta que acompañaba a tan indefenso ser...

Ocúpate de ella por favor. Yo no puedo hacerlo más. Dile siempre que la quiero

En el sobre además de la carta estaban sus documentos: el certificado de nacimiento, libro de familia, registro del nombre y la cartilla del médico. También había un poder firmado por la madre, otorgándole la custodia. Todo lo necesario para que pudiera ejercer de padre.

Adrián estaba perplejo. Si él tan solo acababa de terminar el instituto... Se preparaba no más que para empezar la universidad...

Era la primera noticia que tenía de su amada novia desde que un día simplemente se largó de su vista, y de eso hacía ya más de un año... Y ahora reapareció en su vida de esta forma.

Los señores Belmonte, tan perplejos como su hijo, quisieron llevar a cabo todos los trámites necesarios para comprobar la autenticidad del hecho. El primero de todos fue la prueba de paternidad.

Dio positivo.

Después del susto primario, vino la aceptación paulatina del bebé que solo les llevó un par días a los abuelos que se encariñaron con la pequeña enseguida.

Tras los pertinentes trámites legales, aquella niña abandonada en la puerta de un chalet de acaudalados en Madrid, se convirtió en Evelin Belmonte Etxegarai (conservó el apellido de su madre por petición expresa en el poder notarial), la niña de sus ojos.

A pesar de las circunstancias tan chocantes en las que recibió la noticia, Adrián poco a poco sintió aflorar el amor de padre hacia ese bebé, y saber que esa pequeña era un fruto de su amor por Garazi lo ablandó aún más rápido. Estaba enfadado con ella por irse así y aún más ahora porque no le había dicho que tuvieron un hijo. No obstante Adrián sabía que algo ocurría con Garazi, necesitaba ayuda y estaba seguro que cuando se recuperara vendría a ellos y serían una familia.

Los abuelos la mimaron como una princesa mientras Adrián se dedicaba a la universidad estudiando la carrera de pediatría, para ser el mejor de los padres decía él, y nunca dejaba de brindar tiempo a su hija.

Lastimosamente, poco más de un año después, llegó hasta ellos nuevamente una noticia triste y desconcertante a través de otra carta.

La madre de Evelin, una joven de apenas vientidos años, había fallecido tras permanecer en coma el último año. Un accidente cardiovascular ha sido el culpable.

<< Hubiera aguantado más tiempo de no ser desconectada de las máquinas, pero ella misma había pedido que lo hicieran si superaba el año en coma y así se hizo >> —rezaba la carta enviada desde el hospital de enfermos terminales de Madrid, firmado por una enfermera que le hizo el favor de darle el descanso cumpliendo con su deseo—. << Garazi Etxegarai era una enferma cardíaca y sabía que con el tiempo los de servicios sociales acabarían arrebatándole a su hija. Ella ya no la podía mantener a su lado y por brindarle mejor suerte, la entregó a su padre. >> —La enfermera también decía que el cuerpo de Garazi sería incinerado y entregado a su familia.

Ahí se acabó su historia y las esperanzas de Adrián de volver a verla.

Tras su muerte, a Evelin le quedaron de su madre unas fotos y su colgante de oro; que fue bendecido con ella el día de su bautizo.

Maestro en el Silencio [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora